Por Omar Ureña
Permanecer privado de libertad, es decir, estar preso siendo inocente, es sin duda alguna la amargura más honda que puede experimentar cualquier serhumano.
La libertad según se ha dicho es el bien más preciado que tenemos los individuos, sólo es superado por el don de la vida.
Duele más el cautiverio si se deriva de decisiones erróneas, de abusos de poder, prepotencia u otras medidas tomadas por la autoridad.
La historia registra un hecho perenne del acto más injusto cometido contra el más grande de todos los siglos, entre Barrabas y nuestro señor Jesucristo.
La autoridad que imparte justicia debe velar no sólo por lograr resultados positivos con condenas a personas inocentes, cerrando casos por presiones mediáticas, porque la mayor condena la recibirá el juzgador cuando al recostar su cabeza en la almohada escuche esa voz interna llamada consciencia que le reclamará su indelicadeza, su falta de valor, integridad, ética, su cobardía, por no tener agallas de aplicar la ley puesta bajo sus hombros.
Sin referirme a casos particulares, inclusive a mi mismo que fui víctima de atropellos en el pasado, por prepotencia, abuso de poder, de parte de la autoridad de ese entonces, puedo hablar con propiedad sobre el dolor que se vive entre rejas siendo inocente.
Albergar en los rincones del alma pensamientos tóxicos en contra de quién nos haya marcado con su injusticia, nunca debería ser el norte a seguir, sería permanecer preso en el pasado.
Si alguien está atravesando por un momento parecido y está recluido en una celda de una cárcel cualquiera en el mundo, libere sus pensamientos negativos. Si alguna autoridad le corresponde el papel de juzgar a alguien y carece de las pruebas necesarias, no le dañe su vida y cumpla con el sagrado papel de impartir justicia a cada quién, porque denegarle el derecho de estar libre a un individuo que no ha cometido un delito, es matarlo en vida.
Para terminar con este escrito le dejo esta expresión muy conocida.
«Es mejor cien culpables libres que un inocente preso»
Y haréis justicia.
¡Sí ombe si!
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