Por Luis F. Subero.
El profesor José F. Subero nos brinda en esta ocasión la narración en época de la Anexión a España, de un combate entre dos egos inflados, un enfrentamiento que nos recuerda el lance biblíco entre David y Goliat.
Es de suponer que al ser uno de los contrincantes oriundo de esta comarca, su fama se haya replicado entre los habitantes de la zona y haya perdurado hasta la época en que el Prof. Subero la narra.
EL COMBATE DE ISIDORO CASADO YJOSÉ ROSARIO.
Por José F. Subero.
Gratísima es la fruición que aún sentimos por las heroicas hazañas de éste o aquél destacado antepasado. De niños siempre nos gustó que se nos contaran proezas que muchas veces culminaban en lo increíble y, hacían que en nuestra mente infantil se agigantara más y más el Héroe de la leyenda, no por el individuo mismo, sino por sus acciones. Jamás hemos tenido en cuenta al hombre por el hombre mismo, bien sea para alabarlo, o bien sea para fustigarlo merecidamente.
Siempre hemos juzgado a los hombres por sus hechos, nunca por su admirable persona ni muchos menos por su posición económica. De ahí que jamás hemos abrigado sentimientos malos para éste o aquél sujeto, así nos haya hecho males gratuitos, o se los haya hecho a otro semejante. Combatimos desde adolescentes a las ideas malas, sin tener en cuenta su autor.
Y, al grano con esta nuestra relación: Fue en días de la Anexión, de esa malhadada Anexión que por escases* de ciencia y conciencia nos las trajera, en mala hora el brazo Derecho de nuestra Independencia, General Pedro Santana. Vivía en esta bucólica villa de San José de Ocoa don Isidoro Casado. Si era un hombre de trabajo, dedicado a la agricultura, que enantes fue rudimentaria, en cambio tenía que dedicar sus mayores días al pastoreo de su numerosa crianza que andaba realenga por los umbríos montes de esta región. Fue en su tiempo hombre de renombrada fama como lidiador del sable. Esta su fama traspuso las lomas y llegó a la sección de Sabana Buey de Baní, donde residía el más famoso (engreído por su habilidad y fama) manejador del sable don José Rosario. Como éste se consideraba el mejor sablista a cien millas a la redonda, expresó desafortunadamente en una velada, que tan pronto se “topase con el manielerito Isidoro Casado le daría una pela porque en un corral no puede haber más que un toro padrote de a verdad”. Hablaba así, porque Rosario era un gigantón y buen manejador del sable, frente a Isidoro Casado, que era pequeño de estatura y de una constitución física muy endeble. Pero el gigante no tuvo en cuenta que el enano tenía dotes de maestro de esgrima y, además poseía una agilidad y una fuerza hercúlea en su brazo capaces de refrescar la acción del pequeño David frente al gigante Golliat de las Sagradas Escrituras.
Y, he allí que un día el azar los puso frente a frente en la Sabana de la Cruz, entronque de los caminos entre Fundación Arroyo Hondo-Sabana Buey Matanzas. Tan pronto estuvieron uno cerca del otro el pequeñito Isidoro Casado, hombre de pelo en pecho, le dijo al gigante Rosario: “Meso, apése y corte la vara para que me dé la pela que me ofreció”. Bravos los dos contendientes sin cejar ni éste ni aquél en su terca idea, enfrascaronse en un fiero combate donde sólo se oía el rechinar de los aceros y, cuando Casado creyó oportuno el momento, le expresó a su contrincante: “allá va ésto que es solo mío” y, dándole un certero tajo lo dejó desjarretado tendido en el suelo. Rosario, al verse así humillado, le gritó a su contendor “acábame de matar” y, Casado le dijo: “Que lo mate Dios que lo crió”. Luego el vencedor, sin orgullo ni jactancia, humilde como eran los hombres enantes, se encaminó a Sabana Buey y allí le avisó a los familiares del vencido Rosario, que fuesen a recoger el “Toro de Sabana Buey”, como Rosario se llamaba, o lo llamaban los del lugar.
Y, así terminó la fama del gigante y temido hombre de sable en mano don José Rosario, vencido por el pequeño labrador don Isidoro Casado, ascendiente de muchos familiares que pueblan esta villa de nuestros caros afectos.
San José de Ocoa.
Páginas Banilejas, Pág.8, Diciembre 1953
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