Por: Harris Castillo.
Corría el año 2011, llegaba a la ciudad de Nueva York el dirigente político dominicano Luis Acosta Moreta, en labores proselitistas de su partido Unión Demócrata Cristiana. Los distintos medios dominicanos de la gran manzana fuimos convocados a una rueda de prensa donde “El Gallo” arrojaría luz sobre la situación política dominicana.
Luego de hacer un retrato hablado de la corrupción en el país, donde no quedó santo en pie y políticos y partidos fueron echados al horno de fuego de donde solo han salido vivos Sadrac, Mesac y Abed Nego, le preguntamos: ¿Si todos los partidos están corrompidos y no hay dirigente en quien creer, visto que su partido es pequeño e históricamente ha ido aliado a un partido grande, en esta coyuntura cual es su corrupto favorito?
A eso se ha reducido el ejercicio cívico en la república dominicana, todos tenemos nuestro corrupto favorito. Y es que tras la salida de Joaquín Balaguer del poder en el año 1978, la juventud dominicana perdió su brújula. Balaguer nos daba un sentido de orientación sobre las luchas que debían librarse en la construcción de una mejor sociedad.
La degradación educativa, de la mano de la falta de vocación docente, tomó un ritmo galopante, y ya apenas seis años mas tarde, en 1984, nuestros jóvenes adoptaban como modelos y referentes a los dominican yorks que regresaban con el pecho atiborrado de oro en novedosas Pathfinders, que vistiendo de GQ, atraían la atención de las nuestros sueños de conquistas, y la adulación del resto.
Nuestra generación, desorientada, fue incapaz de sostener en las generaciones subsiguientes, los valores que le habían sustentado y que habíamos heredado de la generación anterior curtida en una competencia por la excelencia basada en el mérito. No solo perdimos una identidad en formación, desgracia imposible de rescatar en el mediano plazo, sino además perdimos la “otredad” que en voz de Sartre nos hace capaces de entender que el mundo existe más allá de uno mismo.
En estos días ha salido a la luz pública una denuncia de corrupción en el ayuntamiento de San José de Ocoa. Guido Gómez Mazara, un referente moral de la juventud dominicana hasta su paso por el poder, mostró documentos que supuestamente demuestran el uso de recursos de dicha entidad en asuntos privados de su incumbente.
La reacción social, demuestra por qué nuestro país marca entre los países de más baja calidad educativa. Un pueblo medianamente formado, estuviera pidiendo una respuesta al actual alcalde sobre la verdad o falsedad de las imputaciones de corrupción que le hace Gómez Mazara.
En cambio, vemos como los opositores al alcalde se empeñan en validar lo que dice el hijo de Maximiliano, sin antes hacer uso de la ley y solicitar por acto de alguacil la documentación que pruebe la supuesta corrupción. Por el otro lado vemos como los acólitos del alcalde se empeñan en negar la imputación, en vez de solicitarle al incumbente presentar los documentos que demuestren su inocencia.
Si el vehículo del alcalde gastó trece mil pesos de combustible en un solo día, debe tener una explicación, y no necesariamente que implique corrupción. Se pudo cometer un error por comodidad y asignar a un solo vehículo el consumo de varios; también se pudo haber hecho las facturas un mismo día, de consumos que se hubieren realizado en distintos días.
Si como señalan en las redes sociales, citando documentos oficiales, que en el presupuesto del ayuntamiento hay una partida de cien mil pesos para llamadas nacionales y cien mil para llamadas internacionales, sin que el ayuntamiento tenga teléfonos propios, también debe tener una explicación. El ayuntamiento debe estar comunicado por algún lado, y el alcalde ha desarrollado una intensa labor de relaciones internacionales beneficiosas para Ocoa, es probable entonces que se haya acordado pagar por esos servicios a teléfonos personales, y eso no necesariamente implica corrupción. (Debemos recordar que a la llegada del actual incumbente, nuestro ayuntamiento tenía el servicio telefónico suspendido por deudas).
Si hay pagos con dinero del ayuntamiento, de materiales de construcción supuestamente utilizados en propiedades del alcalde, eso debe tener una explicación, que no necesariamente suponga un acto de corrupción.
Pero esa explicación es lo que debiera ser parte del debate y que ante una culpabilidad del alcalde se produjera un rechazo a sus aspiraciones o que ante la inocencia de nuestro representante, se proceda a una demanda por difamación contra Gómez Mazara.
Nuestra incapacidad de abstracción, que se refleja hasta en la falta de comprensión en la lectura de un breve mensaje de texto, nos impide separar la paja del trigo. Por ello no importa si el alcalde ha cometido actos de corrupción, sus acólitos no solo le defenderían, sino que además lo justificarían ante las evidencias; mientras que para sus adversarios ya está condenado, aunque no existan evidencias.
Y es que ante la falta de capacidad crítica, y el uso de un catalejo personalizado, es imposible ver más allá de la próxima comida, y todos ensalzamos a nuestro corrupto favorito.
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