Felipe Ciprián
Este país es tan presidencialista que hasta quienes tienen buenas posibilidades de ser excelentes legisladores o alcaldes para servir directamente a sus pueblos e ir escalando peldaños sin quemar etapas, prefieren teñirse el pelo de “candidatos presidenciales” aunque conocen de antemano los adversos resultados electorales que cosechan reiteradamente.
Eso tal vez explique por qué todos los políticos -dirigentes y dirigidos- hablan del año 2020 como sinónimo de elecciones presidenciales, cuando en realidad hay todo un poder en disputa en los comicios legislativos y en los municipales.
Pero mientras que todos los que han sido presidentes y candidatos presidenciales sigan aspirando en cada elección y montando grupos particulares en los partidos para que los apoyen a ellos, no habrá relevo posible y mucho menos democracia y participación equilibrada en esas organizaciones políticas.
Peor aun, mientras las bases -si es que quedan organismos que funcionen en los principales partidos del sistema electoral dominicano- de esas organizaciones políticas sigan aceptando alinearse con grupos procurando estar cerca de un caudillo para que cuando llegue al poder “me de lo mío”, en el país seguiremos teniendo “maquinarias grupales” para conseguir candidaturas y después votos, pero no partidos donde se ejerce la política con compromiso social y voluntad de servicio.
Gran oportunidad opositora
Si la oposición al gobierno de Danilo Medina dispone de un elemental sentido de inteligencia, sagacidad y humildad, en las elecciones municipales de febrero de 2020 tiene la gran oportunidad de sentar las bases para liderar en forma unitaria un cambio que se constituya en la antesala de una más potente unidad para disputarle la Presidencia de la República al Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Es, sin duda, un serio riesgo para el PLD y una gran oportunidad para la oposición siempre que se ponga a la altura de las condiciones que demanda ese momento, que comienza ahora.
Que el PLD gane la mayoría de las alcaldías del país en febrero de 2020 no sería ninguna novedad, pues actualmente cuenta con ese poder, pero que lo logre una coalición de fuerzas opositoras, firmemente unificada y con alguna experiencia de tolerancia a sus diversidades “ideológicas”, sería un fenómeno político trascendente que podría poner a muchos dominicanos a pensar que también la elección presidencial puede ser arrebatada al PLD.
La oposición tiene el camino más expedito para formar un gran frente electoral en la elección municipal porque con los miembros del PLD divididos entre los seguidores de Medina y Leonel Fernández, más el mutuo interés de aplastarse y bloquearse pensando en la presidencial, la confianza y la fluidez de recursos para campañas locales no estaría garantizada ni sería uniforme.
Para que la oposición pueda lograr esto, sus dirigentes tienen que revestirse de humildad, vincularse estrechamente con el pueblo y auspiciar procesos de selección de candidaturas locales privilegiando a dirigentes populares con arraigo, a comerciantes, industriales, agroproductores, profesionales prestigiososÖ ¡sean o no miembros de los partidos opositores! y los postulen de forma unitaria y con una sola boleta en cada localidad.
En política como en la guerra, la dispersión es la mejor prueba de que quien acude a ella, está a la defensiva, no a la ofensiva y mucho menos en la contraofensiva.
Presentando a los mismos “cohetes explotados” o a los advenedizos con dinero para alcaldes y concejales, la oposición no puede competir con la maquinaria del PLD y sus inmensos recursos (económicos, políticos, fiscales, judiciales, policiales y demás) y en ese caso perdería la gran oportunidad de dar la sorpresa electoral municipal del 16 de febrero de 2020.
Naturalmente, si los dirigentes de la oposición solo ponen su mira en las elecciones presidenciales -donde menos posibilidades tienen- van a desaprovechar un escenario ideal para romper la hegemonía del PLD en todos los poderes.
¿En qué consiste la oportunidad?
Parto del supuesto de que Danilo no va a permitir el regreso de Leonel al poder en 2020 y la mejor forma de garantizar ese objetivo (para él) es intentando su reelección aunque para ello tenga que acudir a una reforma constitucional y a un referendo aprobatorio previsto por la Constitución en su artículo 272.
Si Danilo acude a ese recurso, dudo mucho que pierda y quedaría revestido de legalidad y apegado a la Constitución.
Hay quienes dicen que Leonel tampoco va a permitir una nueva reforma a la Constitución para la reelección más allá de dos períodos, pero las consecuencias de una “probable” resistencia leonelista son muy limitadas porque no puede soñar con dividir al PLD y llevarse la mitad de los senadores, diputados, alcaldes, concejales, y ni hablar de conservar ministerios actuales u otras posiciones de sus parciales.
En otras palabras: Leonel está en una trampa mortal porque no tiene fuerzas internas para variar su condición de minoría frente al danilismo y retener el control del PLD, pero tampoco controla ningún poder que se constituya en obstáculo para frenar el potro lobo de la reelección.
Cualquiera pude pensar que hago estas afirmaciones con deleite, pero no es así. No tengo ningún tipo de motivo para adversar a Leonel. Él tiene mi respeto merecido, pero como no escribo por encargo de nadie, digo lo que pienso a riesgo de desagradar a cultos e incomodar a ignorantes fraguados en el fanatismo. Para mí la verdad y la honestidad son paralelas infranqueables, porque respeto a quienes puedan leer estas líneas y a mi edad nadie me va enseñar a temer absolutamente a nada.
Los dueños del circo
Suponiendo que Leonel, Danilo e Hipólito hayan sido los mejores presidentes de este país, nada justifica que sigan aspirando a la Presidencia como si en sus partidos -y en la sociedad- no hubiese más ciudadanos con iguales derechos y excelentes condiciones para hacer una experiencia de gobierno exitosa.
Ante la posibilidad -muy alta- de que la candidatura a la reelección de Danilo eyecte a Leonel del PLD (por renuncia o expulsión), la oportunidad de la oposición es sellar la más firme unidad programática y acogerse a un ejercicio de flexibilidad política para intentar ganar la mayoría de las municipalidades, dar un golpe de efecto y luego realizar una novedosa selección de un candidato presidencial encantador de multitudes y honesto, para oponerlo a la reelección. Por ahí hay un chance incalculable, que dirigentes lúcidos, arrojados y creativos pueden provocar una debacle electoral para el PLD.
Error mortal de los opositores
El peor error que puede cometer la oposición hoy es concentrarse y ocuparse de las elecciones presidenciales cuando es evidente que las municipales serán la gran encuesta de febrero que pueden crear el pistoletazo para provocar un frenesí capaz de generar un nuevo poder.
Electoralmente hablando, febrero (elecciones municipales) es decisivo para tomar el pulso acerca de lo que sucederá en mayo de 2020 (elecciones presidenciales y legislativas).
Mis dudas están en el peso que aun tienen los viejos bueyes (eternos candidatos presidenciales de la oposición, pese a las sucesivas derrotas), la falta de humildad para ceder el interés particular en lugar de ponerse al servicio de su pueblo.
El ejemplo de Los Tupamaros
Los dirigentes dominicanos son muy diferentes a Los Tupamaros, de Uruguay, que en los años noventa eran una fuerza importante en el Frente Amplio fundado por el general Líber Seregni, que trabajaban más que todos los demás partidos para ganar legisladores, estaban revestidos de un gran ascendiente moral y popular, pero no postulaban a sus compañeros.
Cuando los demás partidos les solicitaban a los líderes tupamaros (José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro) cuál era su lista para legisladores por el Frente, ellos -con la humildad que los caracteriza y los ha llevado al éxito que no tuvieron como guerrilla urbana- siempre respondían que no tenían candidatos, sino fuerzas para trabajar por el triunfo de sus aliados. ¡Cuánta humildad!
Sobra decir que Mujica llegó a ser senador primero, luego presidente de la República -ejemplo de honradez y sencillez reconocida hasta por sus antiguos enemigos- y que Fernández Huidobro, de jefe guerrillero llegó a ser ministro de Defensa de Uruguay.
Esa es la cosecha de la sagacidad política y la humidad, nada común en esta aldea donde quienes apenas conocen tres tonterías de la compleja historia dominicana -y algunos haciendo galas de su ignorancia- se consideran eternos candidatos presidenciales.
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