Tres semanas antes de las elecciones municipales, el bombardeo que tiene que soportar la Junta Central Electoral (JCE) lanzado principalmente por candidatos presidenciales y legislativos que se llaman opositores al gobierno, no tiene punto de comparación en la historia política del país.
De 1966 hasta aquí, mezquindades aparte, se puede afirmar que dos juntas electorales han demostrado pulcritud, independencia, respeto por los partidos y los electores, y al final han arrojado resultados incuestionables.
Esas JCE son las que presidió el doctor César Estrella Sahdalá (no Sadhalá como escribe el común) entre 1994 y 1997, que fue ejemplo de organización, eficacia y transparencia; y la que encabezó el doctor Juan Sully Bonelly de 1997 a 1998.
Las demás, con el perdón de las ilustrísimas señorías, han sido caricaturas de un tribunal electoral independiente y pulcro.
Hasta aquí he personalizado para reconocer méritos, pero como no voy por las calles con escolta -aunque tampoco con muletas para que nadie se confunda- no voy a citar a los innombrables que fueron a presidir la JCE como amuletos de sus propios partidos y para cosechar fortunas por coimas que no soportan una auditoría visual popular.
Vergüenza da ver pueblitos como Enriquillo, en la costa Sur, donde la sede municipal de la JCE es más babilónica que el hospital de allí al que van los dominicanos que perdieron la salud por falta de prevención… ¿o de alimentación?
¿Para qué un presidente de la JCE construyó tantos edificios en casi todo el país si ese organismo ni siquiera debía tener un carácter permanente?
De compra de equipos inservibles y muy costosos para facilitar el voto, ni hablemos, porque ese fue un desastre que nunca podrá explicar el que lo hizo, que ahora se presenta como un “experto en fraudes electorales” en un país donde no hay régimen de consecuencias y mucho menos memoria. ¡Viva Voz Proletaria reencarnada en el PTD-Fuerza del Pueblo! ¿Comprende, Magino?
Si de idoneidad de la JCE hablamos, tenemos esos dos modelos: El que presidió Estrella Sahdalá y el de Sully Bonelly, ya dije que pulcros, honorables, decorosos, incuestionados y dignos de reconocimiento. El montón de juntas al servicio del PRD (de Hipólito Mejía y Ramón Alburquerque) y las de Leonel Fernández que se proyectaron hacia Danilo Medina, es una historia aparte y de espanto.
¡Honor a César Estrella Sahdalá y a Juan Sully Bonelly por su servicio a este país, con tanta honestidad y equidistancia! Saludos a sus familiares todos.
La JCE de hoy
He escrito que la actual JCE tiene méritos incuestionables y en cierto sentido es la continuidad de la tradición de Estrella Sahdalá y Sully Bonelly.
Y lo es porque fue escogida por un Consejo Nacional de la Magistratura dominado por los partidarios del presidente Danilo Medina, pero en el contexto de una movilización social gigantesca de la Marcha Verde, que estaba exigiendo justicia contra la corrupción, independencia de los jueces y el fin de la impunidad.
La representación opositora personificada por el Partido Revolucionario Moderno (PRM) con un senador y una diputada, más la presión popular de la Marcha Verde en las calles, hacían imposible que el PLD impusiera su caprichosa JCE como lo había hecho antes al igual que el PRD de Hipólito.
Esa JCE y con ella el Tribunal Superior Electoral (TSE) son el único resultado positivo neto del esfuerzo popular desplegado a través de la Marcha Verde, en la que millones de dominicanos salieron indignados a las calles contra la corrupción, especialmente contra el escándalo de sobornos de Odebrecht.
Fue la mejor JCE que se pudo escoger en las condiciones en que el PLD -para no decir el danilismo- podía aprobar una incondicional, como las que entronizó Leonel mientras tuvo poder. ¡Sin escrúpulos actuaba y solo hay que ver quiénes eran sus jueces! Esa JCE que tiene el país hoy podrá tener deficiencias como cualquier otro organismo del Estado: falta de recursos, procesos lentos y hasta indecisiones, pero esos magistrados no son corruptos, ni mercaderes, ni negociantes, ni fabuladores y espero que tampoco, sean chantajeables ni presionables.
Entonces, ¿qué explica que esta sea la JCE más acosada de la historia republicana?
Una sola cosa: los derrotados no quieren perder sus droguerías ordeñando al Estado y temen que les cuenten bien sus votos. Son deudores a plazo fijo y no tienen más que prepararse para la quiebra y salir huyendo, si encabritan al potro indomado que invocan sin conocer: el pueblo.
Julio César Castaños Guzmán, Carmen Imbert Brugal, Roberto Saladín Selin, Henry Mejía Oviedo (Baní aparte) y Rosario Graciano de los Santos, los actuales jueces de la JCE, han demostrado pulcritud y merecen la confianza del pueblo, aunque quienes saben perfectamente que no son los favorecidos con la mayoría del electorado, insistan en denostarlos para justificar su debacle ante los resultados de los próximos días.
A cualquier extranjero que llega de turista a Sosúa, Río San Juan, Miches, Uvero Alto, Punta Cana, Bayahíbe, Juan Dolio, Boca Chica, Santo Domingo, Palenque, Boca Canasta, Punta Salinas, Bahía de Ocoa, Monte Río, Barahona, La Ciénaga, Paraíso, Enriquillo, Oviedo o Pedernales, no se le puede decir que la JCE no es pulcra y sus jueces honorables.
Ahora bien -y aquí vamos al punto- si el partido de Leonel y el de Abinader están en bancarrota para las elecciones municipales, es normal, pero muy indecente, que esgriman el sambenito del fraude para descalificar, de antemano, el resultado de las votaciones.
Cada día recibo mensajes de todo tipo, amenazantes y “persuasivos”, para que diga que apoyo electoralmente a Gonzalo Castillo (El Penco), incluso de amigos del sector de Abinader.
Nunca definiré un voto que por respeto a mis compañeros caídos, no echaré por ningún candidato busca dinero y estatus, a ninguna posición.
Mis votos son de otro tipo. Confío en programas y en líderes comprometidos con mi pueblo y aguardo el momento, que ahí se asoma, en que gane quien gane y a mí me importa, en que irrumpiremos con fuerza, gallardía, eficacia y temas nuevos de gente nueva, para traquear a este país y llevarlo al ideario democrático.
Corolario
Mis inventos analíticos concluyen en que la fuercita de Leonel será derrotada y humillada por los electores en las municipales. ¿Alguien piensa o sueña que el partido plebeyo de Leonel ganará diez alcaldes en todo el país? Yo digo que no.
Derrotado humillantemente como va a ser, Leonel no debe dejarse contar los votos si quiere que los dos empresarios incautos que aun le suplen fondos por la ventanilla siniestra, sigan alimentando un ego global, que hace tiempo debieron dormir en paz.
Pero el orgullo es más perverso que cualquier otro anacronismo humano. Siga adelante Leonel, pero no cierre los ojos ante el abismo. ¡Vale!
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!
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