Tres acciones puntuales ha puesto en marcha el gobierno de Luis Abinader que están provocando una distorsión terrible al aparato productivo nacional que tendrán una grave repercusión en la soberanía alimentaria, el empleo, el comercio y la paz social en República Dominicana.
Esas tres acciones son la cancelación de más de 700 técnicos agropecuarios que laboraban en ministerios y dependencias, el financiamiento estatal privilegiado para la importación de alimentos que se pueden producir en el país y ahora la ley que establece cero arancel para importar 67 bienes de la canasta básica durante seis meses.
Si se sigue la secuencia de estas iniciativas del gobierno de Abinader, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) y su Congreso Nacional, la coherencia y el objetivo son: despojar a los productores nacionales de técnicos, de recursos financieros y abrir de par en par las importaciones para que compitan en total ventaja con la agropecuaria nacional.
Esa política, en el corto plazo garantiza abastecimientos y estabilidad de precios, pero…
En el mediano y largo plazo hay que esperar que una vez el mercado nacional esté dominado por mercancías importadas, el abastecimiento dependerá de la disponibilidad de transporte, de las políticas de preferencias que adopten los países productores en medio de un conflicto militar creciente que ahora enfrenta a Rusia de un lado, con la Unión Europea y Estados Unidos por el otro.
Si la operación militar rusa en Ucrania se transforma en una guerra en toda regla y se extiende a otros países de Europa o a Japón; los combustibles, alimentos y medios de transportes en todo el mundo pasarán a ser “materiales estratégicos” con tanto valor como un acorazado, un caza-bombardero o un misil hipersónico que no estarán disponibles en el mercado al mejor postor, sino primero a las potencias productoras que los monopolizarán como hicieron con las vacunas anti-Covid y luego a sus principales socios.
Rusia, una potencia en combustibles, fertilizantes, granos y tecnología, ha dicho claramente que sus recursos no serán suministrados a “países inamistosos”, y gratuitamente, el gobierno de Abinader ha condenado a Vladímir Putin como “intervencionista y agresor”.
En esas condiciones, ¿qué importador dominicano puede garantizarle al gobierno de Abinader abastecimientos?
Por igual y en conjunto, la estabilidad de precios internos se irá por la borda cuando se conjuguen dos factores: el dominio del mercado dominicano por los comerciantes importadores y la natural reducción de la producción nacional por resultar irrentable por los altos costos de producción y por el abandono del gobierno al retirar los técnicos, el financiamiento y preferir las importaciones agropecuarias.
Entonces veremos cómo los precios del arroz, habichuela, carne, ajo, cebolla, grasas, leche, queso, viandas, frutas y otros se van a las nubes, si es que los importadores logran traerlos al país.
Los efectos de la quiebra del campo
Pocos pueden dudar de que esa política y esas acciones, quebrarán la economía del campo y con esa debacle se pierde el escaso empleo que queda en el ámbito rural. Y quebrarán la economía porque por experiencia sabemos que los importadores, con seis meses de cero arancel para traer de todo, llenarán sus almacenes de mercancías en poco tiempo, las irán sacando exactamente cuando la producción local de cada rubro esté lista para entrar al mercado, bajarán los precios momentáneamente, comprarán a los productores a precios bajos para acaparar y cuando ya los dominicanos no se animen a producir, inducirán los precios al alza como hacen los especuladores.
Desempleo rural
Si los jornaleros no tienen empleo en las empresas agroindustriales y los pequeños productores no pueden pagar 3,000 pesos por un quintal de fertilizante y por tanto solo producirán para el abasto familiar, ¿qué piensa el gobierno de Abinader y su Congreso Nacional que harán los pobres del campo?
Les aseguro a ambos (Gobierno y Congreso que hoy les dan la espalda) que los campesinos son los seres humanos que mejor se adaptan a los cambios globales y por tanto saldrán de los surcos hacia la periferia de las ciudades, en yolas a Puerto Rico, en avión a Bahamas para luego entrar en yates a Miami; en fin, buscarán supervivir porque están acostumbrados a vencer adversidades y nunca se abandonan a morir por “falta de diligencia”.
Aunque por años han hecho múltiples sacrificios para producir y mantener un abasto considerable de los alimentos de la canasta básica, de ahora en adelante les resultará imposible seguir trabajando “para el inglés” sin técnicos que los asesoren, sin financiamiento estatal y compitiendo contra importaciones de países que subsidian la producción y disfrutan de estándares internacionales de asistencia estatal nada comparables con el abandono del campo dominicano.
Este golpeo a la producción agropecuaria nacional se suma a la merma considerable de la siembra y cosecha de café, cacao, tabaco y caña de azúcar, rubros que por años fueron la fuente primaria de riqueza por el abastecimiento del mercado interno y por los grandes volúmenes de exportaciones que generaban y los cientos de miles de puestos de empleo directo que sustentaban.
Nadie discute que en las últimas décadas la República Dominicana pasó de ser una potencia en la exportación de azúcar, café, cacao y tabaco, para convertirse en importador de todos esos productos como resultado de la ralentización de la producción agropecuaria.
Atentado al comercio
Cuando el campo deje de producir porque no tiene forma de hacerlo y no puede competir con importaciones subsidiadas por el gobierno de Abinader, el resultado será el desempleo masivo, el crecimiento de la pobreza y la disminución creciente de la capacidad de compra de pequeños productores, jornaleros y comerciantes rurales y suburbanos.
Sin empleo, sin comercio campo-ciudad, ¿quién comprará ropa, camas, muebles, neveras, lavadoras, televisores, autos, motocicletas, tractores, camiones, gasoil, piezas de repuestos y otros?
Los empleos que crean las importaciones son infinitamente menores que la cadena dinámica de la producción nacional agropecuaria y los efectos se verán muy pronto.
Quienes están quebrando al campo se llevarán de paso una masa de empleos considerable, afectarán la industria local porque si no hay ingresos para comprar, ¿para quién producirá la manufactura? ¿Para qué mantendrá la industria su empleomanía actual?
Cuando nos quedemos sin producción agropecuaria a finales de este año, volveremos a vivir aquel pesado período que se conoce como la “España Boba”.
Con precios altos, desempleo masivo rural, pobreza creciente y migración del campo a la ciudad, la República Dominicana tendrá condiciones objetivas para que crezca la insatifacción social y de ahí a la protesta, solo media una pequeña agitación.
Entonces, con unas elecciones en agenda, el pueblo dominicano pasará la cuenta a los políticos que cuando gobiernan ponen los intereses de los especuladores por encima de todos y en la campaña electoral buscan el voto de la “gente pobre, humilde, desarrapada, los que no tienen voz”, y otras poses de ocasión.
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