Por Nóbel Mejía.-San José de Ocoa
El tema de los feminicidios es más complejo de lo que muchos asumen, sobre todo porque la mayoría de los casos implica otra tragedia, el suicidio. En algunas escenas mueren terceros (homicidio), acompañantes o relacionados del objetivo principal del victimario y, en la ocasión citada, se habla de agresión sexual.
El caso RD no es “normal” o típico, observando que países con medianas y altas tasas de feminicidios no presentan los agravantes señalados, excepto México.
Es complejo porque no hay forma de hacer correcciones sobre la marcha y la prevención implica asuntos de cultura machista, justicia y educación. Elementos varios que son materias pendientes del Estado Dominicano.
Fíjese, el agresor de RD concluye el acto suicidándose y, por ende, no hay manera de corregir con castigo penal severo y enviar el mensaje al resto. Si no estoy equivocado, todavía la justicia entrega la famosa orden de alejamiento a la mujer maltratada (víctima mortal en potencia) para que esta “persuada” al agresor (feminicida, homicida y suicida en potencia). Para colmo de colmos, la fémina sigue sin denunciar porque piensa que su agresor no llegará a tal extremo o, quizás, por terror, dependencia o motivada en que las pocas denunciantes no reciben la atención correspondiente. Es lamentable ver víctimas que, antes de la tragedia, presentaron denuncia en medios de comunicación y nadie prestó atención. El Estado y la insensibilidad colectiva son homicidas por omisión y cómplices de la desgracia.
Soy de opinión que estamos desaprovechando “oportunidades”. Tal como sucede en otras naciones, los agresores que no se suicidan y son capturados deberían ser objeto de estudios de comportamiento o conducta criminal, psiquiátricos y psicológicos. Hay que adentrarse en las mentes retorcidas de esos individuos que, al parecer, planifican muy bien sus actos. Aunque “el diablo jucha” y los cristianos dicen que son señales de los últimos tiempos, planes satánicos perfectamente elaborados en las entreñas del infierno, es difícil concebir que un individuo mate y se le ocurra, al momento, la “brillante” idea de matarse.
Entiendo debe legislarse para establecer “formas severas de castigo” a los agresores y victimarios pero, más allá de aplicar todo el peso de la ley, la idea es conocer lo que impulsa a estos individuos, lo que está en su psique, rastrear su ADN y árbol genealógico, viendo posibles raíces y atacando las bases de la problemática desde posibles hallazgos. ¿Por qué se ha convertido en una práctica grupal o colectiva?; ¿es posible la imitación criminal impulsada por psicología de masas?; remitiéndonos a los estudios de criminología biológica, principalmente llevados a cabo por Lombroso, Di Tullio, Sheldon y Quiroz Cuarón, ¿el medio hostil está influenciando la explosión de un “gen criminal”?
Desde luego, los dominicanos no tenemos cultura de visitar psiquiatras y psicólogos porque entendemos que eso es cosa para locos y gente inestable. Nos creemos sabelotodo capaces de manejar conflictos internos e impulsos patológicos. Eso es gravísimo porque no tenemos un archivo o perfil conductual que ofrezca pistas del problema. Se cuentan por cientos o miles los que, posiblemente, están predispuestos o gestando la idea de hacer un lío y no de ropa. Aunque muchos de los agresores “avisan”, nadie sabe donde está el próximo masacrador fatal. He escuchado hombres diciendo que “las mujeres se ganan esos crímenes” por tal o cual conducta y esa es una forma de pensar de feminicidas en potencia. Los cristianos sostienen que esa es una puerta abierta a Satanás.
En nuestras cárceles, escuelas y universidades, áreas perfectas para construir archivos de perfiles conductuales, tampoco contamos con pruebas científicas de admisión y seguimiento. En unos el asunto es protocolar y manipulable, mientras en otros la convivencia de psicólogos se limita a pleitos de recreo.
Dado lo parafernálico, se discute la posibilidad de satanismo y/o efectos de drogas. Eso es posible pero no creo se trate de un hecho circunstancial. Detrás de los feminicidios y las “agresiones activas” puede haber o no “psicopatologías profundas” que ameritan abordajes a otros niveles. Con este caso tocamos fondo en materia de feminicidio, incluyendo el infanticidio masivo.
Las campañas para dar al traste con el mal están surtiendo poco o ningún efecto. La sociedad dominicana debe reenfocar el tema y el gobierno ponerlo en su agenda de prioridades. Los religiosos deben ir orando, rezando o prendiendo velas a las siete potencias para que la forma del asunto no se constituya en la nueva moda.
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