Felipe Ciprián
Un ladrón se parqueó en un centro comercial de la capital y simulando que hablaba por teléfono móvil, despegó el retrovisor izquierdo de una jeepeta.
Movió el automóvil en que andaba y lo colocó del otro lado de la jeepeta y con similar ademán, despegó el retrovisor derecho. Al terminar su segundo robo a un mismo vehículo en tres minutos, se percató de que un taxista que estaba al frente lo estaba filmando con un celular.
Ante la evidencia de hallarse descubierto –pero ya canibalizada la jeepeta- el ladrón despegó como un torpedo y huyó del área.
El taxista tomó el video y lo subió a las redes sociales. De ahí terminó en los medios convencionales de comunicación y se tornó viral porque desde una y otra plataforma rodó por cientos de miles de teléfonos móviles y se formó un estado de opinión pública favorable a su captura y envío a la justicia.
Comprobado el hecho como real –en las redes hay un alto porcentaje de inventos y publicaciones viejas como si fuesen nuevas-, la Policía Nacional entró en acción e individualizó al ladrón: dijo que se llama Ricardo Alberto Cabrera Serrano.
En menos de 24 horas la Policía Nacional capturó a Cabrera Serrano en una zona apartada de San Pedro de Macorís, con el vehículo captado en el video y con un paquete de accesorios de vehículos robados.
Esposado y sudando, oficiales de la Policía trasladaron a Cabrera Serrano a Santo Domingo, lo encarcelaron y este sábado el juez de la atención permanente de la Provincia Santo Domingo lo envió con prisión preventiva por tres meses a la cárcel de La Victoria.
Ahora falta saber cuánto tiempo necesita la Fiscalía de Santo Domingo para instrumentar un expediente que no requiere mayores trámites, presentar acusación y procurar una condena expedita para que los cientos de ladrones de accesorios de vehículos entiendan que quien desafía las leyes y quiere apropiarse de bienes ajenos, va a la cárcel y se le condena en semanas.
El problema es que la justicia, por la razón que sea, tiene una cultura de retrasar los procesos y si el ladrón tiene un padrino o un patrón, puede salir de la cárcel sin condena. Si en cambio le aplican la pena que corresponde nueve meses después, ya la sociedad no recuerda el caso y mucho menos los nuevos ladrones que crecen como tábanos por todas partes.
Si en este mes de junio de 2018 a Cabrera Serrano un juez le dicta condena ante hechos más que probados, el mensaje sería elocuente y la disuasión un resultado neto del esfuerzo combinado de un ciudadano que veía un robo (el taxista que lo grabó y lo subió a las redes), los demás ciudadanos que lo compartieron y crearon un estado de opinión pública condenatorio, la Policía que lo identificó, ubicó y capturó, y finalmente la justicia que lo condene… si es el culpable.
Este caso es un ejemplo de un uso efectivo, positivo y contribuyente a la paz y el sosiego de la sociedad, utilizando las redes sociales y los medios de comunicación.
Como ese taxista, todos los ciudadanos deben aprovechar la utilidad de los dispositivos móviles para captar y divulgar el registro de actividades delictivas y criminales para combatirlas y contribuir a meter en la cárcel a los delincuentes.
Se necesita que la ciudadanía siga haciendo un uso efectivo de los móviles y las redes sociales, pues nada justifica que ambos se conviertan en alucinógenos de jóvenes y no tan jóvenes que los utilizan mayormente para banalidades y burlas.
Comentarios...