Por Milcíades Mejía
El inmisericorde olvido del tiempo amenaza con una daga de muerte este valioso patrimonio del pueblo dominicano, ¡piedad!
Esta obra rememora una época gloriosa de la industria azucarera de América, la que todavía se mantiene precariamente en pie entre plantaciones de guineos, plátanos y olvido. Está localizada entre las provincias de Azua y Peravia, fue edificada en la margen derecha del río Ocoa, próximo a su desembocadura, en el Palmar de Ocoa,
El Ingenio de Diego Caballero fue uno de los de mayor renombre de todos los que se construyeron en Azua y su entorno durante la época colonial, data de mediados de la primera década del siglo XVl, aproximadamente del 1510.
Fue construido con una formidable estructura de mampostería de piedras calizas, ladrillos y argamasa, tan fuerte que ha resistido terremotos, maremotos, huracanes, las inclemencias del cálido clima tropical predominante en la zona y el abandono y la desidia de las autoridades.
Fue fundado por Diego Caballero, quien más tarde se lo vendió al licenciado Alonzo de Suazo, Oidor de la Real Audiencia. Este tenía una gran ventaja, los cañaverales eran irrigados con las aguas del río Ocoa que eran conducidas por gravedad mediante un gran canal, que también eran utilizadas para mover el molino diseñado para trabajar con fuerza hidráulica.
La notoriedad de este ingenio se confirma en las numerosas citas que aparecen en documentos históricos de la época, que hacen mención de su existencia. Fernández de Oviedo, en sus crónicas lo califica como uno de los mayores y muy poderosos de toda la Isla; los oidores de la Real Audiencia, en el 1515 le rindieron un informe al Rey y en este le dicen, que otro populoso ingenio de los ubicados en la zona de Azua es el del licenciado Alonzo de Suazo, que era Oidor de esa Real Audiencia; además, especifican que estaba ubicado en la ribera del río Ocoa, a dieciséis leguas de Santo Domingo, que tenía 150 negros esclavos, 200 indios y que es de los más provechosos que tiene la isla.
También, el historiador Del Monte y Tejada, en su Historia de Santo Domingo, hace mención de este ingenio, resaltando la sólida construcción del viaducto que conducía las aguas desde el rio Ocoa.
A parecer con crisis azucarera que afectó esta industria a mediados del siglo XVII, este ingenio permaneció abandonado y no se tuvo noticias de este por mucho tiempo, hasta que en abril de 1846, el coronel norteamericano Dixon Porter, en su recorrido desde Santo Domingo hacia el sur, a su paso por Sabana Buey, en la página 79 de su Diario de una Misión Secreta a Santo Domingo, escribió lo siguiente, “Las únicas pruebas de antigua civilización en este camino son los restos de una casa que una vez dominaba una de las más hermosas plantaciones de la isla. Cerca de ellas están las ruinas de grandes ingenios de azúcar, con las calderas de piedras usadas en antiguos tiempos y un gran canal que parte desde el río Ocoa, tan poco dañado por el tiempo que pudiera tomarse por una obra moderna.” Y continúa su relato, “Esta era la plantación antiguamente poseída por un Licenciado de nombre Suazo. Considero que esta es una de las mejores descripciones que se han hecho de este renombrado ingenio colonial.
Era tal la fama que tenía este ingenio que fue una de las atracciones en aquella época de la colonia, frecuentemente era visitado por “Caballeros” que venían en navíos desde Castilla y atracaban en su muelle para pasar temporadas de recreo en la hermosa Bahía de Ocoa.
Juan Sánchez, en su obra La caña en Santo Domingo informa que este ingenio fue adquirido por los señores E. Zanetti & Cia y que en año 1880 pasó a ser propiedad de Juan Viccini.
Una propuesta para conservación de esta importante edificación colonial.
De estos ingenios y trapiches azucareros construidos en la región sur, entre los siglos XVl y XVll, hoy solo quedan vestigios de lo que fueron estas prodigiosas estructuras. Estas representan un conjunto arquitectónico, arqueológico de inigualable valor histórico y cultural de lo que fue la pujante industria azucarera desarrollada en esta zona de la isla, en la época colonial.
Estas ruinas de este ingenio todavía están en pie, pero muy amenazadas de desaparecer, fruto de la desidia y la indiferencia de las autoridades correspondientes, tanto las locales como nacionales, que las han abandonado a su suerte sin prestarle ningún cuidado a estas joyas coloniales.
Estos representan espacios arqueológicos con inestimable valor histórico, patrimonial y ecológico. Su desaparición significaría la pérdida de una importante herencia, exponente de la industria más antigua de América.
Es una pena que una edificación tan imponente, de solidos muros de ladrillos, piedras y argamasa, con más de cinco siglos de haber sido construida, siendo además, un espacio lleno de historias, ícono de la arquitectura azucarera del sur y de los primeros en ser levantados en américa, permanezca en condiciones tan deplorables.
Los cabildos de la zona, conjuntamente con la Dirección de Patrimonio Monumental y la Presidencia de la República deben emprender esta tarea a la mayor brevedad posible antes de que este imponente edificio colonial tenga igual suerte que los demás ingenios contemporáneos que funcionaron en la provincia de Azua, de los cuales solo se ven vestigios de sus fundaciones y las fundaciones o zapatas perdidas entre la maleza, el olvido y la indiferencia, causada por la absurda negación del pasado que caracteriza al pueblo dominicano.
Siendo esta infraestructura la mejor conservada de todos los ingenios coloniales que se construyeron en la zona de Azua, es obligatorio hacer todos los esfuerzos necesarios para su cuidado y evitar su colapso final.
Patrimonio Monumental debe asumir su cuidado, restaurarlo y ponerlo en condiciones de recibir visitas, ya que es un lugar sumamente importante para la promoción del turismo histórico y cultural de la región sur del país, como parte de la ruta de los ingenios que hace un tiempo creó esa dirección de patrimonio y que, al parecer, no se le está dando continuidad.
Considero que por este lugar es por donde debe iniciarse este recorrido para que la población dominicana conozca la imponencia de los ingenios coloniales que funcionaron en la zona de la Bahía de Ocoa desde el siglo XVl y pueda aquilatar el valor de lo que hemos perdido y el esplendor de lo que un día fuimos.
Sería también conveniente que el Comité Dominicano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), conforme a sus estatutos promueva acciones y realice gestiones para se conserve este monumento.
Es de suma importancia que el ing. de Diego Caballero en el Palmar de Ocoa pase a formar parte de la memoria colectiva del pueblo dominicano, que se restablezca el esplendor que otrora exhibió, que el eco de su molienda se escuche de nuevo y el dulzor de su azúcar embriague los paladares como uno de los recuerdos más valiosos de la historia de la caña en nuestro país.
Fuente: Listin Diario
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