Por: Alfredo Arias
Hace más de un lustro que la sociedad decente – que es la mayoritaria – de San José de Ocoa, salvo honrosas voces, responde con el silencio ante múltiples formas y maneras de atropellos a los que viene siendo sometida, lo que paulatinamente nos ha colocado en un estado de enfermedad social.
Y es como ha sentenciado el reconocido escritor y orador en materia filosófica y espiritual, Jiddu Karishnamurti, de la India, en el sentido de que “no es digno de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”.
Es una verdad notoria, incuestionablemente ratificada y corroborada con creces de que San José de Ocoa es una sociedad, un pueblo, cuyos habitantes de ayer y de hoy inscriben sus actuaciones públicas y privadas dentro de un marco de decencia, de ética, de moral, de trabajo honrado, y a tono con las normas de buenas costumbres, cuyo accionar en la vida social guarda distancia de ruidos tóxicos y de ciertas indelicadezas de algunas instituciones y de sus principales funcionarios.
Da la impresión que la sociedad decente de Ocoa, no ve, no escucha, no habla, duerme el sueño de la impotencia, calla inexplicablemente ante tantos atropellos inmerecidos que ocurren, una, otra, otra y otra vez sin que se haga sentir su reacción, ni se manifieste su capacidad de asombro.
Nos condenan a diario con ruidos estridentes en sus diversas manifestaciones, nos han despojado del derecho a una sana diversión en los espacios públicos, como parques, pues los mismos han sido invadidos – con la mirada cómplice de las autoridades competentes – por personas del bajo mundo, incluso por grupos de personas vinculadas al crimen organizado; portando todo tipo de armas de fuego y de todos os calibres. Se cometen delitos, incluyendo delitos electorales, crimines contra personas y sus propiedades, tentativas de homicidios, secuestros, persecuciones políticas, por demás ilícitas, amenazas de muerte… pero no se sienten el peso ni las acciones de los organismos correspondientes. Con un Ministerio Público que no genera confianza en la población, sino todo lo contrario.
Ni hablar del estado de incertidumbre, desasosiego y de inseguridad personal a que nos someten en los días finales de cada proceso de votación electoral, convirtiéndose las calles y los demás lugares públicos en una especie de tierra de nadie y de sálvese quien pueda. Para luego algunas de las instituciones del Estado y sus incumbentes, sindicados como protagonistas de escándalos yd e abusos inenarrables venir a hablar de pactos y de paz. ¡Simple poema!
Ocoeños, reaccionemos ahora, mañana podría ser muy tarde. Nos merecemos un San José de Ocoa realmente en paz, de respeto para todos, vivible, donde el soberano que somos los munícipes podamos, sin trauma que valga, ejercer a plenitud los derechos consagrados y que nos otorgan la Constitución y las leyes.
El autor es abogado, profesor, comunicador y miembro de la Sociedad Civil
alfredoariaslara@gmail.com
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