Por Harris Castillo
Era Septiembre, viajaba junto a mi amigo Domingo Herrera, diamante de Organo, en el lado delantero derecho del automóvil que nos conducía a una importante actividad en el estado jardín, entrábamos al West Side cuando sonó mi teléfono. Del otro lado una voz conocida nos decía desbordada de entusiasmo “Primo, el presidente me acaba de nombrar cónsul en Nueva York”, era Carlos Castillo.
Al tratarse del ex senador de la provincia de San José de Ocoa, nombrado cónsul en el área mas poblada por dominicanos fuera de la patria, (1.8 millones), donde la comunidad de Ocoeños es híper activa y productiva, supusimos que se acercaban tiempos de gloria para los trabajos colectivos y que por ser político, ex senador y un activo de la provincia, Castillo agregaría ingredientes positivos a la comunidad de los hijos del Maniel.
Antes de su llegada a Nueva York, empezamos a elaborar los ejes sobre los que podríamos ayudar en la gestión del primer Ocoeño designado en tan importante posición.
En primer plano estaba la unificación monolítica del liderazgo comunitario Ocoeño del área en pos de un proyecto de envergadura, bajo la guía de la figura consular. Las organizaciones trabajarían en una sola dirección, al menos en un proyecto, y esa unidad, ya representaba un beneficio inestimable para nuestra comunidad. El consulado no tendría que erogar fondos, pues hemos sido y seguimos siendo autogestionarios como comunidad, puesto que los Ocoeños aquí, siempre están prestos a apoyar las actividades de sus organizaciones. El beneficio político para Castillo, está sobreentendido: estaría propiciando una visión más amplia del trabajo colectivo, codeándose con el liderazgo Ocoeño y ganándose el afecto de toda una comunidad.
Diseñamos un mapa de ruta para que el nuevo cónsul, utilizando mecanismos existentes, propiciara un reposicionamiento de la figura del presidente Danilo Medina en el área tri estatal. La popularidad del presidente necesitaba, y necesita, ser reforzada en un mercado electoral más crítico y la formula es sencilla, si se sabe despejar. Los beneficios políticos para el cónsul eran inestimables. Mejorar la imagen del presidente le garantizaría futuro, ese era nuestro segundo eje y tampoco se necesitaría erogar más fondos de los que ya se gastaban.
Por último, utilizando una estructura intacta en la provincia, diseñamos un proyecto para generar impacto a corto y largo plazo, desde el consulado de Nueva York. Los beneficios políticos para el cónsul inestimables también. Presencia en la geografía de la provincia, despojada de la lucha electoral y generando impacto duradero. En este punto sí debía hacer alguna inversión cercana a los diez mil dólares mensuales, que representa alrededor del 6% promedio de los ingresos netos mensuales del representante consular.
A su llegada a Nueva York, y luego de posesionado por el Ministro de Relaciones Exteriores Miguel Vargas Maldonado, el cónsul Castillo nos citó a su despacho, en el corazón del Bajo Manhattan. Junto a su más importante colaborador, quien le acompañó durante los seis años de gestión senatorial, el cónsul nos manifestó que deseaba le ayudásemos en el trabajo de prensa y que junto a Haile Rivera, trabajásemos el tema comunitario.
Le manifestamos nuestra disposición, siempre que estuviera fundamentada en nuestra utilidad y no en compromisos políticos.
Esa primera entrevista con el designado cónsul, alineaba con su visión, mis aspiraciones de poner en práctica los ejes de trabajo antes mencionados. Ayudando en prensa pondríamos en marcha el proyecto de reposicionamiento de la imagen del presidente en el área tri estatal y con ello fortalecíamos la imagen del cónsul frente al ejecutivo. El trabajo comunitario era pan comido, solo era cuestión de ponerse a trabajar.
Estaba convencido de que el cónsul daría cabida a personal Ocoeño comprometido con la comunidad, en su gestión. Tal vez por su falta de conocimiento sobre nuestra gente en la diáspora, Castillo aplicó mal la formula y luego de dos visitas a las oficinas consulares, entendí que no podía serle útil al nuevo cónsul y le manifesté mi incapacidad de andar detrás o hacerle sala a funcionario alguno.
Una postura que no es nueva ni caprichosa, sino de formación y de la que pueden dar fe o desmentir, Laureano Guerrero, Osiris Mota y Geovanny Arias, funcionarios a los que he servido en la administración pública, al primero como gerente de recursos humanos de todos los aeropuertos del país antes de su privatización, al segundo desde la dirección administrativa de Seguros San Rafael, hoy Seguros Banreservas y al tercero como su asistente en el Programa de Semillas y Maquinarias (PROSEMA), del hoy Ministerio de Agricultura.
¿Podía ser yo, miembro fundador de Ocoa Primero en Paterson NJ, miembro fundador de El Grupo de Damarys, miembro fundador de Hermandad Ocoeña y miembro de la Asociación de Ocoeños Ausentes USA, la persona ideal para forjar un matrimonio entre el cónsul y el liderazgo Ocoeño del área? No necesariamente. Otros líderes (Damarys Pimentel, Yudelis Méndez, Francis Roa, Andrés Duverge, Asdrovel Tejeda, Cesar Segura, Gerineldo, Héctor o Víctor, los tres Castillos, Milagros Rivera, Elsa Batista y otros), podían hacer mejor trabajo que yo, pero no Haile Rivera. Seis meses de distanciamiento lo confirman.
Haile Rivera, es un joven talentoso de nuestra comunidad, descendiente de una de las familias más honorables de la Ciénaga y a la que me unen lazos ancestrales, familiares y de formación escolar. Se ha destacado en la gran urbe, en la exigente actividad de la política y ha construido un nombre en base al trabajo. Rivera tiene un futuro brillante y como Ocoeño estoy comprometido en ser útil a sus aspiraciones políticas, pero no conoce nuestra comunidad por dentro.
Rivera no pertenece a ninguna de nuestras organizaciones de Ocoeños. No participa de nuestras actividades, ni conoce el tipo de relaciones que se dan en la misma, ni sus conflictos.
Haile Rivera fue atinadamente designado por el cónsul y le puede ser útil en muchas facetas, y ojala el cónsul haya aprovechado su potencial en ellas, principalmente en el estamento político del estado, ya que Rivera está bien posicionado en ese ámbito y conoce bien ese terreno, de igual forma, ojala el cónsul sepa aupar la figura de Haile, dándole papeles de prestancia y presentándolo con los méritos que posee, introduciéndolo al sector empresarial dominicano del área, de cara a dejarle mejor posesionado en su carrera política en Nueva York.
Cuento esta historia a raíz de una publicación del amigo Omar Ureña, dando cuenta del distanciamiento del cónsul Carlos Castillo y la comunidad Ocoeña, donde nuestro amigo Rivera argumenta, en su defensa, que Castillo no ha sido invitado por ninguna organización de Ocoeños, excepto a la fiesta de gala del 47 aniversario de la Asociación de Ocoeños Ausente USA.
Rivera manifiesta una visión errada del cónsul. Y la verdad es que el ex senador no ha mostrado ningún interés en la comunidad, ni como serle útil. Una explicación sería el hecho de que en su anterior posición es costumbre que los constituyentes una gran cantidad de problemas y demandas, fruto de sus tantas necesidades, pero aquí es diferente, aquí la gran mayoría depende de su trabajo y no está esperando las dádivas de un funcionario, mas aun en la orgullosa comunidad de Ocoeños donde hay más placer en dar que en recibir.
No es la comunidad ni sus organizaciones las que tienen que invitar al cónsul. El cónsul, a su llegada a Nueva York, cinco, diez, quince días después, debió convocar a la comunidad y ponerse a disposición de ella.
Los Ocoeños del área han realizado sus actividades sin el consulado y las siguen realizando. Es el cónsul quien debe consolidarse en su comunidad. Es el cónsul quien necesita fortalecerse políticamente a presente y a futuro. Es el cónsul quien debe solicitar en qué medida le puede ser útil a sus compueblanos. Es el cónsul quien debe limar algunas asperezas y no profundizarlas como pasó en play de Softball. Fortalecer lazos con gente que le apoya y ganarse gente que le adversa. Es el cónsul quien debe buscar a su gente como lo hizo en el 2010 cuando era candidato.
Tal vez ese comportamiento explica por qué ninguna organización le haya invitado, aunque en honor a la verdad, la comunidad Ocoeña de área se sintió orgullosa de la designación de uno de los suyos como cónsul del más importante de los casi ochenta consulados que tiene el país en Europa y Estados Unidos. Una de las más importante organizaciones tenía planeada una cena privada de recibimiento, otra planteó un encuentro masivo de agasajo y ambas desistieron ante la actitud inicial del incumbente.
Algunos líderes de nuestra comunidad, fueron invitados al consulado pensando que se trataba de un encuentro de Ocoeños, para luego descubrir que eran parte de un encuentro general.
Seis meses después, el ex senador de la provincia, que vino en dos oportunidades electorales al seno de nuestra comunidad, no se ha reunido con ninguna organización y menos con el liderazgo comunitario. Un error personal y un error de asesoría. Ojalá y el presidente le deje en el cargo el tiempo suficiente para corregirlo.
Seis meses mal aprovechados políticamente, ni se ha consolidado entre su gente, ni ha generado iniciativas a favor de la provincia, ni ha mejorado la imagen del presidente, sus relaciones públicas la han basado en sus visitas a presos dominicanos en cárceles del área y las propuestas de sus dos reuniones con líderes dominicanos, se han convertido en letra muerta. Humildad que hay tiempo.
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