BBC Mundo
Perder al hijo que esperabas es duro. Que te culpen por ello y te metan en la cárcel, más.
Eso es lo que la salvadoreña Teodora Vásquez asegura que hicieron con ella las autoridades de su país cuando solo tenía 24 años.
Vásquez salió el pasado jueves de la cárcel después de una década presa por un aborto del que ella siempre dijo que fue espontáneo y no provocado.
Después de años de recursos en los tribunales y de reivindicación en las calles alentada por Amnistía Internacional y otras organizaciones que la apoyan, su caso se ha convertido en un ejemplo de la lucha por los derechos de los mujeres en un país que tiene uno de los marcos legales sobre el aborto más restrictivos del mundo.
Teodora le contó a BBC Mundo la historia de cómo su vida se torció en 2007, cuando tenía un hijo de cuatro años, al que peleaba por alimentar con su sueldo de empleada en una escuela, y esperaba al segundo.
Y también cómo su camino ahora acaba de enderezarse.
¿Qué fue lo que pasó?
Estaba trabajando en el colegio y a eso de las dos de la tarde me empecé a sentir muy mal. Estaba en el noveno mes de embarazo y creía que iba a nacer mi bebé. Como los dolores no pasaban, sino que aumentaban, llamé a una ambulancia. Hasta cinco veces, pero nunca llegó.
¿Qué hiciste entonces?
Me dieron ganas de hacer pipí y fui al baño. Al bajarme la ropa interior, noté algo que se desprendió dentro de mí. En ese mismo instante me desmayé.
¿Y luego?
Busqué a mi compañera para que me dijera lo que había pasado, que mirara en el baño y me dijera lo que había ahí. En ese momento llegó la policía. Vio las huellas de sangre y preguntó de quién era lo que había en el baño. Yo, sin temor, porque sabía que no había hecho nada malo, dije que era mío. Me preguntaron: «¿Por qué lo hiciste?». «Yo no he hecho nada», contesté. «Has matado a tu hijo», me dijo el policía. Fue así como supe que era mi bebé lo que había en el baño. Y ahí me capturaron.
¿Cómo te sentiste cuando supiste que habías perdido a tu hijo?
Me sentí derrotada porque yo tenía todas las esperanzas de tener a mi hijo. Tenía tanta ilusión… Mi mundo se derrumbó porque perdí a mi bebé y también mi libertad, y con ella el derecho de estar con otro hijo y con mis padres. Yo me había construido una vida, y lastimosamente no salió como la había proyectado.
¿Cómo te trató la policía en esas horas que pasaron después de perder a tu hijo?
Muy mal. En El Salvador se aceptan todo tipo de delitos, menos esos. Me insultaban, me tiraban la puerta del carro, se negaban a llevarme al baño cuando yo lo pedía, me negaban los medicamentos. No hicieron nada por mí.
¿Qué insultos eran esos que te decían los policías?
Me decían que era una mala madre y una perra.
¿Eso ocurrió justo después de que hubieras perdido a tu bebé?
Sí. Recuerdo que había una mujer que era la que me trataba peor.
¿Se te informó del motivo de tu detención?
Me dijeron que me llevaban por haber matado a mi hijo. Esa fue la explicación.
¿Sufriste alguna agresión física?
No.
Finalmente, te condenaron a 30 años de prisión por asesinato agravado. ¿Tuviste una adecuada defensa legal?
No. Si hubiera sido así, yo no hubiera pasado tanto tiempo en la cárcel. Los abogados defensores que llevaba abandonaron el proceso. En la audiencia en la que me condenaron estuve sola, acompañada tan solo por un abogado de la Procuraduría al que le habían asignado mi caso solo 11 horas antes y no sabía nada de él.
Teodora pudo salir de la cárcel gracias a una sorprendente decisión del Tribunal Supremo de El Salvador, que decidió conmutar su pena.
Sin embargo, no se ha reconocido su inocencia, por lo que sus abogados presentarán más recursos.
En 2016, Amnistía Internacional le presentó al gobierno 250.000 firmas «exigiendo la libertad» de la mujer.
Y en noviembre pasado, Naciones Unidas pidió a las autoridades de El Salvador la revisión de los casos de mujeres que cumplen largas penas por provocarse aborto.
Según la organización salvadoreña Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto, actualmente unas 27 mujeres cumplen penas de entre seis y 35 años por la penalización del aborto.
El gobierno del presidente Salvador Sánchez Cerén propuso en 2016 impulsar una reforma para permitir la interrupción del embarazo en los casos en que la vida de la madre esté en riesgo o sea fruto de una violación, pero el proyecto no ha prosperado en el Congreso.
El Salvador sigue siendo junto a Nicaragua, Honduras, Haití, Surinam, Andorra y Malta uno de los pocos países del mundo que mantienen una prohibición absoluta del aborto.
¿Tuviste apoyo del padre de tus hijos tras el aborto y el encarcelamiento?
A los tres meses de entrar yo en la cárcel, él nos abandonó a mi hijo y a mí, y se fue con otra mujer.
¿Volviste a saber de él?
No, ni quiero.
Te metieron en el Centro de Readaptación de Mujeres de Llopango, en San Salvador. ¿Cómo era un día normal en la cárcel?
Me levantaba a las cinco de la mañana, me duchaba, comía un poco y me iba a la escuela. Por la tarde regresaba a unos talleres y a las seis de la tarde me iba a dormir.
¿Pensaste en algún momento que no podrías resistir, que lo que te había ocurrido te superaría?
Llegué a pensarlo. Por momentos, sentía que no iba a aguantar. Encontré la fuerza para continuar en mi hijo, que me iba a visitar. Y en el resto de mi familia. Eso me dio la fortaleza para aguantar todo ese tiempo en ese lugar.
¿Cuántas veces a la semana te visitaban?
Las visitas eran solo una vez al mes.
¿Compartías tu celda con alguien?
Éramos unas 70 mujeres en cada dormitorio.
¿Cómo eran las condiciones allí?
Estaba limpio porque nosotras limpiábamos una vez a la semana. Pero había bastante falta de agua. Te daban solo dos botellas de plástico rellenas. Con una tenías que lavar la ropa y los cacharros, y con la otra bañarte. Y a veces no alcanzaban las botellas en el reparto. Había que esperar una cola y muchas veces se acababa el agua cuando te iba a tocar a ti.
También faltaban las medicinas. No teníamos derecho a enfermarnos más que cada seis meses, que era cuando te pasaban consulta. Si enfermabas antes, te quedabas sin medicinas.
¿Qué tal era la comida?
Horrible. Estaba cruda, a veces podrida. Muchas veces había gusanos.
El aborto no es muy popular entre la población reclusa. ¿Tuviste algún problema en la cárcel porque se te había condenado por un aborto?
Me discriminaban, a mí y a las otras compañeras que estaban en la misma situación en ese lugar. Cuando había actividades con presas que lo eran por otros delitos, nos dejaban solas.
¿Alguna vez fuiste agredida?
Verbalmente, sí.
No es agradable recordarlo, pero ¿qué te decían?
(Tarda en contestar) Como la policía, que yo era una perra y que era mejor que mi madre hubiera abortado y yo no hubiera nacido para hacer lo que decían que hice.
¿En todo este tiempo encerrada te sentiste culpable alguna vez o pensaste que si te ocurría aquella desgracia era porque habías hecho algo mal?
No. Nunca dudé de mi inocencia.
Otras mujeres entraron en la cárcel por el mismo delito del que te acusaban a ti. ¿Cómo fue la relación con ellas?
Compartíamos el mismo dolor, el mismo sentir. Sentíamos que si nos discriminaban a una nos discriminaban a todas. La relación que construimos fue lo mejor que me pudo pasar. Ellas se ganaron mi corazón y ahora nos amamos.
¿Qué tal te trataba el personal de seguridad de la prisión?
Al principio, mal. Me tiraban la puerta a la cara y no me escuchaban. Pero cuando supieron el apoyo que teníamos de diferentes países y que había gente trabajando por nuestra liberación, empezaron a aceptarnos un poco más. Dejaron de meterse con nosotras porque teníamos gente que nos defendiera.
¿Qué harás con tu vida ahora que vuelves a ser una mujer libre?
Ahora quiero pasar unos días para disfrutar a mi familia. Y he firmado un contrato de trabajo. Espero tener un dinero para inscribirme en la universidad y sacar una carrera. No me importa el precio que tenga que pagar, pero quiero que mi hijo y yo seamos unas personas preparadas.
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