Si al conductor de un camión cargado y que va por una autopista se le ocurriera acelerar la marcha y a la vez clavar la palanca del freno, el vehículo pesado terminaría obedeciendo al freno y no al acelerador, aunque probablemente haga un giro brusco, obstruyendo la vía, si está en una recta.
Si al momento del conductor hacer tan absurda maniobra se encuentra en una curva o en una pendiente, lo más probable es que tenga un accidente y tanto la vida de las personas como la carga, sufran daños.
Si esa suposición tiene lógica, solo la he puesto ahí como ejemplo de lo que puede pasar en el país si el gobierno (que conduce el camión) se lanza por la pendiente jabonosa de combinar en un mismo momento y lugar: alto endeudamiento y aumento de impuestos, en un contexto de creciente despido de empleados, cierre de negocios y colapso del turismo.
Una de dos
El gobierno de Luis Abinader –como tampoco el de Donald Trump- es culpable de la irrupción del coronavirus que provoca Covid-19 y que para contenerlo hizo necesario el cierre casi total de las operaciones productivas y de negocios.
Pero el de aquí y los gobiernos de todos los países son los responsables de actuar para contener la pandemia, salvar a la población y luego definir los senderos para reorganizar la “vida normal” que incluye reactivar la economía, llenar las escuelas de personas preparándose, dinamizar los servicios y reabrir la vida social en general.
Para eso tiene que decidir si la prioridad es pisar el acelerador del camión o meterle el freno, porque los dos a la vez conducen al precipicio.
Este tiempo es para acelerar las actividades productivas en los sectores que permitan crear riquezas para el mercado interno y las exportaciones, sin que se conviertan en una pista de libre navegación del Covid-19.
Esa aceleración es posible con políticas públicas orientadas a facilitar la inyección de capital para la producción y el consumo, abriendo proyectos gigantes de infraestructura esencial, soluciones a situaciones anacrónicas como el caos del tránsito, el perverso sistema carcelario, el déficit de viviendas, la carencia de agua potable con calidad y continuidad en los hogares e industrias, las carreteras y caminos de los municipios, entre otros.
Algunos de esos proyectos ya han sido anunciados por el gobierno y yo me alegro porque serán fuentes de empleo y eso a su vez moviliza la demanda de todo tipo de mercancías, lo que provoca mayor dinamismo de la industria, la agropecuaria y activa el comercio.
Pero si el gobierno entiende que este es el momento de provocar un aceleramiento de las actividades productivas y de negocios, no le puede meter la palanca del freno con una reforma tributaria.
Reforma tributaria
A finales del mes de enero el gobierno publicó en la prensa un extenso espacio pagado donde informa que las empresas del sector turístico, desde los más grandes hoteles hasta las más modestas agencias de viajes aéreos y marítimos, quedaban exoneradas de pagar anticipos de impuestos por determinados períodos.
Cuando lo vi y leí una por una las empresas beneficiarias de esta exoneración, me pareció correcta porque ese sector está colapsado y no se le puede obligar a pagar impuestos cuando lo que está teniendo es pérdidas.
Pero ¿puede un vendedor de coco de agua pagar ITBIS por una fundita de agua, un plátano o un huevo que compre en un supermercado?
Si la reforma tributaria se concreta, que no es otra cosa que aumento de impuestos con gasto discrecional del Estado, el gobierno tiene que prepararse para ver cómo lo que hace con las manos (acelerar la economía) lo desbarata con los pies (aumentar los impuestos).
Y será así porque las facilidades crediticias se quedarán en los bancos porque ningún empresario con dos dedos de frente se va a arriesgar a endeudarse para improvisar negocios en medio de una pandemia incontrolada si además le advierten que habrá que subir la carga tributaria para las ganancias, las operaciones de venta, los salarios y los bienes muebles e inmuebles.
Habría que estar loco para hacer ese sacrifico o tener el instinto animal de convertirse en el cuarto padre de la patria, después de los inmortales Duarte, Sánchez y Mella.
Nadie duda de que el gobierno necesita mayores ingresos para hacer frente a los compromisos de mantener el funcionamiento del aparato estatal, dar respuesta efectiva a la pandemia, entre otras, pero… ¿acaso este es el momento apropiado para subir impuestos?
Anoten ahí: Si suben los impuestos, incluso los indirectos, crecerá la ya grande evasión fiscal porque empresarios y personas saben muy bien cómo burlar al fisco en todo tipo de operaciones financieras y comerciales.
Aquí hay una ley anti lavado muy clara que establece que es ilegal hacer pagos en efectivo por un monto mayor a 10,000 dólares o su equivalente en pesos.
¿Quiere alguien meterme a mí la enema de que esos dominicanos que viven en Boston, Nueva York y Miami compran un cheque de administración bancaria cuando adquieren una casa, una finca o un negocio en bancarrota en República Dominicana?
¡Ay no, tío! Ellos dan RD$500,000 aquí en efectivo y “allá” completan el pago en dólares que quedan momentáneamente en el exterior, pero que llegan luego como remesas o montados en “mulas”. ¡It’s the same!
Endeudamiento
El dominicano, como los gobiernos de los otros países, se está endeudando en proporciones nunca vistas hasta ahora.
Pero no tienen opciones. Reitero que no critico el endeudamiento de este gobierno, sobre todo si es para combatir la pandemia y estimular la producción agropecuaria, modernizar los servicios, apoyar la industria, los emprendimientos y negocios en general que no se conviertan en un invernadero de contagios del Covid-19.
Naturalmente, esas deudas se tendrán que pagar y eso solo será posible si los financiamientos van a sectores que están en capacidad de producir, no solo de consumir y recapitalizarse luego de las pérdidas del año pasado, porque así nos iríamos a la cesación de pagos y nos tendríamos que conformar con comer casabe de yuca amarga con manteca de cerdo importado.
Esa dieta ya indigesta a muchos políticos y nuevos potentados que nacieron con comadronas en camas “Colombina” y al crecer dormían en barbacoas que tenían como colchón las yaguas que deshoja la palma real, emblema del Partido Dominicano.
Pero esos tiempos quedaron atrás porque esos personajes hicieron carrera política o sintonizaron con la “cuña, el cabildeo y la sumisión”, que enajena más que la cocaína.
De paleteros, sastres y pulperos, saltaron a “empresarios” con directas conexiones con funcionarios que funcionan porque son “políticos” y aunque el pobladito donde nacieron no tenga agua, ellos tienen piscinas y estanques para sus peces y tortugas con miles de galones que cambian con frecuencia porque el aspecto no gusta a la doña, la novia o el novio.
El “morir soñando”, mezcla de leche con jugo de naranja y azúcar, ya no es aconsejable, porque indigesta.
Si se trata de acelerar la dinámica productiva y comercial, dejen el freno de los impuestos quieto, porque ambas no pueden convivir con éxito. Habrá un tiempo más apropiado para aumentar impuestos.
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