José Ramón Castillo (Chichi el biólogo), recién inició su travesía hacia una dimensión aun desconocida por la presente civilización humana. Como él otros varios ya se han ido, y con ellos la memoria histórica de todo un pueblo, así como sus principios, códigos de creencias y aspiraciones comunes.
El maestro Chichi no puede ser descrito de forma independiente a la clase a la que perteneció, sus características personales, su espontaneidad, su rigurosidad, su jocosidad, su bonhomía disfrazada de dureza, solo enriquecieron a su colectivo, la generación de maestros formadores de hombres y mujeres solidarios, promotores de la empatía, administradores del conocimiento fundado.
Nuestros maestros han sido víctimas no solo de la indiferencia de un sistema gubernamental excluyente, sino además y más penoso, de la indiferencia de su alumnado hacia el sacrificio y entrega con que nos guiaron. Han sido testigos impotentes de nuestra incapacidad para traspasar sus enseñanzas. Han sufrido en silencio la transformación de la academia en factoría de adiestramiento.
Impedir que se nos marchen por completo y para siempre debe ser un compromiso generacional como forma de mantener viva la esperanza de una sociedad utópica, que nos permita seguir creyendo, que nos de motivos para seguir luchando, soñando, planificando, socializando, resistiendo esta marcha pacífica hacia la mecanización generalizada, la deshumanización de la existencia.
Propongo al honorable ayuntamiento del municipio de San José de Ocoa, al alcalde y los ediles, al Ateneo Ocoeño, a las organizaciones serias del municipio, a la Asociación de Profesores, al distrito escolar 03 03, a las asociaciones de padres y amigos, y a los representantes del gobierno en el municipio, así como a las organizaciones de ocoeños en el exterior, que construyamos “El paseo de los maestros”.
Que convirtamos en peatonal la calle María Manuela Mañaná, nombre que honra a la primera maestra del municipio y donde otro gran maestro da nombre a la escuela de bellas artes. Que en dicho peatonal se erija un monumento que contenga los nombres de los miembros de esa generación de maestros insustituibles, o erigir bustos o estrellas o placas y que cada año en el día del maestro, se reconozca la trayectoria de dos maestros merecedores de ser incluidos en ese monumento, (no más de dos, para fomentar la competencia por la excelencia).
En ese paseo de los maestros, adornado con jardines y fuentes, se pueden desarrollar actividades culturales, representaciones teatrales, exposiciones de pinturas, conciertos sinfónicos y más.
El paseo de los maestros puede convertirse en un elemento de atractivo turístico, pero sobre todo darle a las futuras generaciones argumentos para una vida positiva. No es necesario cambiar el nombre a la calle, pues el paseo de los maestros es la plaza.
La construcción de el paseo de los maestros sería de responsabilidad compartida, en la que podamos involucrar distintos sectores y su administración a través de un patronato que garantice la prevalencia del merito.
Algo debemos hacer y cruzarnos de brazos, mientras se siguen marchando sin reconocimiento nuestros maestros, no es una opción. ¿Quién se anima?
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