Felipe Ciprián
Mientras los pueblos de América están en las calles ajustando cuentas con las recetas económico-sociales neoliberales que auspicia el Fondo Monetario Internacional (FMI), el pasado día 6 de octubre más de un millón de dominicanos votaron en primarias por candidatos conservadores, pero se expresaron elocuentemente en contra de los caudillos.
El casi millón de votos que obtuvo Gonzalo Castillo para derrotar a Leonel Fernández en el PLD, tres veces presidente y aspirando a ocho años más -por ahora-, junto al triunfo de Luis Abinader en el PRM ante Hipólito Mejía, demuestran que si bien el pueblo dominicano no está en la calle ni levanta masivamente opciones populares, al menos quiere deshacerse de los caudillos que consideran que solo ellos pueden ser presidentes y no dan oportunidad a nadie de ascender.
Ese resultado para escoger candidaturas presidenciales debió ser un signo alentador para el surgimiento de un nuevo liderazgo en el país y en los partidos, pero dos actuaciones políticas lo empañan a la vista de todos.
El pataleo de Leonel y la torpeza de Abinader que ve al PLD dividido, a Leonel hundido y en lugar de darlo por una baja muy conveniente para captar parte del voto anti-danilista, lo rescata y lo alienta a que compita y negocia con él candidaturas.
La rebelión de los hippies
Leonel perdió y cómo yo había advertido, gritó fraude e incluso advirtió que si se le cerraba la vía democrática para alcanzar el poder, “el pueblo” (es decir él) tenía la opción de hacer la revolución, insinuando que se justificaba la vía armada para zanjar diferencias de candidaturas en su morado partido.
Cuando Leonel, derrotado y haciendo cuentos de colores en discursos por televisión retrasados de días y horario vio que el empresariado, la Iglesia, el árbitro electoral y una parte de la prensa reprobaba su “rebelión” inexplicada y menos probada contra un “fraude”, renunció como llegó, en una noche otoñal.
Horas antes de la renuncia del día 20, el Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD) era entregado al expresidente en una denunciada negociación tan narcisista, que incluso cambia de nombre para llevar las iniciales del mayor caudillo de la política dominicana en el siglo XXI: LFP, acrónimo de Leonel Fernández Presidente. ¡Ofrézcome!
El PTD que consumió la juventud de Eduardo María, también conocido como Guayubín y con cédula de José González Espinosa; Esteban Díaz Jáquez, Iván Rodríguez, Ignacio Rodríguez Chiappini, José Oviedo Landestoy, y que respetaba la sangre de William Mieses, ahora es uno de los paracaídas de Leonel para seguir buscando controlar el poder.
Mientras Leonel aguarda el rechazo de su candidatura por otros partidos después de perder en el PLD, sus espalderos, conscientes de que es su oportunidad de salirse de la marginal para entrar en las avenidas del reparto del financiamiento a los partidos, pujan y hasta amenazan “con la fuerza del pueblo” -¿cuál pueblo?- si la JCE no acepta el transfuguismo en su caso. Leonel fue el único precandidato que violó al menos dos veces la Ley Electoral y la reglamentación de la JCE horas antes y durante la votación del 6 de octubre.
Fue Leonel quien violando la ley realizó una caravana de cierre precampaña e incluso llevó a la vicepresidente de la República, Margarita Cedeño, a besarse y caravanear, cuando las actividades de precampaña debían realizarse bajo techo.
No lo hizo Gonzalo, no lo hizo Abinader, no lo hizo Hipólito. Leonel sí lo hizo y la JCE se lo toleró a pesar de que ambos actos constituyeron delitos electorales.
Pero Leonel fue más lejos: poco después de votar en el sector Villa Juana, habló ante las cámaras de televisión, radio y prensa en general, al mediodía, para decir que todos los reportes le indicaban que él obtendría “una victoria arrolladora” en las primarias del PLD.
Es decir: cuando la jornada de votación estaba por la mitad, ya Leonel se estaba proclamando ganador, sin ninguna evidencia y continuando en campaña con toda impunidad.
Esas dos violaciones a la ley, más los preparativos previos para gritar fraude, lo motivaron a reaccionar ante la derrota no reconociéndola como hizo Hipólito, sino haciéndose la víctima. Y ahí anda, empecinado, buscando ser candidato tránsfuga.
La osadía de Leonel es similar a la de un jugador de la Loto que vio que estaban rifando 120 millones de pesos para el que obtuviera seis números. El hombre jugó, acertó en tres números y cogió para la empresa a reclamar el pago con el argumento de que se había ganado 60 millones porque si con seis habría obtenido 120 millones, con tres lo lógico era que ganara 60. Una especie de Jalisco.
Política sin rumbo
Si grave es que Leonel compitiera y perdiera frente a un “novato del año” (Gonzalo) sacado a última hora para detenerlo precisamente a él en solo 64 días de precampaña, peor aun es que el candidato del PRM, Luis Abinader, se preste a resucitarlo para contribuir a que Leonel se coloque como la segunda fuerza electoral y mantenga un número de legisladores importante en el nuevo Congreso.
La división del PLD era la oportunidad de oro para forjar un gran frente opositor, pero sin Leonel ni Hipólito, con un programa que incluyera las reivindicaciones de la lucha anticorrupción, contra el reeleccionismo, por los derechos de la mujer y la juventud, por mayor participación política de los sectores populares, por la solidaridad de los pueblos en lucha en todo el continente, por participación democrática en los partidos y que terminen los acuerdos de aposento.
Pero Abinader y el PRM, en lugar de hacer de su candidatura una opción popular de cambio, quieren salir a correr por la tercera base para servirle de plataforma a Leonel para que saque más legisladores que ellos y se coloque como el competidor de Gonzalo para una eventual segunda vuelta en las presidenciales.
Este pueblo merecía una competencia electoral renovada donde Abinader y Gonzalo, que ganaron las primarias, que no se caracterizan por menospreciar a sus adversarios, que representan a generaciones jóvenes, que pueden exponer sus fundamentos programáticos, se disputaran el electorado junto a Guillermo Moreno y otros aspirantes presidenciales.
En lugar de eso, viviremos de incidente en incidente, de denuncia en denuncia, de tribunal en tribunal, porque Leonel no acepta nada que no sea la Presidencia de la República, pero ella se le aleja cada día más porque no es verdad que después de la incertidumbre que él ha propiciado en la economía y la afectación de la credibilidad del órgano electoral, va a recomponer su imagen.
A Abinader le va a pasar como a los dos hombres que se fueron a machetazos en las lomas de Ocoa porque uno le dijo al otro “pisa burra”. Los afilados “Collins Nicholson” hicieron su trabajo casi cercenando ambos cuellos de los contendientes y mientras se desangraban en su tránsito a la muerte, uno deliraba repitiendo “pisa burra”, mientras el otro susurraba: “¡Gañé, gañé!”.
Una versión dominicana de la victoria del rey griego Pirro en la batalla de Heraclea, junto al río Sinni.
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