Si todos los factores adversos que confluyen en el panorama nacional se ordenan sobre una mesa de trabajo con buena iluminación, los examina un hombre honesto con algo de inteligencia y que sienta afecto por su pueblo, no puede llegar a otra conclusión de que República Dominicana va hacia una peligrosa encrucijada.
Mi enfoque, óiganlo bien señores muy sensibles e insomnes, no es buscar culpables ni distribuir responsabilidades, sino mostrar las características de lo que puede golpear duro y motivar reacciones a tiempo para evitarlo. Nada más.
En este momento y lugar hay una inflación golpeando salarios de miseria, combustibles a precios paralizantes, la agropecuaria languideciendo, las importaciones de alimentos de origen agropecuario en números récord y sin control, hundiendo la producción nacional sin parar las alzas de precios, las inversiones en obras de infraestructura están en anuncios y la impasable reforma fiscal flameando miedosa en el ambiente.
La pandemia del Covid-19, como fue previsto, está entrando firmemente a su cuarta ola de contagios masivos en República Dominicana y encuentra una situación ideal para reproducirse: planteles escolares abiertos, rumba y fiesta a todas horas, sin estado de emergencia y por tanto sin toque de queda, en un país sin educación sanitaria, sin salud preventiva y con tanta gente aguajera y sin escrúpulos que lleva el virus a casa, el trabajo, la gallera, el restaurante, el transporte y los centros de esparcimiento.
A esa realidad innegable se agrega el resurgir de los apagones y el taponamiento de Santo Domingo, la inseguridad en las calles, los asesinatos escalofriantes por motivos insignificantes. En fin, factores de estrés colectivo que nublan la confianza y siembran desesperanza aun en los más optimistas.
Si a esos factores “objetivos” a la vista de todos se agrega que a través del ministerio público y la Dirección Nacional de Control de Drogas dominicanos, la Drug Enforcement Administration (DEA) de Estados Unidos, operando aquí como si estuviera en Nebraska, ha descubierto una red de narco política de un poder descomunal en el que participa –al menos- media docena de legisladores y dirigentes políticos, estamos viendo un gusano perverso agujereando las instituciones y burlándose de los ciudadanos que los eligieron para representarlos dignamente.
Pero como si todo esto no fuese suficiente, llegaron los primeros despachos noticiosos de los más prestigiosos periódicos de todo el mundo poniendo al descubierto los Papeles de Pandora, donde tres presidentes latinoamericanos, incluido Luis Abinader, aparecen como propietarios de empresas off shore en paraísos fiscales, que entre otras ventajas de negocios, les permite dejar de pagar impuestos en sus propios países.
El gobierno ha declarado que el gobernante está apartado de los negocios y eso ha quedado en manos de su familia.
Penoso, muy penoso, el comportamiento doblez de la mayoría de la prensa dominicana ante este tema tan crucial para la transparencia y para la democracia. ¡Ay Germán Emilio Ornes, cuánto te he recordado en estos días mirando a tus detractores y paladines del “periodismo progresista”, sordos y mudos, llenos de “favor y temor”!
Reforma fiscal
Los dos intentos anteriores de reforma fiscal del gobierno de Abinader han muerto en la cuna y se afirma que ahora va en serio. Este es el peor escenario para inventar y venir con tecnicismos teóricos.
Si el gobierno se lleva de la necesidad “técnica” de la reforma para enfrentar el déficit y no seguir escalando la deuda, y para eso lanza el aumento de impuestos, que tenga la seguridad de que meterá al país en un torbellino social ascendente que arruinará el clima de paz para atraer inversión extranjera en un momento en que la economía se acerca a equilibrar los niveles de 2019, que no es crecimiento, sino recuperación parcial.
Quienes pregonan que “es obligado hacer la reforma fiscal”, no miden consecuencias sociales ni valoran la estabilidad política, la gobernabilidad y la importancia de seguir el camino de la recuperación sin perturbaciones mayores.
Pero Abinader y los líderes de su partido sí debían tomar esto en cuenta.
Si la reforma fiscal para subir impuestos y mejorar las recaudaciones es ineludible, ¿por qué el gobierno está subsidiando con hasta 500 millones de pesos a la semana los precios de los combustibles?
El gobierno sabe que la Ley de Hidrocarburos establece que si los combustibles suben en el extranjero, aquí deben subir. Sin embargo, están altísimos fuera y aquí los subsidia porque la vena política le dice a los funcionarios que si el Gas Propano alcanza precios prohibitivos, el transporte y la industria no aguantan y las cocinas mucho menos.
Esa misma lógica debe imponerse a la hora de hablar de reforma fiscal porque he dicho que aquí no se puede cargar más a los pobres porque se irían a las calles sin líderes que les pongan límites a su indignación, pero mucho menos a los ricos que apoyan a todos los gobiernos y están en éste más cómodos que nunca, para seguir sangrando al Estado y ganando más sin tener que pagar la carga tributaria que les corresponde.
Inflación y Covid
Por meses me ocupé de escribir pidiéndole a Abinader que se volcara a la agropecuaria para producir alimentos, abastecer los mercados, fomentar empleos, ahorrar divisas, aumentar las exportaciones, pero el fiasco está a la vista y las consecuencias evidentes en la inflación, la quiebra de los productores y la parálisis de todos los proyectos que estaban en ejecución del programa de visitas sorpresas de la pasada gestión.
Solo en la zona montañosa de Baní están paralizados hace más de un año la carretera Peravia-Valdesia, el acueducto múltiple de Iguana para miles de familias, los proyectos de irrigación de miles de tareas de tierra, entre otras, que iban “viento en popa” en agosto del año pasado.
Del Covid, imploré que no se relajaran las medidas, que no se ocultaran las cifras de infectados y muertos, ni las cepas circulantes, porque a la naturaleza no se le puede hacer trampas.
Como el mayor interés del gobierno era y es recuperar el turismo –lo que ni este ni ningún país logrará por ahora-, aquí se hizo todo lo contrario y la Junta Central Electoral lo puso en evidencia al admitir que las muertes por Covid son el doble de las que registra Salud Pública.
Dando la sensación de que el Covid “fue derrotado” por el gobierno de Abinader, lo que se ha logrado es malograr el Plan de Vacunación y ahora la gente no se vacuna –lógico si no hay a qué temer-, los contagios, los internamientos y las muertes vienen en ascenso sostenido y ahí se puede ver a noviembre y a diciembre igualito que el año pasado.
Y el gobierno es tan osado que viendo las cifras subir cada día, sigue relajando las medidas preventivas, mantiene las escuelas abiertas y no continuará con el estado de emergencia.
El riesgo es de todos, pero la responsabilidad de lo que suceda es solo de quien se lanza a la aventura. ¡Buena suerte!
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