De un tiempo hacia acá se ha convertido en hecho de moda el dueto feminicidio – suicidio, un fenómeno que debe preocupar y convocar acciones contundentes para erradicar o reducir. Años atrás el asunto solo era asesinar mujeres, ahora los victimarios concluyen en suicidio. Cosa satánica o demoníaca, sospechan los religiosos o cristianos. Pareciera algo sacado del cine, crimenes seriales pero con diversos ejecutantes.
En las redes sociales y medios formales vemos un enfoque quizás equivocado de la situación. No se puede hablar de imponer penas drásticas o hacer justicia porque, sencillamente, no hay sujeto para llevar a los tribunales. Los monstruos que están aniquilando mujeres se tiran el lazo o beben algo para quitarse de este mundo, acción última consumada en la mayoría de casos.
Siendo así, ¿cuál es la clave para enfrentar el problema? -advertir y prevenir antes de lamentar. Los antecedentes son prácticamente los mismos: parejas separadas y hombres obsesionados que no aceptan la ruptura; pleitos violentos y constantes; amenazas de muerte; celos infundados o no, entre otros. Los familiares, vecinos y todo el mundo sabe lo que está pasando pero nadie se mete en eso porque, a final de cuentas, es «pleito entre marido y mujer». Cuando ocurre la desgracia el universo sale cual jauría a ofrecer los datos que anticipaban el desastre.
Es evidente que se hace necesario cambiar la cultura, resetear el chip. El sistema de justicia debe introducir cambios y hay que legislar en otra dirección. Los potenciales feminicidas deben ser advertidos, trabajados de «azotea» y, si reinciden, alejados de las «muertas vivas». Las mujeres tienen que denunciar, aunque reconocemos que muchas están aterradas bajo amenazas o se han vuelto dependientes patológicas. El aparato judicial debe dejar de tomar a la ligera cuando una agredida interpone querella o advierte por cualquier medio. Hay que poner a resguardo las que dicen sentirse inseguras en su hábitat o entorno. Los familiares tienen la obligación moral de proteger la integridad de sus seres queridos, guste o no las «intromisiones justificadas». Yo prefiero un enemigo antes que llorar un muerto.
¡Joder tío!, como dirían los españoles, todo hombre que amenaza de muerte a una mujer, la maltrata en cualquier forma, persigue y hostiga ES UN CRIMINAL EN POTENCIA, aunque por ley no pueda tacharse oficialmente como tal. Solo es cuestión de tiempo, un factor detonante o gatillo para que ese tipo, quizás considerado que no mata una mosca o incapaz de pasar de las palabras a los hechos, haga correr la sangre. «El diablo jucha», el asunto no se va a detener si no hay cambio de estrategia mas allá de las campañas. Las bestias mandan mensajes mucho tiempo antes de cazar la presa pero, por alguna razón, no estamos leyendo o nos hacemos los chivos locos.
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