Por Francisco Luciano
Mi madre una mujer analfabeta, oriunda de la comunidad de Arroyo Cano en el Municipio de Bohechio, provincia de San Juan de la Maguana, solía decir que “la maldad existe y cuando se presenta lo hace sin piedad”, y agregaba “solo existe una manera de combatir la maldad, es haciendo el bien y diciendo la verdad, porque la verdad es lo único que usted podrá repetir de la misma manera aunque pasen los años”.
He visto con estupor la manera en que la Procuraduría General de la República, ha actuado en el caso de la investigación abierta a los comunicadores Danny Alcántara y Julio Martínez Pozo, al primero no lo conozco personalmente y recuerdo haberlo visto de manera personal, en una ocasión en que un amigo que trabajaba en IDECOOP, me lo presentó en Telemicro. De Julio Martínez Pozo me considero amigo y no puedo negar que siento por él una gran admiración y simpatía.
Ninguna persona está por encima de la ley y cualquiera puede ser investigado si así se entiende necesario, pero cuando se conduce una investigación con alevosía, asechanza y nocturnidad la gente tiene derecho a sentirse defraudado y molesto, sobre todo si la acción se produce en un gobierno al que ayudaste a montar, corriendo riesgos y viviendo amenazas directas, como ha sido el caso de Julio Martínez Pozo.
Solo quienes hemos vivido el asedio, podemos explicar la incertidumbre que se vive cuando el poder se ensaña contra ti.
Cuando se viene de las capas bajas de la sociedad y se logra trascender en base a la dedicación y el trabajo, haciendo que tus juicios tengan incidencias, te conviertes en una molestia para sectores de poder engreídos, que no saben quién o quienes, han cavado el pozo del cual se están sirviéndose la abundante agua que beben y derrochan.
Deseo que Julio Martínez Pozo y Danny alcántara, salgan airosos de los despiadados ataques que ahora reciben y que les ponen como a la arepa, pues al provenir de un gobierno al que por lo menos Julio, ayudó a montar, facilita el morbo de los que ayudó a derrotar, siendo que no tendrán piedad en celebrar y alentar el desaguisado.
Cuando la maledicencia toca a tu puerta acompañada de la ingratitud, solo resta perdonar y entender la necesidad de sobresalir que tienen los necios sin importar las consecuencias de sus descabelladas acciones.
Fe y fuerza que la verdad al no tener de qué avergonzarse, es la única que puede pasearse desnuda por las calles del pueblo.
El autor es catedrático universitario y dirigente político.
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