Harris Castillo.
Corría el año 1998, el Centro interamericano de gerencia política había cambiado su sede de Washington a Miami y nos tocó el privilegio de ser parte de los egresados de ese tiempo. Ente otras cosas, vimos un principio inamovible del marketing político, que por su recurrencia, vale la pena recordar.
Carlos Escalante, un consultor de prestigio continental, con un amplio fardo de campañas exitosas; y Roy Campos, un maestro del mercadeo político y un experto en materia de estudios de opinión, cuya empresa, Mitofski, es de las mas prestigiosas en la región y fundamentalmente en México, nos hacían hincapié en lo crucial de los últimos días de un proceso electoral.
Esos últimos días, han debido estar precedidos de una organización disciplinada de toda la estrategia, manteniendo control constante sobre los resultados de dichas estrategias, y haciendo los ajustes necesarios.
Si durante el proceso las estrategias no han logrado, entre otras cosas, mantener al adversario en modo reactivo, los esfuerzos tendrán que ser mayores para lograr los resultados.
Si en los días finales del proceso, se percibe un declive en la fortaleza del candidato, entonces solo queda preparar el discurso de aceptación de la derrota.
Gonzalo esta en picada, y si el gobierno no logra un golpe de efecto que detenga la aparatosa caída, la diferencia porcentual puede dejar al Danilismo muy desprotegido para las negociaciones que le siguen.
Fundamentar una campaña en la capacidad de disuasión por medios coercitivos, casi nunca da buenos resultados, y menos si el producto en sí mismo, en este caso el precandidato, no tiene cualidades que seduzcan al consumidor. El nombramiento de funcionarios del gobierno en el comité de campaña del precandidato, envió un mensaje negativo a todos los agentes del mercado electoral.
Las estrategias del danilismo, no han sido las más efectivas. El discurso donde Danilo anuncia que no buscará un nuevo mandato, traza el marco estratégico general. Ese discurso, obligó a redefinir la estrategia del Leonelismo, que en lo adelante navegaría con menos tormento. Venia fortalecido de una “victoria” bajo lluvia ante el congreso.
Los errores de ese discurso, solo son justificables en un novel estratega, no en Danilo que es considerado uno de los mejores del país. Llamar minoría a un candidato que superaba por mucho a todos sus adversarios juntos, y que acababa de doblarle el pulso al presidente, reforzó el compromiso de esas “minorías” en hacer mayorías, y su trabajo de campo se intensificó. Dos elementos nocivos para el éxito de una campaña, fueron introducidos en ese discurso: la autosuficiencia o triunfalismo que llevan al militante a asumir una actitud pasiva hacia el proceso; y la mala definición del concepto de sangre nueva que se quiso transmitir, en un partido con catorce años de ejercicio ininterrumpido del poder.
No fue posible articular una estrategia organizada y disciplinada, porque se apostaba a la continuidad de Danilo, con quien se podía seguir girando sobre algunos ejes, que solo aplican a sus cualidades como producto. Gonzalo no es Danilo.
No se partió de las ventajas que como producto ofrece Gonzalo, sino como una extensión de las cualidades de otro producto, Danilo, restándole autenticidad y valores propios. La psiquis del consumidor no opera así. Gonzalo, fruto de las expectativas que genera el lanzamiento de un producto, la promoción y las ofertas de introducción, fue consumido masivamente, pero en la medida que la gente lo ha ido escuchando, mirando y observando, perdió interés en sus cualidades y ha dejado de gustarle.
La intención de continuar al frente del gobierno, impidió a Danilo, implementar la exitosa estrategia que había utilizado antes para proyectar candidatos a nivel congresual y municipal, que compitieran con los representante Leonelistas en sus demarcaciones.
A Gonzalo hay que relanzarlo. Ello demanda un presupuesto superior al que se ha utilizado hasta ahora, para lograr que, por los premios por comprarlo, las rebajas de compre uno y llévese tres, y la garantía de devolución si no le gusta, la gente lo consuma aunque sea por un día, el de las elecciones. Ya no hay tiempo para un cambio de presentación, embase o etiqueta. Pasado el proceso, Gonzalo no tendrá liderazgo para promover un regidor.
Gonzalo esta en picada, en caída libre. La gente que va a sus actividades sale desmotivada y vulnerable. Quien está logrando atraer militantes del sector contrario es Leonel. Las cancelaciones y amenazas a empleados han creado indignación. Resultó inoportuno el cierre del programa de Marino Zapete en esta coyuntura. El discurso de la hermana del presidente, por su cercanía al mandatario, resta confianza. El triunfalismo inicial se vino abajo con el derroche de recursos, pues la gente asume que el que está ganado no gasta tanto.
Si el Danilismo quiere tener éxito, debe guardar al candidato, no exhibirlo, y el presidente tirarse a la calle. Es una carrera contra el reloj, por la falta de preparación, organización y disciplina que comenzó en el 2012. El poder por sí mismo, no gana elecciones. En caso contrario, Gonzalo no llega al 40%, que prepare su discurso de aceptación de la derrota.
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