Por: Enrique Chalas Velázquez
En nuestro país de cuando en vez llama la atención lo activo de algunos embajadores acreditados aquí, de igual manera también son evaluados los nuestros en otras naciones.
En algunos casos las iniciativas responden a definiciones desde su cancillería y también de calidades y cualidades del jefe de misión de que se trate.
Sin ánimo de hacer recomendaciones o definir pautas, me resulta pertinente hacer algunas sugerencias que ayudan a dar identidad propia y singular al ejercicio de la diplomacia en el país receptor.
Resulta pertinente el agenciarse del conocimiento de la historia, las costumbres, los valores y las particularidades de la nación que nos acredita porque este punto de partida permite el entendimiento de la matriz socioeconómica que nos rodea.
Evitar el egocentrismo, tendencia a calificar y a visualiza la sociedad receptora a partir de la nuestra.
Esta desviación ha tenido consecuencias funestas en las relaciones entre países, aun de una misma región, pero con una sociedad construida con historias diferentes. Incluso en tertulias informales resulta desagradable este vicio sociológico.
El diplomático debe ser fuentes de informaciones confiables, en tanto se le atribuye independencia y objetividad en la observación de los eventos políticos y económicos de un país. Esto plantea que el diplomático está convocado al abandono del sesgo ideológico que nos limita en una visión objetiva de los acontecimientos.
En algunos casos resulta lamentable que un funcionario diplomático agote varios años en una misión y no conozca la geografía y la población del mismo y que no haya visitado sus pueblos remotos, sus fronteras, sus celebraciones locales, en fin, que no estudie su geográfica humana y económica.
Buenas fuentes de informaciones, los medios de comunicación constituyen insumos para cumplir con la misión de alimentar a nuestro gobierno de informaciones puntuales, pero las mismas se completa cuando se logra superar ese marco y se dispone de fuentes confiables basada en actores sociales participantes de los eventos sociales, políticos y económicos. Académicos, intelectuales, empresarios y gentes del pueblo permiten una visión más terminada y que no contengan los niveles de contaminación informática de los medios tradicionales.
Estas ideas pueden tener validez en momentos que nuevos miembros de nuestro cuerpo diplomático asumen en varias misiones.
El autor es Diplomático y Catedrático Universitario
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