Para nadie es un secreto que la aparición hace alrededor de un año del coronavirus nos anticipaba el cambio más drástico e impensable para esta generación. Pero bien dijo Charles Darwin en una de sus más conocidas frases: ¨No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio».
Ha llegado el momento que nadie esperaba y que nadie ha pedido, y todos los sectores de la sociedad mundial están puestos a prueba; nuestro país, que forma parte de esa sociedad no es la excepción, entonces podemos decir que ha llegado el momento de cambiar, de que viejos hábitos pasen a una gaveta mientras surgen nuevas formas de hacer lo habitual.
Debido a estos cambios, la educación pública de la Republica Dominicana tiene por delante un gran reto que debe superar, la tarea de salir airosa o de por lo menos llenar las expectativas que se han creado con la nueva forma de educar. No debemos ver solo el nivel básico o intermedio del sistema educativo; de mi parte me centraré en lo que me ha tocado vivir: la docencia virtual universitaria.
Mientras de una parte se hacen esfuerzos incalculables por parte de los involucrados en el proceso enseñanza-aprendizaje, por otro lado, queda en evidencia lo mucho que nos falta por recorrer para llegar a cerrar la brecha existente entre la educación superior privada versus la educación superior pública. Leemos en los medios, informaciones de como las universidades privadas del país destacan los logros alcanzados con la virtualidad, mientras que en la universidad estatal aun nos encontramos luchando con las carencias de ser el Alma Mater de los que no cuentan con los suficientes recursos económicos y que son los que realmente han sufrido las mayores consecuencias de la pandemia.
El reciente anuncio del relacionista publico de la UASD, Sr. Luis Pérez, donde afirma que esta institución no tiene planteado el regreso a la presencialidad para el próximo semestre 2021-01 nos pone a pensar que debemos aunar esfuerzos y lograr que la brecha digital ya existente en nuestro país, en vez de seguir ampliándose, se haga cada vez menor. En este aspecto debe ser un trabajo conjunto de todos los que de una forma u otra forman parte del proceso, ya que, la problemática involucra desde el suministro de la energía eléctrica, la conectividad eficiente, la competitividad del docente hasta la perseverancia del estudiante para lograr las metas. Sin la garantía de una electricidad estable, un internet más asequible y accesible, docentes bien preparados y estudiantes con aparatos tecnológicos adecuados, no se puede pensar en buenos resultados.
Hace un tiempo, en un debate entre colegas de las aulas, al ver la resistencia de algunos de ellos por la implementación de la educación virtual, me surgió una frase que he acuñado desde entonces, dice: «Lo que antes era una opción, hoy es una obligación». Debemos abrir nuestras mentes a la nueva modalidad y tratar que este proceso nos afecte positivamente sacando lo mejor de cada uno de nosotros, porque al final lo que cuenta es que no nos detenga un virus, sino que nos haga más fuertes.
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