Por Francisco Luciano
El establecimiento de las relaciones diplomáticas entre la República Dominicana y la República Popular China, es un asunto que no podía dilatarse más, pues en cierto modo, mantener el adefesio de conceder la primacía a Taiwán, era como negar la historia, asumiendo la conducta del avestruz que esconde la cabeza dejando el cuerpo expuesto.
Nuestras relaciones con Taiwán fueron una imposición de la guerra fría en los momentos en que el mundo se dividía en dos grandes bloques ideológicos polarizados y la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, hechura al servicio de los intereses de Estados Unidos y ubicado en el área de influencia de esta súper potencia asumió la línea. Era la época de las dos Alemania, los dos Vietnam, las dos Coreas y por supuesto de las dos Chinas.
Hoy el mundo es totalmente diferente y la renuncia al proteccionismo por vía de diversos y diferentes tratados comerciales, ha generado un nuevo orden basado en criterios totalmente diferentes a los que dieron origen de las relaciones con Taiwán. Ahora el panorama es más esclarecido y resulta cuesta arriba continuar de espaldas a la realidad social, económica y política del mundo. Negar que China Popular, es la única y verdadera China, no parecería ser apropiado para un gobierno encabezado por el partido político de Juan Bosch, quien siempre predicó el principio de que la verdadera China, es la continental.
La geopolítica y el comercio, tienen en China a uno de los países líderes en diversos aspectos del acontecer mundial, con el cual mantenemos un comercio diez veces superior al que sostenemos con Taiwán, pero que además es el mercado de consumidores más grande que tiene la humanidad y que además sostiene una política de respeto absoluto a los asuntos internos de las demás naciones relacionadas.
Con su decisión la República Dominicana ha corregido una injusticia que no podía continuar en un mundo que se dice democrático, por lo que no tiene asidero la campaña de la despechada Taiwán y de una parte del ala conservadora en Estados Unidos que pretende desacreditar el paso de nuestra nación, bajo la peregrina acusación de que se ha realizado por una oferta para invertir en nuestro territorio abundante dinero.
La acusación es ofensiva, pues ya habíamos hecho lo propio con Cuba en la década de 1990 y está clarito que no fueron esas las razones que primaron para adoptar la decisión.
Desde luego que, sabiendo que las buenas relaciones entre las naciones promueven la cooperación y el intercambio, en el marco de la reciprocidad, no puede extrañar que siendo China la segunda economía del mundo y viviendo un estado pleno de expansión de la misma, trate de encontrar nichos para colocar inversión de sus capitales en un país que como la República Dominicana sostiene una económica en crecimiento y que a su vez requiere inversiones de diversas para sostener el crecimiento y aumentar la capacidad para satisfacer las crecientes necesidades su población.
La decisión del presidente Danilo Medina, constituye un acto de audacia que hace justicia al laborioso pueblo chino, al tiempo que abre las puertas a los productores dominicanos para que puedan buscar nichos de mercados para colocar sus productos en una nación que cada día aumenta la capacidad de compra de su población. El auspicioso espacio que se apertura al volver la mirada hacia el gigante asiático será absolutamente beneficioso para ambas partes y esto se podrá verificar en el devenir.
El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD.
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