Por Nóbel Mejía
Desde 2016 considero al senador Pedro Alegría como un fenómeno de la política local, sobre todo por aquella victoria inesperada para algunos incautos.
Estoy considerando meter al exsenador Carlos Castillo en semejante sitial, es que el general sin tropas resultó victorioso sin tener soldados arengados. Asunto este que puso tapón a la boca del creador de tal calificativo que, dicho sea de paso, es de su misma línea partidaria.
Si las cosas son como las dice el joven activista y comunicador Jassiel Maceo, los danilistas deben estar eternamente agradecidos de ese militar porque cortó las líneas enemigas que llevaban ventaja y congregó a los soldados dispersos. Hablarse de una diferencia en contra de 17 puntos en lo presidencial y cada uno por su lado es mucho decir.
La nota no especificó el aporte en el nivel congresual, imaginamos que también agregó algunos números. Un periodista dijo que restaba al proyecto de Félix Estrella pero parece ser que sumó, aunque no sabemos en que proporción.
Carlos fue considerado general sin tropas porque no cuenta con con el batallón de Leonel Fernández y, para colmo, se desentendió de San José de Ocoa. Los números parecen indicar que Castillo tiene tropas dispersas por aquí, por allá y por acullá.
El general goza de amplias simpatías porque en seis (6) años de comandancia demostró alta capacidad de mando.
La realidad es que muchos simpatizantes leonelistas quieren a ese caballero, aunque no necesariamente celebren su adhesión al danilismo. La ausencia se le perdona en virtud de que los compromisos diplomáticos le mantienen atado a La Gran Manzana.
Por su valentía y poder de cohesión, el general Carlos Antonio Castillo Almonte se ha ganado el respeto de antiguos enemigos. La plataforma es perfecta para apostar una nueva comandancia en 2024, si es que le interesa la plaza. Lógicamente, las cosas serán mas fáciles si gana Gonzalo Castillo. En tal escenario el líder tendrá poder para quitar y poner en San José de Ocoa. Sabe Dios si lo vemos de vuelta en RD, en esta ocasión comandando alguna dependencia estatal.
Antes de soñar, el general debe librar la batalla final de una guerra que parece se pondrá color de hormiga, sobre todo ahora que el león y sus cachoros han dejado la manada. El resultado de ese enfrentamiento dirá si estamos o no frente a un Napoleón. El asunto será de hombres pelo en pecho.
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