El pasado sábado, participé en la presentación de memorias y rendición de cuentas del Distrito Educativo 03-03, con relación al año escolar 2020-2021. Una actividad donde la directora distrital, profesora Sandra Encarnación, presentó el trabajo realizado junto a su valioso equipo. A pesar de ser un día cargado de llamativas actividades, la convocatoria fue exitosa y llenó totalmente las expectativas. En esa actividad se anunció que estas memorias estarán disponibles por todas las vías pertinentes, incluyendo la digital. Es decir, estarán accesibles para todo el mundo.
Así ha pasado con varios funcionarios que manejan carteras locales o que representan al pueblo: les han brindado al pueblo la oportunidad de conocer detalladamente sus manejos. Pero preocupa que algunos no acaten esta obligación y se hagan los desentendidos, apostando a una República Dominicana que queremos dejar en el olvido; la de la prepotencia, el descaro y el irrespeto. Con un comportamiento sinuoso, por un lado exaltan la transparencia pero por el otro la desdeñan.
Estamos cambiando y el ejemplo se está dando desde las más altas instancias. En la administración pública, cada vez caben menos quienes pretenden manejar sus funciones como si se tratase de un potrero particular. Esos que tratan a todo aquél que les exige rendición de cuentas, como “envidioso”, “fresco” o cualquier otra condición denostativa.
Cuando se le agregan un poco de sentimiento y dos lágrimas de cocodrilo, los funcionarios que no quieren rendir cuentas claras se camuflan como víctimas ante sus ciegos seguidores y propician el odio y el ataque irracional sobre sus cuestionadores. ¡Cómo si no fuese un derecho cuestionar! ¡Cómo si no fuese su deber ser totalmente transparentes! Se creen dioses del Olimpo.
Cuando sucede en la prensa, entonces los periodistas son tildados de asalariados, «mandaderos», etc. Olvidan sus detractores que la naturaleza misma y el deber de la prensa es hurgar, cuestionar y buscar claridad. Lo demás cabe en el plano de las relaciones públicas.
Si nuestra Constitución Dominicana, en su artículo 114, instruye al mismo Presidente de la República a rendir cuentas explícitas, y así lo hace, no tiene asidero alguno la pretensión de funcionarios de menor nivel (empleados públicos que manejan el dinero de todos), a resistirse a hacer lo mismo.
Hay que seguir el ejemplo de Duarte; el mismo Duarte tantas veces citado en discursos carentes de sinceridad, por gente que ni cree en su sacrificio ni en los buenos principios que dejó como parte de su legado. El Duarte convertido en poesía por gente que no es poeta y convertido en estrofa por gente que no compone canciones.
Duarte, como General de Brigada, rindió cuentas claras y manejó con frugalidad el dinero puesto en sus manos por la Junta Central Gubernativa. De $1,000 pesos fuertes asignados, gastó $173, mostrando en su informe detalles como “2 pesos de plátanos para las tropas”. Le quedaron $827 pesos, los cuales devolvió.
Es urgente e importante un cambio generalizado en la cultura del servidor público, a todos los niveles. A fin de cuentas el servicio público, más que un canal de privilegios, es una efímera vía de servicios, que le brinda la oportunidad a la gente de servirle a su pueblo y de ganarse su afecto de manera indefinida. Quienes no se adapten a esto, verán el mundo cambiar ante sus ojos y la nueva cultura política les sacará la alfombra, provocando caídas de las que no podrán recuperarse.
Hay que imitar a Duarte, pero de verdad.
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