Por: Harris Castillo.
La apología como género literario, ha procurado poner en su lugar personajes y eventos que de otra forma corren el riesgo de perderse o quedar como meras referencias históricas, mereciendo estos mejor destino. Lo mismo ha hecho el reconocimiento, que es lo que pretendo utilizar como argumento.
Los acontecimientos anteriores y posteriores al 16 F, me confirman lo poco que conozco mi entorno, imagine los contornos. Es preciso entonces hacer acopio del argumento y los antecedentes, para no caer en subjetivismos.
Muchos en esta generación no saben, y la rutina nos ha convidado a la generación anterior a olvidarlo, que apenas en la década de los setenta, pensar diferente se pagaba en muchos casos con la vida.
Ocoa vivió la represión balaguerista en sus entrañas. No solo la zozobra en que vivía la juventud imposibilitada de decir lo que quería, de llevar el corte de pelo que quería o vestir ciertas indumentarias; o la agonía de las madres esperando en casa el posible no regreso de sus hijos. Ocoa vivió la recurrencia de poner a Roberto Santana en Solitaria, levantando como a uno la matrícula del José Núñez de Cáceres.
Ocoa es tierra de libertad desde su génesis, para los asentamientos indígenas de Las Auyamas o Rancho Arriba; para los negros fugitivos de la esclavitud, para Andrés y Lucia por su amor inaceptado. Tierra de libertad para Manfredo, para Caamaño, para Juan Bosch.
En mi pedazo de patria, Nizao, me tocó ver y guardar para siempre en mi memoria, el cadáver con boca espumosa de Papi Tejeda, quien igual que Loro Casado, había sido acribillado por la intolerancia de quienes consideran un cargo como herencia.
Andrés Duverge, Niní, ha sido un abanderado practicante de la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Supe de él por su trabajo junto a un grupo de valiosos ocoeños en la gran urbe neoyorquina, William Santana, Apolinar Montilla, Francis Báez, Deyanira Martínez, Viejo Soto, entre otros, que proveían soluciones a problemas a los que eran indiferentes los gobiernos.
Ese grupo, junto a la Asociacion de Ocoeños Ausentes, fundada por Gerineldo Castillo y Raude Pujols, fueron el motor de esperanza de nuestro pueblo por mucho tiempo. Niní fue parte destacada de ello. Ya antes, había estado en Europa del Este, preparándose para la inevitable lucha armada que se profetizaba. Había estado en los campos de Nicaragua ayudando a la causa revolucionaria en las plantaciones de café.
Ya luego estaba en el norte americano, recogiendo útiles deportivos en las tiendas de descuento o en las ventas de garaje, pagados de su bolsillo, para darles un motivo de seguir creyendo a la juventud de su Ocoa querido. En los últimos años, gestionando guaguas para estudiantes, camiones cisterna para los bomberos y ayudas de toda índole para los hijos de machepa a quienes el sistema usa como condón.
Habíamos coincidido en la generación de espacios como, Ocoa Primero y un grupo de apoyo a Pedro Alegría, junto a otros valiosísimos ocoeños, entre los que cuentan personas indispensables en la construcción de futuro, como Guido y Ángelo Peguero, Joselyn Chelo Chalas, Ricardo Cordero, Ingrid Hernández, ida muy a destiempo, Pasito Feliz, Filo Castillo, y Josefina. La inserción de Niní a los partidos del sistema, a lo que tanto se había resistido por años, supuso una dura e incongruente crítica de mi parte que lo prefería en su trinchera.
Convencido de que lo que a otros acontece hoy, puede acontecerme a mi mañana; testigo y militante desde la UNER, de la dictadura de los doce años balaguerista; coincidiendo con Bertolt Brecht, y consiente de la inutilidad de una vida que debe posponer otro minuto de ser, por el favor de la existencia, como señala el poeta Milanés, además víctima de las imágenes de horror vividas en Nizao a principios de los setenta, debo asumir como propia, la ofensa a la integridad física y moral a la que fue sometido Niní, y otros munícipes ocoeños el pasado 16 F, tan solo por pensar distinto.
El país necesita evitar los intentos continuistas del gobierno y el riesgo que ello supone a nuestra democracia. Es imperativo generar un cambio. Ocoa, por su historia en pro de la libertad, no puede ser soporte de una dictadura, y también necesita un cambio.
Si a un ciudadano útil, siempre dispuesto e inofensivo como Andrés Duverge, le golpean e intentan impedir su derecho a disentir, qué no harían con los alienados?
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