Felipe Ciprián
Desde que examinando los hechos caí en la cuenta de que Danilo Medina estaba montando un proyecto reeleccionista, no me lo callé y comencé a escribirlo en mis análisis semanales en el Listín Diario.
Y lo hice con el propósito de que el resto de los dirigentes políticos, tanto del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) como de los opositores y movimientos sociales, se interesaran por dar seguimiento a esa novedad de la perspectiva política, fundamental para formular tácticas para las elecciones de 2020.
Pocos me creyeron en octubre de 2017 cuando lo dije por primera vez y algunos políticos y analistas consideraron que mis afirmaciones concluyentes eran una ilusión, pero con el tiempo encima, ahora se torna una pesadilla no para mí que lo advertí, sino para ellos que no prestaron atención.
La duda no existe de que Danilo y sus seguidores quieren una modificación constitucional para habilitar su candidatura a la reelección, sino que administrando a conveniencia los tiempos, él tiene paralizados a sus oponentes de todas las parcelas políticas.
Como no fueron capaces de prever a tiempo que Danilo iba a lanzar la reforma-reelección y tampoco me escucharon porque preferían acomodar la realidad a sus propósitos, ahora tienen el tiempo encima y es el danilismo quien se lo administra (el tiempo).
Mirando hacia atrás -octubre de 2017- y hacia adelante -julio de 2019- es fácil advertir que los dirigentes y los partidos políticos han estado petrificados.
Diez meses antes de las elecciones de 2020, Leonel Fernández está más lejos que nunca de ser el candidato presidencial del PLD aunque sus “estrategas” digan lo contrario para darse el ánimo de los moribundos, mientras que los partidos de oposición no tienen fuerzas unificadas, ni liderazgos ni candidatos capaces de levantar una esperanza de derrotar la reelección peledeísta en cualquiera de sus versiones: la inmediata con Danilo para completar 12 años o la diferida de Leonel para alcanzar los primeros 20 años.
El caso del PLD
Desde mediados de 2015 hasta finales de 2017, Leonel enmudeció políticamente amortiguando el golpe que le pegó el danilismo al imponerle en el PLD la modificación constitucional de ese año y luego la reelección en mayo de 2016.
En diciembre de 2017 comenzó a aparecer en el escenario político sin dar una explicación al país de por qué enterró su martiano discurso del 25 de mayo de 2015 para oponerse a la modificación constitucional y a la reelección de Danilo.
Sus primeras declaraciones fueron para decir, obviamente rebatiendo un artículo mío donde advertía que el PLD debía prepararse para la división, que “el PLD irá unido a las elecciones y ganará en primera vuelta”.
De ahí en adelante, con una cautela oriental, Leonel adoptó un comportamiento que puede sintetizarse en respaldo público a todo lo que hace el gobierno de Danilo que considera positivo, silencio total y absoluto frente a lo que no comparte, catequesis sobre constitucionalismo, consejos de lo que más “le conviene” a Danilo para quedar bien ante la historia y publicación de encuestas propagandísticas para presentarse como el mejor valorado para ser el próximo Presidente de la República.
Viajando todo el día en ese tren táctico, a Leonel le cogió la noche y ahora está sorprendido de que Danilo viene por la reelección y él se queda “enchivado”, patinando, en la indecisión de si pacta una caída “digna” o corre a aventurar con su candidatura presidencial en el frente de “Partidos de los Herederos”.
La reunión de Leonel con Reinaldo Pared Pérez, que amplios sectores de opinión consideraron que era una mediación para poner fin a los conflictos del PLD, ya sabemos que fue aprovechada por el expresidente para proponerle a Danilo la integración de una comisión de mediación entre ambos, pero que el Presidente rechazó por innecesaria.
Aunque el martes Leonel negó que entre él y Danilo hubiese algún tipo de propuesta de acuerdo, menos de 24 horas después Reinaldo se encargó de declarar que Leonel le pidió a Danilo integrar una comisión de mediación.
¿Y para qué quiere Leonel mediación si es puntero en sus encuestas, Danilo tiene impedimento constitucional para reelegirse y Leonel controla a los diputados suyos y Abinader tiene los del Partido Revolucionario Moderno (PRM) listos para derrotar cualquier proyecto de reforma? Si como se jacta el leonelismo, su líder no dará marcha atrás, sus esfuerzos deben estar enfocados a ganar la candidatura.
Echando bravatas
Lo que pasa es que una cosa es el discurso de “firmeza” para entretener a incautos y favorecidos, y otra muy distinta es la realidad que se viene encima de las aspiraciones presidenciales.
Ante la inminencia de que Danilo no le quiere dar paso, Leonel grita que no hay marcha atrás, y ve en una comisión de mediación del conflicto en el PLD, una tabla de salvación de su liderazgo.
Si los “Partidos de los Herederos” sueñan con que Leonel será su candidato tras una fractura orgánica del PLD, que puede producirse, despertarán con el sudor de sus pesadillas porque él tendría que ser el novato en política que no es para hacer lo que menos le conviene. Esa era su salida hace dos años, ya no tiene tiempo para improvisar.
El despiste opositor
Cuando inicié mis advertencias de que Danilo viene por la reelección, los más importantes partidos fuera del gobierno estaban concertados en el Bloque Opositor que formaron después de las elecciones.
Desde ese espacio hicieron algunos aportes, incluido su respaldo a las manifestaciones de la Marcha Verde, propuestas de reglamentación electoral y recorrieron un camino de más de dos años, pero que se desparpajó por la decisión del PRM de apoyar la Ley de Partidos con primarias abiertas como quería el danilismo. Ahora, con Danilo a un tris de lanzar su reforma-reelección, la oposición no tiene una coalición con suficiente fuerza para desafiar al PLD y tampoco un líder-candidato con ascendiente para provocar una avalancha de masas electorales para cambiar el gobierno.
Puede sonar duro -y hasta reeleccionista para los prejuiciados- pero yo tengo que reconocer que los puntos débiles de la reelección de Danilo están en situaciones objetivas (endeudamiento, caída del turismo, denuncias de corrupción, inseguridad pública, apagones, entre otros), mientras que en el plano subjetivo (movilización popular en contra, unidad opositora, líderes aglutinantes y tácticas correctas) Danilo navega con el viento a su favor y sin ningún peligro por babor ni estribor.
Ningún poder se cae por sí solo; hay que hacerlo caer y se necesita un poder alternativo que tenga la fuerza, la sagacidad y la intrepidez de derrotarlo.
No afirmo que ese sea el desenlace que le convenga al país, pero muy probablemente es el que tendrá que soportar porque “la libertad cuesta muy cara y es necesario resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio”, como enseñó Martí.
Si es así, a partir de 2020 habrá una realidad nueva en el país y se abrirán otras perspectivas que hay que comenzar a ver desde ahora.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!.
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