Cuando se desconoce la magnitud de la pandemia que sacude al mundo desde hace 13 meses, por ignorancia o por negarse a aceptar la realidad y pagar el precio de afrontarla, se puede caer en todo tipo de exceso, y el peor de todos es el que puede llevar a una sociedad a contar las muertes por decenas de miles y los lisiados por centenas de miles o millones.
Ese es el riesgo que se corre actualmente en el país y en cualquier otro que no ponga el grueso de los recursos, las mejores capacidades y la voluntad colectiva principalmente a reducir los espacios de contagio del coronavirus, diagnosticar a todos los infectados –principalmente a los asintomáticos que son los que más propagan el virus–, tratar a los enfermos y rastrear eficazmente a todos sus contactos.
La prioridad es salvar la vida de las personas y sobre todo, evitar que se contagie una gran proporción de la población, porque tras enfermarse, la propagación es indetenible en su círculo laboral, social, familiar, vecinal y luego municipal y nacional.
Sobran las voces de gente que quiere dar prioridad a la apertura de la economía para salvar las empresas, el empleo, la producción y el comercio, los que combinados con quienes piden libre circulación 24 horas al día, forman el coctel perfecto para que el Covid-19 se haga eterno.
En esto hay importantes líderes políticos y sus subordinados, que ven en el auge de la economía y el funcionamiento del comercio, la prioridad de la hora. Pudiera nombrarlos, pero es irrelevante porque ellos hablan públicamente y tienen todo el espacio en los medios para propagar sus “verdades”.
Están en un error secuencial.
Me gustaría saber si en el hipotético caso de que su apartamento se esté quemando, llegan los bomberos y comienzan a luchar contra el fuego, ellos son capaces de decirle a la señora del servicio doméstico que no pare de cocinar aunque ponga en riesgo su vida, mientras el incendio sigue consumiendo techos y debilitando vigas.
Estoy seguro que quienes ahora proponen al gobierno que abra la economía más de lo que está y permita el libre tránsito 24 horas, nunca darán prioridad a que se cocine en su apartamento en medio del fuego, sino que primero se apague, se salven las personas y luego que pase el peligro, se ejecute un plan para volver a la normalidad.
Pero como dice mi primo “Sal Andrews” allá en Ocoa, los políticos toman agua del refrigerador, mientras todos los demás mamíferos inferiores la prefieren a temperatura ambiente y con frecuencia del río o de la aguada montañera.
Posiciones políticas como esas, obviamente compartidas por sus aliados en el gobierno de Luis Abinader, son las que van a retrasar considerablemente el combate eficaz del coronavirus en el país.
Crecimiento bárbaro
He leído con toda la atención y el respeto que merecen los técnicos o contratados del Banco Central que publicaron el pasado lunes 18 en todos los medios el extenso comunicado “Retos y perspectivas para 2021: la (sic) economía dominicana y el escenario internacional”, en el que reafirman su vaticinio de que el producto crecerá sobre el 6% en 2021.
Naturalmente, me siento aludido y por eso reitero que ese pronóstico tiene serias dificultades de hacerse realidad aun contra mi deseo ferviente de que así fuera, porque el país recuperaría el ritmo de crecimiento, y si se distribuye mejor, excelente maravilla.
Veamos solo dos adversidades para ese pronóstico: el financiamiento a la Mipymes y el turismo en bancarrota.
Anteayer, el Consejo Nacional de Promoción y Apoyo a la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Promipyme) brindó un desayuno a editores de Economía de medios de comunicación y allí ofreció cifras interesantes: En los últimos cinco meses (gobierno de Abinader) el sector ha tenido acceso a financiamientos por valor de RD$2,800 millones a través de ellos, beneficiando a 42,000 empresas.
Es un ritmo de 660 millones de pesos mensuales, a pesar de que el Banco Central ha dicho que la liquidez en pesos subió a RD$190,000 millones y que de esos, RD$165,000 millones ya han sido puestos en manos de empresas y personas a través de la banca.
¿Adónde fue a parar todo ese dinero prestado? ¿A la agropecuaria, la manufactura, las Mipymes, la investigación científica, el desarrollo de vacunas contra el Covid-19?
El mismo Banco Central se responde: “El gobierno del presidente Luis Abinader ha puesto en marcha múltiples programas de apoyo a los sectores productivos, tales como el turismo, la agricultura, la industria y las exportaciones”… “factores que contribuirán a mantener la senda de recuperación de la actividad económica en el transcurso de los próximos trimestres”.
Lo invertido para incentivar el turismo no se ha dado a conocer, pero el de la industria y la agricultura, es ínfimo y costoso en relación con el turismo que tiene paquetes de incentivos sin intereses y una generosidad impositiva sencillamente impresionante y que difícilmente será tocada por la reforma tributaria inminente.
Tener una mejora en las remesas y con los préstamos disponer de una cartera radiante de reservas, no es ninguna proeza porque no es el resultado de un impacto floreciente de la economía real, sino de… factores externos.
Inflación baja y tasa de cambio estable las logra hasta un mono del Kilimanjaro en un país que solo compra comida y medicinas y los importadores no demandan divisas para joyas, perfumes, yates, lociones para masajes ni materias primas para hoteles, restaurantes y deportes.
Las vacunas del Covid
Como la gente olvida rápido, permítanme recordarles que en marzo pasado la compra de mascarillas desechables “quirúrgicas” o NK95 requería un esfuerzo grande y había que pagar altos precios y la cantidad estaba racionada.
Hoy las mascarillas quirúrgicas se venden hasta a cuatro pesos la unidad en pocas cantidades y las NK95 hasta a 40 pesos.
Entonces el mercado no tenía mascarillas suficientes para cubrir el rostro de 7,000 millones de personas cada día, por eso estaban costosas y difíciles de conseguir.
Recuerden que hubo casos de incautaciones de aviones cargados de mascarillas en tránsito en aeropuertos, porque el país por donde pasaban las necesitaba para sus habitantes.
Ahora está ocurriendo lo mismo con las vacunas que servirían para inmunizar contra el coronavirus que provoca el Covid-19.
Las potencias y las naciones más ricas están acaparando más del 90% de las vacunas disponibles y están dejando a los países más pobres sin ellas, aunque tengan acuerdos de compra y hayan pagado parte del costo, como es el caso de República Dominicana.
La vacuna llegará aquí cuando no falte cobertura nacional en los países más poderosos, lo que unido a la logística que necesita para mantener su inocuidad, es una tarea dura y costosa que el simple optimismo no puede superar.
¿Tiene el gobierno preparado un sistema de registro fiel en línea para vacunados y una tarjeta digital para darle a cada inmunizado para que le sirva como pasaporte adicional para poder viajar?
Si cuando llegue la vacuna eso no está listo, se inyectarán muchos brazos, pero no le servirá a nadie para viajar y ser aceptado en empleos.
Las vacunas parecen la panacea para redimir el Covid-19 y recuperar el turismo que llevaría a este país a crecer al 6% durante el 2021. Muy bien. Pero no pierdan de vista que es improbable que aquí se haya vacunado a un millón de personas antes de septiembre y en todo caso solo sería el 10% de la población, con los aeropuertos abiertos a todas las cepas que ya sabemos que mutan cada dos semanas.
¡Avemaría purísima, sin pecado concebido!
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