Por: Celedonio Jiménez
En República Dominicana, de 2005 a 2018 murieron 24,537 personas por “accidentes” de tránsito (Observatorio de Seguridad Ciudadana, del Ministerio de Interior y Policía).
Hay quienes han señalado que en el país la acción de manejar es un acto de alto riesgo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha expuesto que somos uno de los países de más alta peligrosidad en lo que se refiere a la conducción de vehículos.
El fenómeno tiende a incrementarse, pues mientras en los primeros seis meses de 2018 hubo 660 fallecidos por “accidentes” de tránsito, durante el mismo periodo de 2019 se elevaron a 936 las víctimas por la misma causa. Estos datos son alarmantes y conducen a concluir que en un país en el que se dan estos hechos tiene que haber un gran desorden y anomia social.
Nuestro encomillado a la palabra accidentes tiene que ver con mi opinión sobre las actitudes temerarias, machistas e irresponsables presentes en muchos de estos “accidentes”.
Esas actitudes se vinculan con valores humanos, con criterios sobre el respeto a la vida de las personas, y nos hablan de la crisis ética dentro de la que nos desenvolvemos.
Pensemos en el machismo, en la agresividad, en el manejo de muchos de nuestros camioneros y conductores de “contenedores” y de las “voladoras”. Son verdaderos “asesinos al volante”. Pero el machismo al conducir no es privativo de los choferes de “voladoras”, es más, también se extiende a muchas de nuestras damas conductoras, que casi nunca ceden el paso.
Los datos ofrecidos más arriba son graves en sí mismos por la cantidad de vidas humanas que se pierden en esos “accidentes”, por los damnificados permanentes que dejan y por los gastos destinados por el país para el Fondo Nacional de Atención Médica para Accidentes de Tránsito.
Como casi la mitad de los “accidentes” de tránsito involucra a motoristas, y la gran mayoría de estos son jóvenes, tenemos que concluir en la gran pérdida que significan estos “accidentes”.
Pero estas penosas muertes no solo se producen en motoristas, también en automovilistas, como es el caso de los 5 adolescentes que murieron en carreteras de San Francisco de Macorís hace apenas algunas semanas. Suponemos la estela de dolor para sus familias y amistades; pero también tenemos que decir, que hoy se hace obligatorio, en su propia defensa, un mayor seguimiento de los padres, sobre sus hijos, sobre sus actos.
Los tiempos han cambiado enormemente, son otras las horas de salida y de regreso de los jóvenes de las fiestas, han cambiado sus aspiraciones, sus prácticas sexuales, su consumo de alcohol y de otras drogas. Por eso, en estos tiempos de anomia debería ser mayor la protección de las autoridades a los jóvenes y mayor la responsabilidad de padres y tutores sobre sus hijos.
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