Un grave error que pueden cometer los gobernantes que les toca administrar el gobierno en medio del coronavirus es suponer que pueden enfrentar los nuevos problemas con las viejas recetas que funcionaban para la economía y la sociedad cuando el mundo no estaba bajo los efectos de esta pandemia.
Definitivamente, no. Todo el que se sabía las respuestas de las preguntas habituales, tiene que entender que hay nuevas preguntas y las respuestas que solían ser correctas tienen que pasar por la innovación y los campos experimentales de prueba-error.
Por eso es que un gobierno como el de Luis Abinader no puede aferrarse a un modelo de “desarrollo” que sustentado en gran proporción en el turismo, se paralizó y retrocedió peligrosamente en pocos meses después de la irrupción de la pandemia.
Un caso muy diferente fue el de las remesas, la “industria” más rentable de República Dominicana y una fuente dinamizadora del comercio y los servicios, que en medio de la pandemia, en lugar de reducir su aporte al producto, creció, esencialmente por los programas de asistencia en Estados Unidos.
Aquí y ahora hay una nueva realidad y no se podrá superar haciendo más de lo mismo, sino sacudiendo profundamente el cerebro para generar proyectos que den empleos sin mayores riesgos de contagio, que dinamicen el comercio y por tanto que muevan la demanda interna para que la industria, la agricultura y los servicios, también suban su actividad y creen nuevos puestos de trabajo.
Muy buen proyecto
En mi análisis de hace ocho días sugerí al gobierno lanzar un proyecto masivo de construcción de viviendas para clase media en todo el país para generar empleo y ventas, lo cual repercute en toda la economía.
Por lo visto ese proyecto estaba en carpeta del gobierno de Abinader y me llenó de entusiasmo cuando anteayer vi los detalles: un promedio de 15,000 viviendas por año, generación de 100,000 empleos y facilidades para adquirir las soluciones habitacionales.
Ese proyecto necesita algunos complementos indispensables, pues de lo contrario se convertirá en una solución social pero creará un problema sanitario adicional en tiempos de pandemia.
Construir 60,000 viviendas en cuatro años significa una mayor demanda de agua potable, recogida de basura, electricidad, transporte, habilitación de servicios médicos, planteles escolares, disponibilidad de internet, entre otros.
Lanzar un programa nacional de remodelación, ampliación y construcción de nuevos acueductos, a la par de una política eficaz de control de fugas y desperdicios de agua, es el complemento ideal para seguir generando empleo, cuidar la salud de la gente y mover el comercio que a su vez mueve a la agricultura y a la industria.
Con ese tipo de complemento se evitaría el colapso de servicios vitales para disfrutar de una buena calidad de vida.
No hacerlo equivale a provocar lo que está pasando en el transporte: importación masiva de vehículos particulares para transitar bajo largos taponamientos por las mismas calles de la capital y carreteras del país, que apenas han recibido mantenimiento, con excepción de los polos turísticos, que hoy tienen autopistas.
Endeudamiento
Después que Abinader asumió el control del gobierno, en solo cinco meses, ha contraído deudas con bonos soberanos por un aproximado de 7,000 millones de dólares.
En la situación actual, caracterizada por una caída significativa de los ingresos, endeudarse es una de las pocas alternativas que tiene este y cualquier gobierno, por lo que no es leal criticar esa captación de recursos para encarar los problemas del país.
El problema surge cuando se destinan esos recursos. Si van a gastos, estamos perdidos porque no hay retorno por ningún lado, salvo el ITBIS, y las deudas, definitivamente, se pagan.
Algo muy diferente es si una proporción importante del endeudamiento va a inversión en infraestructura, a programas de educación formal o adiestramiento técnico, a mejorar la administración de justicia, a terminar con el infierno carcelario o con el caos en el tránsito.
Para todo lo anterior se puede “coger prestado”, pero si es para saldar compromisos políticos con “compañeros que se fajaron, no saben hacer nada, pero no se pueden abandonar a su suerte”, podemos prepararnos para la hora postrera, que no es otra que el default o cesación de pagos por insolvencia.
Reforma tributaria
Andan por ahí altos funcionarios del gobierno de Abinader explicando que está en discusión en el Consejo Económico y Social un proyecto de “reforma fiscal” que debe consensuarse a más tardar en febrero.
Nada sorprendente si recordamos que el gobierno trató de pasar con el proyecto de presupuesto de este año, un aumento de los impuestos en medio de la pandemia, pero que rápidamente fue rechazado por la población y el propio presidente Abinader lo retiró luego de conseguir adelantos de la minera Barrick Pueblo Viejo y de los bancos comerciales.
No obstante, en su discurso para anunciar el retiro de ese “palo acechado”, Abinader advirtió que durante este año había que aprobar el “Pacto fiscal” que establece la Estrategia Nacional de Desarrollo.
Y la discusión, muy discreta ella, ya está en marcha y la intención del gobierno –según me dijo un empresario con conocimiento del propósito– es que hasta el agua pague ITBIS.
Naturalmente, esto motiva que me asalten las preguntas por montón… ¿Y el pronóstico del Banco Central no es que la economía puede crecer un 6% en 2021?
Y “en ese contexto”, como escribe Ricardo Santana… ¿no es mejor aprovechar ese crecimiento bárbaro para recaudar abundantemente con la tributación actual sin mandar más empresas a la quiebra?
Un buen economista no lanza una reforma tributaria para aumentar impuestos en dos circunstancias: Una, cuando la economía está en recesión; Dos, cuando la economía está en recuperación con un buen augurio de crecimiento porque se supone que las recaudaciones aumentarán de forma automática con el esquema de tributos vigente.
Si los actores económicos aceptan que es cierto que la economía dominicana puede crecer entre 4,5% (como dice el Banco Mundial confiando en la recuperación parcial del turismo, lo que creo improbable) y el 6% como dice el gobernador del Banco Central confiando en la eficacia de la vacuna contra el Covid-19, ¿para qué alterar el curso de ese círculo virtuoso con una reforma tributaria?
Hay que ser prácticos para entender el asunto: Un empresario tendría que ser muy tonto para coger un préstamo destinado a ampliar su empresa si sabe que tendrá que pagar más impuestos –al igual que sus clientes- en una situación en que más del 50% de las Mipymes colapsaron y cerca de un millón de empleados –del turismo y las Mipymes- quedaron sin empleo.
¡Pero la tierra es esférica y podemos seguir dando vueltas, como el perro por morderse el rabo!
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