Sé que es posible que hoy, tan pronto cesen en sus funciones, no haya muchas palabras de elogios en su favor, y que muchos tal vez no harán el más mínimo esfuerzo por llamarles para saludarles como tal vez lo hicieron cuando tomaron posesión. Es posible incluso que en cambio una avalancha de críticas, muchas de ellas injustificadas y despiadadas se viertan en su contra; claro que es muy posible.
Que nada les extrañe, pues interminables son los ejemplos de ingratitud que tenemos a lo largo de la historia, comenzando por el insigne “Rabí de Galilea”, y en nuestro caso, Duarte, el gran ideólogo de nuestra Independencia Nacional. Han de suponer, entonces, qué no podrán decir de ustedes; que nada de eso los desaliente.
Hoy que cesan en sus funciones quiero expresarles mi gratitud por el tiempo que han dedicado a las labores propias de sus responsabilidades. Si han dado lo mejor de ustedes, si han administrado con pulcritud los fondos públicos y si con sus acciones han contribuido a mejorar la vida de sus respectivas localidades…. gracias del alma.
Si al mirarse al espejo pueden sentir la satisfacción del deber cumplido; si saben que usaron sus cargos para servir y no para servirse ni para dañar a nadie; si saben que no utilizaron sus posiciones para apoyar, solapar o proteger inconductas, quiero llevarles mis felicitaciones sinceras.
Muchísimas gracias y eterna gratitud por la labor realizada, si ha sido hecha con la mejor de las intenciones para que redunde en beneficio de sus comunidades.
Gracias mil y no se cansen de servir por más despiadadas e injustas que puedan ser las críticas en su contra, pues como expresara León Tolstoi: “A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa”.
El autor es Juez Titular de la Segunda Sala del Tribunal de Ejecución de la Pena del Departamento Judicial de San Cristóbal, con sede en el Distrito Judicial de Peravia.
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