Santo Domingo.- Confesor, como lo conocen en Sabana Larga, es un hombre a quien no le falta tamaño, porque en eso de levantar una familia, es todo un gigante.
Luis Confesor Báez, tiene 82 años, cinco preciosas hijas, que han prolongado su felicidad dándole 12 nietos y nietas, que junto a su esposa Dilcia Féliz, un año mayor que él, lo han coronado de satisfacción, a pesar de que el bisturí en varias ocasiones ha intentado cortarle su alegría.
Pero, como no sólo del trabajo vive el hombre, en su pueblo natal, Sabana Larga, a cinco kilómetros de Ocoa, se conoce por sus dotes de buen bailador.
Casado desde hace 57 años con doña Dilcia, de 83, son tantos años juntos que ya se adivinan hasta los pensamientos, quien este martes se fue al salón para recibir a su hombre, tan hermosa como en sus años mozos, luego de estar separados durante varios días mientras estuvo ingresado en el Hospital Padre Billini aquejado de quebrantos de salud.
Sus hijas prefirieron que ella no fuera al sanatorio a verlo enfermito para no prolongar su sufrimiento.
De la unión de Confesor y Dilcia nacieron sus mejores obras: Iris, Rosita, Josefina, Dilcita, Elfrida, todas mujeres hermosas a quienes no dejó salir de su casa hasta que no se casaron vestidas de blanco, con velos y coronas.
Con ellas iba a todos los bailes y fiestas de Sabana Larga y comunidades cercanas y era su principal parejo.
Trabajó la agricultura hasta que las fuerzas se lo permitieron, y aunque ya las enfermedades han menguado sus fuerzas, sigue con el deseo de trabajar y bailar.
Durante varios días estuvo postrado en el hospital Padre Billini, aquejado de problemas de salud, pero aun con las dolencias anatómicas, no dejaba de brindar una sonrisa a las enfermeras que canalizaban sus venas y a los médicos que trabajaban para devolverle la salud.
Mientras estuvo ingresado en el centro asistencial, sus cinco hijas se turnaban para brindarle el mejor cuidado día y noche, junto al personal médico y paramédico.
Josefina, la tercera de sus hijas, lo define como “un hombre serio, responsable, honesto, ese es mi padre”.
Cuando ocoaenred.com conversó con su hija Iris, la mayor, destacó que en los 57 años que sus padres tienen de casados, nunca los ha visto pelearse.
Pero Confesor no sólo es buen bailador, también es compadre de cientos de hombres y mujeres de Sabana Larga, a cuyos hijos ha bautizado.
Igualmente se destaca por haber apadrinado reinados de bellezas y graduaciones de beldades y estudiantes sabalarguenses.
Aunque sus hijas pretenden que permanezca varios días en la ciudad, para dar continuidad a los chequeos médicos, su objetivo es volver a Sabana Larga, para pasearse por las apacibles calles de aquella comunidad ubicadas en montañas.
Allí, alejado del ruido de la ciudad quiere estar, compartiendo entre los hombres y mujeres de su generación y con los nuevos que a cada paso le piden la bendición por ser padrino de varias generaciones.
Confiamos en su total y pronta recuperación.
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