Por: Harris Castillo
Escribir sobre un tema que levanta tantas pasiones en un país fanático de todo, (ojala y lo fuésemos de la excelencia como en décadas recién pasadas), y más aun en comunidades pequeñas como la nuestra, donde su importancia económica compite con sus aportes en la construcción social a que aspiramos, requiere osadía, y se corre el riesgo de profundizar el error que se intenta señalar, pero es bueno el debate.
Motivado por la extraordinaria carencia en la capacidad comprensiva e interpretación de símbolos, así como la ausencia de metodología en la lecto-escritura, evidenciada recientemente en virtud de las reacciones de algunos lectores sobre una publicación nuestra, he querido encontrar los causales de un fenómeno que, por su importancia social, debe resultar preocupante.
Para el año 2009 y según un estudio del Instituto Dominicano de Evaluación y Desarrollo de la Calidad Educativa (IDEICE), el estudiantado evaluado obtuvo un rendimiento global de 38.29 puntos en las cuatro áreas académicas, (lengua española, matemáticas, ciencias naturales y ciencias sociales) siendo el referente mínimo para fines de promoción los 70 puntos. Dos años mas tarde esos promedios parecían inalterables en cuanto a la calidad educativa, los puntajes promedios de pruebas nacionales expresados en escala de 0 a 30 puntos, arrojaron resultados deficientes en todas las asignaturas evaluadas, en lengua española 18.21, en matemáticas 16.48, en ciencias sociales 17.62 y en ciencias naturales 16.48.
Según el “Informe de Progreso Educativo República Dominicana 2015: ¡Decididos a Mejorar!” el país mejoró su calificación entre 2010 y 2015, al pasar de F a D, es decir, de muy deficiente a deficiente. Las pesquisas determinaron que el principal reto del sistema educativo, seguía siendo la calidad de los aprendizajes.
Más adelante, el informe “Niños y niñas fuera de la escuela en República Dominicana”, del Ministerio de Educación y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) exponía que en el año escolar 2015-2016, el 60% de los dominicanos de 18 a 20 años no había finalizado la escuela, debido principalmente al bajo aprendizaje en lecto-escritura y matemáticas durante los primeros años de escolaridad.
Recientemente el director de Educación del Banco Mundial, Jaime Saavedra, manifestó en el acto de presentación en Santo Domingo del Informe sobre el Desarrollo Mundial 2018 “Aprender para hacer realidad la promesa de la educación”, que “existe una crisis del aprendizaje en la educación a nivel mundial. Concretamente, señala que millones de jóvenes estudiantes de países de ingreso medio y bajo podrían perder oportunidades y percibir sueldos más bajos en el futuro debido a que la escuela primaria y secundaria no les brinda las herramientas necesarias para prosperar, limitando también las perspectivas de crecimiento económico de largo plazo. Según el informe, incluso después de asistir a la escuela durante varios años, millones de niños no saben leer, escribir ni hacer operaciones matemáticas básicas.
“La escolarización sin aprendizaje impactará las posibilidades de crecimiento de la economía en el largo plazo”, dijo Saavedra.
La conclusión incuestionable, es que existe una crisis en el aprendizaje. No basta que nuestros estudiantes conozcan el alfabeto o la representación simbólica de los números, sino son capaces de hacer de ellos una interpretación lógica con aplicación a su vida diaria.
La ausencia de esta capacidad de comprensión nos lleva a conocer la oración “Yo amo a mi mamá”, de una manera mecánica, desprovista de todos los valores que le acompañan; así como ver normal y correcto responder que 2 y 2 son 4, sin advertir las reglas matemáticas que se asocian a esa respuesta, y menos aun la genealogía a la que pertenecen dichos símbolos y su utilidad en la construcción de una estructura de razonamiento lógico.
Conscientes de las carencias que acusamos, somos responsables entonces de minimizarlas para mejorar en nuestro diario vivir. Para ello existen ejercicios y cursos de toda índole y de manera gratuita en el internet, que con solo unos minutos diarios, y aunque revelen nuestros niveles infinitos de ignorancia, nos ayudarán a sentirnos menos excluidos o incluidos inmerecidamente.
No saber interpretar una lectura, es la consecuencia de un sistema educativo deficiente, propio de la sociedad del microondas, diseñado para dotar de conocimientos, no de formación; creado para satisfacer las demandas del mercado, no de la sociedad. Mejorar, sin embargo, es nuestra responsabilidad.
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