El presidente Luis Abinader ha desistido nuevamente de lanzarse a la aventura de llevar al Congreso Nacional un paquetazo tributario que a todas luces constituía un despropósito político-social y una “peligrosa encrucijada” para completar la recuperación de la economía dominicana a los niveles en que estaba en el año 2019.
Desde la primera semana de abril hasta la primera de octubre de este año, tanto el presidente Abinader como su gabinete estaban convencidos y decididos a hacer pasar el paquetazo tributario –y hasta entonces- contadas voces se pronunciaron en su contra.
En los primeros días de este mes, confiando en que la reforma tributaria era “un clavo pasao”, circuló entre economistas, analistas, empresarios y medios de comunicación, un texto elaborado por un ministerio con las medidas puntuales del paquetazo, de amplio comentario y conocimiento en la opinión pública.
El 8 de este mes Listín Diario publicó mi análisis “El país camina hacia peligrosa encrucijada”, en el que advertí claramente que este era “el peor momento” para embarcarse en una reforma fiscal porque confluyen factores económicos, sanitarios, sociales y políticos que podían conducir al país al atolladero.
Hasta ese momento ningún empresario, grupo empresarial o gremio patronal se había opuesto a la reforma fiscal y mucho menos había contradicho a Abinader y sus principales funcionarios cuando decían que estaban buscando consenso por fuera del diálogo político para la reforma, o como dijera el director de Presupuesto, José Rijo Presbot, cuando hacía lobby para concitar apoyo, que la reforma estaba ya “madurada”.
Aunque al expresar mis humildes puntos de vista en contra el paquetazo tributario traté de hacer una contribución a la salud del país, mi mayor motivación es la defensa del pueblo trabajador que no puede soportar más impuestos con inflación, mayores cargas con pésimos salarios, más despidos de sus empleos y más pobreza y marginalidad como lo garantizaba una “reforma fiscal”.
Pero al conocerse “el proyecto” que el gobierno lanzó para tantear la reacción de la opinión pública, hasta los empresarios se opusieron en un ejercicio retórico de osadía que ojalá tenga consolidación en los principales problemas del país.
¿Y ahora qué?
Dejado atrás el intento de reforma tras Abinader admitir que no se puede poner más cargas al país, la pregunta que ronda por todos lados es qué hacer ahora para evitar el desborde de la deuda, controlar el déficit, seguir recuperando la economía que aun está lejos de los números de 2019, y evitar que el Covid siga infectando y matando por miles.
Las autoridades monetarias se jactan de que han hecho una política de inyección de liquidez a la banca para apoyar a los sectores productivos, lo que ha contribuido a dinamizar la economía y según ellos –lo cual no es cierto- ya supera los niveles de 2019.
La inyección de liquidez se ha hecho pero principalmente a ido a financiar el acceso al comercio, no a la producción real.
Que diga el Banco Central cuántos tractores se han comprado con esa liquidez para roturar tierras, sembrar maíz, sorgo, arroz, habichuela, tomate, pasto, para que en este país no haya que importar alimentos de origen agropecuario que este año va a un ritmo de crecimiento de 50% con relación al 2020.
Que diga qué proporción de esas facilidades financieras han ido a los invernaderos, fincas cafetaleras, cacaoteras, tabaqueras, y la compare con los préstamos para los beneficiarios adquirir mercancías importadas y verá cuál es la realidad.
Lo que sí puede decir el Banco Central y cualquier persona es que con esas facilidades financieras se importan muchas jeepetas, autos, se cambia de apartamento y se mejora la provisión de servicios tecnológicos, entre otros.
El círculo de la inflación
Los funcionarios hablan de inflación importada a la vez que el gobierno abandona la producción agropecuaria, menosprecia a los técnicos del sector para seguir importando sin control y sin esperanza de que por esa vía los precios recuperen niveles aceptables.
Desde enero he venido repitiendo que el camino correcto del gobierno es provocar una recuperación masiva de la producción agropecuaria para abastecer los mercados, garantizar soberanía alimentaria y llegar a los mercados internacionales, especialmente del área del Caribe.
Igualmente debe multiplicar la inversión pública para generar empleo, dinamizar el comercio, mejorar los servicios y mantener un clima de paz y trabajo para atraer inversiones extranjeras con sus capitales, tecnologías y cultura de productividad.
Hasta ahora, el gobierno ha hecho todo lo contrario: descuida al campo y la inversión pública está en los niveles más bajos de la historia, a un ritmo que ni siquiera la mitad de lo que presupuestó para 2021 será ejecutado.
Covid está mortal
El esfuerzo del gobierno para vacunar contra el Covid ha sido encomiable pero como advertí a comienzos de año, los funcionarios se han creído que la vacuna es una panacea y resulta que eso es un ensayo en todo el mundo y nadie sabe en qué resultará.
Vacunados pero con el país abierto de par en par, sin medidas efectivas para el distanciamiento, sin políticas de prevención que mejoren la pésima educación sanitaria de los dominicanos y haitianos, es imposible pensar en dominar la expansión del Covid-19.
El panorama está claro: hay que hacer todo lo necesario para reducir sustancialmente el contagio del coronavirus aunque haya que recurrir a cierres parciales y totales de actividades, pues aun estamos lejos de dominar la pandemia aquí y en todo el mundo, y sin ese dominio no hay turismo, no hay normalidad en el transporte de mercancías y personas, no hay escenario previsible a corto ni mediano plazo.
Si el gobierno sigue empecinado en abandonar la producción agropecuaria y que los dominicanos compren comida importada, que no piense que la inflación es “transitoria”, sino permanente y creciente, con salarios en deterioro constante y quiebra masiva de agroproductores, desempleo rural, migración interna y acumulación de factores de movilización social.
Con una sostenida y creciente inversión pública en construcción de viviendas, mejora del tránsito, servicios de agua, electricidad, sistema carcelario, entre otras, se pueden crear las bases para poner la economía a crecer y que se vean los éxitos del “gobierno que cambia”.
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