Felipe Ciprián
Hasta el día de hoy la impunidad -no solo para los culpables de corrupción pero principalmente- es el mayor estímulo para quienes una y otra vez se atreven a asaltar, agredir, asesinar y robar.
Como los asaltantes ven que no hay consecuencias -ni las primeras ni las últimas-, asaltan una vez y tan pronto tienen la oportunidad, vuelven a hacerlo porque si estando prófugo y «perseguido» por el Ministerio úblico y la Policía Nacional, un delincuente llamado Brayan Félix Paulino es detenido, encarcelado e identificado plenamente, pero en cuestión de horas sale de la prisión después de sobornar con 25,000 pesos (o contar con la negligencia) de cinco oficiales y un sargento de la Policía, cuál pudo ser la conclusión lógica de este delincuente: ¡Asaltar otra mensajería de un banco como ya había hecho en dos ocasiones y lo hizo pocos días después!
A mí nunca se me ocurriría agredir verbal y menos físicamente a un policía que por 5,800 pesos al mes pasa 12 horas viabilizando el tránsito en ciudades donde la mayoría de los conductores tienen menos urbanidad que un jabalí, pero si Eduardo Villamán Fadul, sobrino de Ramón (Monchy) Fadul, entonces ministro de Interior, violó la ley de tránsito el 28 de mayo de 2015 conduciendo la jeepeta placa oficial No. 0C11329 en una avenida de Santiago y cuando dos miembros de la AMET lo detuvieron y trataron de llenarle un formulario para el pago de una multa lo que este señor hizo fue descargarle una agresión verbal de cabaret y más aun, aplastarle y fracturarle un pie a uno de los policías tirándole el vehículo encima y no pasó absolutamente nada, no hubo consecuencias, comprendo (pero no comparto) que la joven Lourdes Jaqueline Rodríguez Peña le diera una bofetada al policía Diego Canario Montero, en la avenida Duarte de la capital, cuando esta semana trató de hacerle cumplir la ley que obliga a transitar con la renovación de placa.
Si el señor Rubén Darío Bonilla Beriguete se la lucía golpeando a su mujer, Saturnina Ramos, de 26 años, y ante la imposibilidad de enfrentarlo acudió al Ministerio Público en busca de protección y el fiscal le dio un escrito llamado «orden de alejamiento» para que se lo entregara a su agresor marido, se entiende (pero se deplora) que este viera en ese «atrevimiento» de Saturnina un desafío a «un hombre» y en lugar de alejarse y dejar a esa infeliz en paz, saca un puñal y le asesta 15 estocadas que acaban con su vida y arruinan el futuro de sus tres hijitos menores que hoy son víctimas de la impunidad en Anamuya, Higüey.
Si el 27 de agosto de 2013 la presidente de la Cámara de Cuentas, Licelot Marte de Barrios, declaró a la prensa que «con los recursos que se distraen a través de las distintas instancias del Estado se podrían hacer dos República Dominicana», y lo que es peor, ella misma dijo -y yo se lo creo plenamente- que «la fiscalización que realizamos a través de la Cámara de Cuentas no la quiere nadie porque no hay una cultura de rendición de cuentas en el país, como en muchos otros países», hay que comprender por qué tantos funcionarios no quisieron hacer su declaración de patrimonio como manda la ley.
El escándalo de los sobornos de Odebrecht por 92 millones de dólares es el «Pico Duarte» de la ambición de políticos variopintos que se convirtieron en funcionarios, comenzaron «picoteando» el pastel del Estado y evolucionaron a insaciables devoradores del erario, lo que explica que se hagan trampas dentro de sus mismos partidos para controlar los pasillos que llevan al poder.
No queda duda: la impunidad es la abeja reina del panal de la corrupción y un verdadero problema nacional que no será fácil resolver sin la participación de millones de dominicanos que amen a su nación y estén dispuestos a sacrificarse por ella, no a permitir que la sigan sacrificando a ella. Si eso comienza con la marcha de este domingo 22 por el fin de la impunidad: ¡Bienvenida y exitosa sea!
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