Por Miguel Soto E.
La verdad no existe. La realidad es vestible. La pleitesía paga dividendos. Criticar escrita u oralmente es, estar en contra. Resaltar y motivar acciones positivas es cobrar.
Las relaciones públicas no son relaciones públicas, son la simple compra de cerebros y el manejo de la decencia en la inmoral paga de sólo informar lo que engrandezca y minimizar lo que pueda achicar a quien paga.
Mira como en la misma semana que inicio éste artículo, suceden destapes judiciales alrededor del tema. Dios sabe que ha sido casualidad y la verdad decepciona que suceda en hombres en quienes uno aparentemente invirtió mal su tiempo…
Pero déjeme retomar el punto, porque lamentablemente no son ellos los únicos y en cada municipio incluyendo el nuestro existen sus clon.
¿Dictadura de la comunicación?
Si.
La dictadura de la comunicación inicia en el segundo gobierno de Joaquín Balaguer, cuando el líder reformista entiende que si pudo doblar el pulso de la dirigente sindical aquella, porque no intentarlo con los comunicadores?
El tema no se hizo tan vulgar y mostró sus faldas como en el caso del Banco aquel, que ni siquiera una sentencia de la Suprema amaino la fiereza con que comunicadores llamados honestos y defensores del pueblo se empoderaron defendiendo lo indefendible en hombres y mujeres que provocaron uno de los ollos financieros que más nos ha castigado y que puso en peligro la estabilidad del sistema democrático.
Puedes defender tus intereses, pero no acosta de volver la verdad mentira y la mentira verdad.
Directores de periódicos y comunicadores coludidos con el tema, no tenían compromisos publicitarios si no que sus posibilidades alcanzaban todo el espectro cerebral.
La naturaleza humana en una formación carente de valores, no hizo que tipos capaces en vez de cambiar la historia la repitan constantemente.
La comunicación es la dictadura de la ética y el valor de la verdad y, obtener la confianza de la población desde un organismo sindical o estar en un programa es obtención casi segura de una negociación cerebral que dictatorialme se usará en beneficio de los intereses particulares perdiendo la perspectiva de la realidad y el deber de informar, orientar y entretener en el precepto de que caiga quien caiga.
Hoy no es un banco, es una envoltura mayor.
Pero en lo particular no me preocupa la evolución judicial, lo que me asusta es su imperiosa intervención en cerebros comunicacionales en quienes la ciudadanía deposita su confianza; lo que preocupa es que el cielo es azul pero si tengo que tirar una bomba para que sea gris lo hago.
¿Tienen que morirse de hambre los comunicadores?
¿Tienen que ser pobres siempre los comunicadores?
Si es el precio de ser honesto, ético y responsable pues si.
Sin embargo, el progreso basado en talento, en respeto a la verdad, a la publicidad sin compromisos cerebrales hace posible construir vida cómoda y holgada.
La Dictadura de la Comunicación debe ser sobre la crítica constructiva al Estado en búsqueda de la mejoría de los servicios que debe dar a la población.
La Dictadura de la Comunicación tiene que resaltar lo positivo del Estado buscando consolidar las conductas efectivas y repetibles, asentando los valores que requerimos.
La Dictadura de la Comunicación tiene que ser defensora del empresariado, sin desconocer que su compromiso primero es con los descamisados y sin poder.
La Dictadura de la Comunicación tiene que educar hacia la superación y el impulso de las actividades económicas que capitalicen el poder ser.
La Dictadura de la Comunicación debe cumplir funciones de Estado despojándose de miedos y caídas; asumiendo que primero es ciudadano común y luego es gobierno.
Cada uno actúa como se le pegue la gana, pero estoy convencido que siendo marioneta e instrumento pervertido de comunicación no se gana más que comodidad material, pero se pierden en el camino los valores y moral, se pierde el derecho de respirar el mismo oxígeno que el pueblo común… de aquel que se induce por necesidad, no por convicción.
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