Por:Felipe Ciprián
La de Danilo Medina y Leonel Fernández es una lucha semejante a un combate de boxeo entre Mike Tyson y el cantante Johnny Ventura (perdón maestro del merengue por tomarlo como ejemplo) donde el primero ataca y ataca, y el segundo mira televisión a la espera del golpe fulminante que lo derribe, y cuando le cuenten hasta diez, es la víctima.
Sus seguidores ven un knock out tras otro y el boxeador no reacciona, aunque de alguna manera persiste, persiste y persiste tratando de hacerse campeón para desde arriba -así, ¡qué fácil es!- replantear la agenda y asirse a la «teoría del sobrecito» que él mismo explicó muy bien para justificar el cambio de liderazgo mediante el clientelismo gubernamental.
Y me introduzco por el boxeo porque mientras fieles seguidores de Leonel -saludos José Izquierdo, Abel, Maldonado, Almeyda- ocupaban las primeras planas de los periódicos para defender la causa leonelista ante los aprestos danilistas a lo interno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el expresidente dedicaba su artículo a página completa del pasado lunes 5 de febrero de 2018 en el Listín Diario, a resaltar las cualidades del gran atleta y mejor ser humano, Vladimir Guerrero.
Leonel se reitera en una práctica política errática porque contrario a la prédica martiana de que «los que van al frente tienen que ver más lejos», se abandona del tema que ocupa a sus parciales y se refugia en un elogio -merecido he dicho- a un atleta revestido de humildad.
La decisión del Comité Político
Y en eso llegó la inesperada convocatoria del Comité Político del PLD del lunes 5 de febrero de 2018 donde decidió delegar su responsabilidad política a los legisladores en el tema de la aprobación de la Ley de Partidos y la modificación del Régimen Electoral.
El organismo del partido gobernante que durante la pasada legislatura paralizó el trabajo de la comisión bicameral que avanzó tanto en la discusión de la Ley de Partidos, cinco meses después dice que no tiene decisión y que deja a los legisladores en libertad de votar a conveniencia por primarias abiertas o cerradas.
¡Oh, tío Bo! Eso significa que el PLD lleva fuera de su ámbito el debate sobre el punto (tipo de primarias para escoger candidatos) que paraliza la anhelada y requerida por la Junta Central Electoral, Ley de Partidos.
¿Qué puede pasar en el Congreso?
Los danilistas tienen evidente mayoría calificada para pasar la ley con primarias abiertas en el Senado, pero no la tienen en la Cámara de Diputados donde los leonelistas y la mayoría de los opositores al gobierno frenarían esa aprobación o harían un voto mayoritario contrario.
Dudo mucho que el equipo de Danilo acepte las primarias cerradas, pero tampoco creo que vaya a una lucha tenaz contra las primarias abiertas.
Y no lo necesita porque al estar en el poder, le conviene relativamente que la ley se entrampe en el Congreso y todo siga igual: sin reglas legales -aunque la Junta puede imponerlas administrativamente, lo que nunca haría golpeando al gobierno que le suple el presupuesto- porque eso le permite luchar con ventajas tanto contra Leonel como contra un eventual bloque opositor de todos sus oponentes, incluido el mismo Leonel.
Vistas las cosas en esa perspectiva, la decisión del Comité Político del PLD puede resultar -muy probablemente- en que se apruebe la Ley de Partidos con primarias abiertas en el Senado, con primarias cerradas en la Cámara de Diputados, lo que significa otro tranque y que el país se quede sin Ley de Partidos y con el desajuste ventajoso actual de los partidarios de la reelección a cualquier nivel.
Los partidos «emergentes» seguirían sin posibilidad de repuntar porque la competencia tan desigual los seguiría condenando a ser bisagras inútiles para su causa y sus «principios», mientras el grupo dominante en el PLD seguirá comiendo al ritmo de mandíbulas batientes.
La confrontación Leonel-Danilo
Descartado el debate al interior del PLD sobre las primarias, el laburo para definir si habrá Ley de Partidos con primarias abiertas pasa esencialmente a las organizaciones políticas con representación legislativa, en las que tanto el danilismo como el leonelismo tratarán de sumar aliados para cada causa.
La mayoría de la oposición está con las primarias con el padrón de cada partido, pero no tiene mayoría en el Congreso Nacional.
Esas fuerzas parlamentarias coincidirán con las de Leonel pero no sumarán votos suficientes para imponerse o persuadir a los danilistas de acoger esta fórmula democrática, que digo una vez más que es la correcta, la que reconoce el derecho de los miembros de los partidos y la que está alineada con la Constitución de la República Dominicana. ¡Coincidencia total con Leonel!
El Partido Revolucionario Dominicano (PRD), cooptado por el gobierno tras su apoyo a la reelección, está alineado con las primarias abiertas que favorece Danilo, pero no le haría nada mal que las reglas actuales queden iguales para beneficio de su patrón.
El problema es que si un «aborto de la naturaleza» permitiera que se aprobara la Ley de Partidos con primarias cerradas, a Danilo le quedaría -como Presidente de la República- el recurso de la observación de la ley y seguiría posponiendo el desenlace del conflicto en el PLD para que Leonel no tenga tiempo de «armar el muñeco» que lo lleve como candidato de una coalición opositora a la candidatura de Danilo a la reelección, que yo sigo considerando un hecho.
Lo más probable es que la Ley de Partidos no se apruebe -por ese impasse- y en caso de que pase, entonces tendrá que obviar el aspecto de las primarias.
Esa ley entonces congelaría la competencia desigual y los reeleccionistas a todos los niveles van a seguir con una ventaja incomparable frente a cualquiera que no sea Presidente, senador, diputado, alcalde, concejal o alicate de uno de ellos.
En esas condiciones Leonel y la oposición a la reelección de Danilo tendrían que hacer un acto supremo de humildad: ir a un proceso de validación ciudadana, sin trampas, sin marrullas, para escoger un candidato presidencial anti-reeleccionista que programáticamente fije reglas para acudir a las elecciones de 2020 tras un gobierno de transición que convoque a una Constituyente con electores populares, y reordene el sistema institucional del país para terminar con la reelección consecutiva a todos los niveles y suprima el clientelismo desde los órganos de gobierno.
Pero hablando de beisbol -o de boxeo- no se convocan multitudes para tomar la Bastilla, aunque se puede ver mucha televisión, mientras Danilo se reelige por otros cuatro años, que siempre serán «los últimos» de cada período.
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