Juan Daniel Balcácer
En aquella coyuntura histórica diversos grupos políticos (afrancesados, pro-españoles, anglófilos y nacionalistas), pero todos separatistas, se disputaban la primacía del movimiento revolucionario y del nuevo orden de cosas que se aproximaba.
Hubo un momento, en que fue necesario arribar a un acuerdo a fin de que prosperara el golpe separatista; y de esa manera fue que los trinitarios y los conservadores acordaron una acción simultánea que, como es conocido, allanó el camino para que la separación de Haití fuera un hecho concreto.
Se ha dicho que el artífice de esa alianza transitoria, pero táctica y estratégica, y que proporcionó al mundo una república democrática e independiente, fue Ramón Matías Mella -en ausencia del líder principal del movimiento que lo era Juan Pablo Duarte.
Fue tanto así, que el documento de agravios que los dominicanos presentaron a los haitianos, explicando las causas por las que habían decidido independizarse, la firma de Mella es la segunda, seguida de la de Sánchez. Se trata de la Manifestación de los Pueblos de la Parte Este de la Isla antes Española, sobre las causas de su separación de la República Haitiana; célebre documento que circuló el 16 de enero de 1844, considerado como el Acta de Separación Dominicana, y del cual se afirma que fue redactado por don Tomás Bobadilla, cuyo nombre encabeza el listado de los firmantes.
El 27 de febrero, por la noche, fue el día que los revolucionarios acordaron para reunirse en la Puerta de la Misericordia, que estaba completamente tapiada (actualmente ubicada en la intersección de las calles Pina y Arzobispo Portes, del sector de Ciudad Nueva). De allí, una vez dada la señal convenida, se dirigirían a la Puerta del Conde, que había sido el lugar estratégicamente seleccionado para anunciar el nacimiento del nuevo Estado independiente.
Sin embargo, debido a que las escasas autoridades haitianas presentes en la ciudad ya estaban alertadas acerca del movimiento conspirativo, esa noche, en determinados puntos claves se desplegó un inusitado operativo militar que imposibilitó que todos los comprometidos con el pronunciamiento acudieran a tiempo a la cita en La Misericordia.
Ante esa situación, y cuando ya algunos de los convidados se encontraban en el lugar, uno de los presentes, tras comprobar que no se hallaban allí todos los que se esperaban, sugirió la posibilidad de posponer los planes para una ocasión más favorables.
Es fama que, ante tal sugerencia, se escuchó un noo rotundo de labios de Ramón Mella quien afirmó que ya no era posible retroceder, y tiempo que exclamó: “¡Viva la República Dominicana!”, disparó al aire el trabuco que portaba, dando así la señal convenida.
Trabucazo heroico
Acerca del heroico trabucazo de Mella ha habido diversas versiones. Autores hay que han puesto en duda la verosimilitud de ese acontecimiento.
También los hay que consideran la acción como un “accidente” producto del nerviosismo del momento. Pero fidedignos testimonios de la época revelan que los trinitarios habían convenido hacer un disparo al aire desde ese punto de reunión.
En época de la independencia, el cónsul de Francia en Santo Domingo era el señor Eustache Juchereaux de Saint Denys, personaje de especial relevancia en aquellos significativos sucesos que culminaron con la creación del Estado dominicano. A Saint Denys, quien fue testigo auricular del célebre trabucazo, se debe este testimonio:
“El 27 en la noche fue el día fijado para esa tentativa. La autoridad estaba en guardia, la inquietud general, se esperaba, sin embargo, que el orden no sería turbado.
El Vicario General, las personas más influyentes de la ciudad hicieron esfuerzos inútiles por llevar a esa juventud sentimientos más razonables. Ellos fueron inquebrantables, y como lo habían anunciado, fue dada la señal a las 11 de la noche por un tiro de fusil disparado al aire”.
José María Serra, fundador de la Trinitaria, y autor de una de las principales fuentes históricas acerca de la revolución de 1844, escribió que cuando los duartistas y febreristas se reunieron en La Misericordia, tras comprobar que el número de los concurrentes era menor de lo esperado, Mella dijo: “Comprometida es la situación…, juguemos el todo por el todo, y disparó al aire su trabuco”, sostuvo el trinitario.
Don Manuel de Jesús Galván, hombre de vasta y experimentada carrera política, de cuya pluma emanó la novela indigenista Enriquillo, narra aquellos sucesos en estos términos:
“Llegada la solemne hora: un grupo de patriotas aguardaba con ansiedad a los morosos en el apartado y solitario extremo de la ciudad, denominado La Misericordia, al pie del Fuerte de San Gil. Los exactos a la cita se contaban con inquietud: faltaba el mayor número de los comprometidos en la empresa. Los conspirantes tienen siempre que contar estas cobardes deserciones en el momento preciso y crítico de la acción. Uno de los fieles llega al fin, conmovido y jadeante:
–Creo que todo está descubierto –dice– una patrulla me ha perseguido, y he hecho un largo rodeo para llegar hasta aquí. Estas palabras difunden el recelo entre los pocos oyentes; y alguno lleno de espanto habla de retirarse a su casa y desistir del proyecto glorioso: “No, contesta con firmeza una voz robusta y varonil turbando sin precaución alguna el silencio nocturno.
Ya no es dado retroceder, cobardes como valientes; todos debemos ir hasta el fina. ¡Viva la República Dominicana!
Dice, y una fragorosa detonación de su pedreñal acentúa estrepitosamente el heroico grito. Nadie vacila ya: todos hacen abnegación de sus vidas y corren hacia la clásica Puerta del Conde. El disparo audaz hecho por el intrépido RAMÓN MELLA anunciaba al mundo el nacimiento de la República Dominicana.
La Puerta del Conde
Tras el disparo al aire hecho por Mella, que alertó a todos los demás conjurados de la ciudad para que acto seguido se dirigieran al punto principal de reunión, los asistentes a La Misericordia apresuradamente se dirigieron hacia la Puerta del Conde, en donde Tomás Bobadilla y otros partidarios de la separación esperaban por ellos.
Otro grupo de nacionalistas, liderado por Sánchez, ya se había unido al que encabezaba Bobadilla, en espera de sus compañeros trinitarios. Así, cerca de la media noche del 27 de febrero de 1844, Francisco del Rosario Sánchez subió al baluarte, plantó la nueva bandera dominicana, concebida por Duarte, bordada por las finas manos de las señoritas Concepción Bona y su prima María de Jesús Pina, y arengó a los presentes con un memorable discurso incendiario, de indudable contenido nacionalista y de orientación duartiana, en el que anunció a los presentes el nacimiento del nuevo Estado que se llamaría República Dominicana.
Conviene resaltar que esa noche, si bien Juan Pablo Duarte no estuvo físicamente en el baluarte del Conde, ya que meses antes se había visto forzado a abandonar la isla debido a la tenaz persecución de que fue objeto por parte de las autoridades haitianas, sí estuvo presente espiritualmente aquel memorable 27 de febrero.
Porque tan pronto Bobadilla pronunció las palabras sacrosantas de los trinitarios: Dios, Patria y Libertad, es un hecho histórico comprobado que todos los presentes, al unísono, pronunciaron el nombre del auténtico líder del movimiento independentista: Juan Pablo Duarte y Diez.
Y fue así como aquel martes 27 de febrero de 1844, hace hoy 174 años, nació el Estado dominicano. ¡Gloria eterna a los trinitarios fundadores de la República Dominicana!
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