La población ha reaccionado escandalizada ante el abusivo y descarado accionar de un individuo que, luego de un accidente, procedió a golpear a una mujer en Baní, dejándola tendida en el pavimento.
Con sobrada razón, la gente ha exigido justicia y al momento de la redacción de este breve escrito, las autoridades andan tras la pista del agresor. En este episodio, las cámaras jugaron un papel determinante, pues fue gracias a una grabación que se pudo identificar al abusivo individuo.
Pero conjuntamente con el minucioso seguimiento dado al caso de marras, salen a la luz pública imágenes claras de un grupo de atracadores motorizados, que despojan de sus pertenencias a incautos transeúntes de una zona comercial de la capital.
Sin ánimos de restar importancia al escándalo de Baní, muchos comparan hasta donde es posible y comentan tanto de manera cautelosa, como en alta voz, la necesidad de que a casos como estos se les de el debido seguimiento, aunque no alcancen la relevancia mediática de las bofetadas del abusivo vecino banilejo.
Es que aunque los atracos se han convertido en odiosas escenas repetitivas, que a nadie sorprenden (a excepción de los afectados), la población se niega a aceptar que los cacos se apoderen de las calles.
Con el accidente y la agresión a la fémina, se abre un capítulo de exigencia comunitaria: hay que darle el mismo trato y seguimiento a los atracos, que muchas veces terminan en asesinatos. Es que la gente sabe que si se declara guerra abierta a los antisociales, más temprano que tarde descansaremos de ese cáncer maldito.
Nuestro voto y apoyo a la autoridad, para que se aproveche la ola mediática generada con el tumulto y se abra guerra sin cuartel contra los atracadores que amenazan a cada dominicano.
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