Por Luis F. Subero
Preludio del crimen.
Apenas habían transcurrido 17 años del nacimiento de la República cuando se produjo la anexión del territorio nacional al reino de España.
Qué produjo o condujo a semejante decisión a pesar de que el pueblo dominicano había no solo resistido, sino triunfado ante las invasiones haitianas del 1844, 1845, 1849 y 1855-1856? Qué papel jugó en esos acontecimientos históricos la común de San José de Ocoa?
Uno de los argumentos, un tanto simplista, para justificar ese desatino histórico, es la falta de fé que tenía Pedro Santana, en ese momento Presidente de la República, en el proyecto del Estado Dominicano. El 21 de octubre del año 1858 Santana envió un relato a España en el que culpaba a la constante amenaza de la agresión haitiana como causa de la falta de prosperidad económica de la República.
Lo cierto es que la situación económica era apremiante. La desastrosa administración de Buenaventura Báez, depuesto por la Revolución de 1858, de la cual finalmente Pedro Santana se aprovechó y tomó de nuevo las riendas del país, había dejado una situación calamitosa. Relata Sumner Welles que “El comercio había mermado a tal extremo que durante un año entero solamente dos goletas estadounidenses habían tocado puerto de Santo Domingo y sólo dos goletas extranjeras habían salido de la capital hacia Estados Unidos.
No había ningún producto de la agricultura, excepto en el Cibao. Aquí la cosecha de tabaco rindió escasamente la décima parte de la cantidad de la cosecha del año anterior. El tesoro público estaba vacío, las propiedades del Estado habían sido hipotecadas por Báez y el país inundado, a despecho de las medidas de precaución del Gobierno Provisional, por un diluvio de papel moneda que ya valía menos que el costo del papel en que fue impreso” (1).
Para Roberto Cassá, el anexionismo fue una doctrina oficial del Estado desde su surgimiento. (2) Recordemos que aunque los Trinitarios movilizaron y promovieron la idea de la independencia pura y simple, el Poder una vez proclamada la separación de Haití, fue ejercido de forma absoluta y permanente por un sector perteneciente a otra clase social distinta a la de los trinitarios.
Lo cierto es que Santana mantuvo conversaciones con España para lograr la anexión del territorio dominicano, lo que era atractivo a España que estaba en ese momento en plena decadencia, pues había perdido todas su colonias en América, con excepción de Cuba y Puerto Rico, por lo que anexándose a Dominicana ampliaba su dominio sobre las Antillas Mayores y ponía freno a cualquier proyecto expansionista de los Estados Unidos, que en ese momento no se interesó mucho en el asunto porque estaba inmerso en el debate moral sobre la esclavitud, debate que pronto desencadenaría la guerra civil norteamericana. Mientras tanto, el déspota dominicano logró acallar la escasa oposición, pues el pueblo en sentido general recibió la noticia con apatía e indiferencia, algunos; y con reservado optimismo, otros.
Consumatum est.
Finalmente, el 18 de marzo del año 1861, con un grupo de personas en la plaza de armas de Santo Domingo, actual parque Colón, al lado de la Catedral, Santana anunció la anexión desde el balcón del Palacio de Justicia; la banda de música empezó a tocar a la par que desde la Fortaleza Ozama se disparaban 101 cañonazos mientras se izaba la bandera española. El historiador Orlando Inoa indica que unas 300 personas se congregaron en la Plaza, de las cuales la tercera parte eran españoles radicados en el país (3).
La noticia viajó ese mismo día a todos los rincones del país. En la común de San José de Ocoa, el pabellón español fue izado el día 20 de marzo, a las seis de la mañana, “en medio de un regocijo general” (4). Pero, realmente fue dicha noticia recibida con júbilo entre la población Ocoeña? No sería de extrañar, ya que en el resto del país, no ocurrió nada distinto. Salvo las protestas individuales de algunos próceres como Mella, el martirio de Sánchez en El Cercado y las protestas de algunos países como Perú, que fue la primera Nación en protestar contra la anexión, hecha el 24 de agosto de 1861 (5) y la oposición lógica de Haití, que veía en la presencia española en esta parte de la isla una amenaza a su propia existencia como nación, no hubo un rechazo generalizado. Las condiciones de miseria y pobreza en que estaba todo el país, la extenuante lucha ante las constantes amenazas de invasiones haitianas, el exilio de los principales líderes liberales, una población analfabeta, falta de una prensa libre y crítica y que los productos agrícolas no encontraban mercado para venderse, contribuyeron a aceptar la decisión tomada sin mayores protestas y estas condiciones no eran diferentes en el Ocoa de aquel año de 1861.
Recordemos que ya habían transcurrido 15 años desde que el Teniente del ejército de los Estados Unidos de América, David Dixon Porter, había consignado en su diario que el poblado de Ocoa tenía unas 40 viviendas, y en total estimaba que entre el poblado y las plantaciones habría unas 800 personas, 160 hombres enrolados en el ejército, la mayoría asignado a la frontera, correspondiéndoles a las mujeres y niños las faenas del esposo y padre ausentes. (6). Si el poblado tenía en ese año unas 40 casas, estimamos que como máximo habitarían en ellas unas 200 personas (es decir, 40 familias compuestas de 5 integrantes promedio), el resto viviría en las plantaciones cercanas o circundantes al poblado. Esta cifra de 200 habitantes representa un 25% del total de la población de la región. No hay una cifra definitiva sobre la población de la Isla en 1860, algunos autores como Emilio Rodriguez Demorizi la fijan en 200,000, mientras que el cónsul español en Santo Domingo, Mariano Alvárez, afirmó que era de 186,700 almas, en tanto que el Censo Eclesiástico de 1863 la fija en 207,700 (7) y para el general José De la Gándara era de 282,000.
En 1920, es decir 75 años después, en el primer censo organizado por los norteamericanos durante la primera intervención militar, la población de Ocoa era de 1,247 personas. Estos números no cuadran. Aunque sabemos que el país en sentido general sufrió una despoblación durante aquellos años, creemos que en ese lapso de tiempo no es posible que la población haya crecido apenas 447 habitantes si partimos de los 800 habitantes que relata Porter; a menos que el censo de 1920 se refiera únicamente a la población urbana. Obviamente, el informe de Porter en ese sentido seguramente se basó en lo que le contaron los lugareños, pues no tuvo tiempo de verificar ese dato en su breve estadía en tierra ocoeña. Otro asunto a considerar es que ese censo organizado por primera vez y por un ejército invasor, no recibió la colaboración de toda la población, muchos de los cuales vieron con sospecha aquella actuación. Por lo que creer en una u otra fuente, es casi un asunto de fé.
Dejando aparte el tema demográfico, la región cobró importancia a raíz de las guerras contra Haití: primero, porque las montañas de Ocoa proveían seguridad y alimentos a aquellas familias que huían de los saqueos, el pillaje, incendios y violaciones (la última emigración significativa antes del citado 1861, seguramente fue durante el año 1855, año en que ocurrió la última invasión haitiana) y segundo, porque a través de ellas, un ejército que entrara al territorio por el Sur, podía fácilmente llegar al rico y próspero Norte y viceversa.
A qué se dedicaban los habitantes de Ocoa en esa época? Según Manuel Alexis Read, se dedicaban a una agricultura de subsistencia, salvo ciertos productos que a fines del siglo XIX cobraron cierta importancia como el caso de caña de azúcar, el café y otros. (8)
La ubicación estratégica del poblado, en medio del camino entre el sur y el Cibao, fue conocida y valorada desde ese momento, motivo que llevó a Pedro Santana el 28 de diciembre del año 1858, mediante Ley No. 567, a elevar a común el poblado de San José de Ocoa, en atención a que “es un punto de suma importancia en cuya conservación conviene poner el más grande esmero”. Este reconocimiento del General Santana seguro que le generó un ola de simpatía y fidelidad y adhesión de parte de la población ocoeña.
Para Santana la posición estratégica de Ocoa no era desconocida, ya que en el año 1844 estando como General del Ejército del Sur, con su campamento en Baní, ocurrió la batalla de El Memiso y El Pinar. Para el momento en que Ocoa es elevado a Común, obedecía a una nueva estructura organizativa del Estado Dominicano, aprobada mediante la Ley No. 40 del 9 de junio del año 1845, mediante la cual se crearon 27 comunes dentro de las cinco provincias existentes. Esta división en Departamentos, Provincias y Comunes, se mantuvo hasta que se produjo la anexión y en agosto de 1863, el General Santana dictó, en nombre de la Reina de España, la Resolución Núm. 693, en la que estableció una nueva organización basada exclusivamente en una política de defensa ante la guerra: Gobiernos político-militares (Santo Domingo, Azua, Seibo, Santiago de los Caballeros, La Vega y Samaná), tenencias de gobierno y Comandancias de Armas. Así fue como San José de Ocoa pasó a Comandancia de Armas, sin haber tenido nunca un ayuntamiento ni alcalde, pues la ley que la elevó a Común nunca se ejecutó y no sería hasta luego de concluida la guerra que Ocoa tendría instalado su primer ayuntamiento.
La crisis económica posiblemente no afectó a Ocoa tanto como al resto del país, partiendo de la estructura de las actividades económicas que señala Alexis Read (agricultura de subsistencia), por lo que de ser así, el comercio era mínimo y tomando en cuenta que el clima y la fertilidad de las tierras favorecían la agricultura, los efectos adversos que vivía el país no se sentían con tanta fuerza en la aislada villa montañosa.
Por todo lo anterior, además por la conformación étnica predominantemente blanca de la población, no es aventurado enarbolar la tesis de que en Ocoa se viera, inicialmente, con agrado la anexión a España, sobre todo tomando en cuenta que la población en su mayoría había decidido asentarse allí huyendo del horror de la guerra y si con la incorporación al Reino de España se eliminaba la amenaza de guerra, era perfectamente entendible que vieran con simpatía el izamiento de la bandera española.
Continuará el próximo viernes 24 agosto
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