Cuando el conteo de muertes no ha parado una semana después del desplome del techo de la discoteca Jet Set el 8 de abril 2025, resulta imposible contener el dolor y la rabia por tantos hombres y mujeres caídos allí mientras disfrutaban de la música contagiosa y el canto elegante de Rubby Pérez.
Yo no vengo a llorar a la distancia, sino a sugerir cómo mejorar la capacidad de prevenir y responder a este tipo de desastres.
De todos los que allí murieron, hasta donde sé, a quien mejor conocí y traté, fue precisamente a Rubby.
Una de las hijas de Rubby, Yuzulka, estudiaba inglés junto conmigo y cada sábado su padre iba a recogerla al frente del aula en la avenida Rómulo Betancourt.
Invariablemente yo salía a acompañar a Yuzulka a la vía hasta que llegara su padre, y él, cercano siempre, bajaba el cristal derecho de su auto y me extendía la mano con fina atención. Ahora estamos ante el resultado fatídico de varios centenares de muertos y heridos, de gente que iba a gozar, sentirse bien y fueron víctimas de un percance funesto.
Cada vez que hay muertes de este tipo, hay culpables, aunque no sean asesinos, que es algo diferente.
En este caso la culpable es, esencialmente, la cadena de negligencia empresarial y la ausencia de supervisión gubernamental.
Estrategia preventiva
El deterioro de la edificación de la Jet Set no fue advertido a tiempo por sus propietarios, pero tampoco por las autoridades que no tienen políticas de supervisión de las instalaciones a las que acuden masivamente las personas por diversos motivos.
Si cientos de personas han muerto en Jet Set en solo minutos por falta de supervisión de las instalaciones, esa sangre generosa no debe consumirse en vano.
Tanto el gobierno como el resto de la sociedad deben sacudirse para de ahora en adelante forjar un protocolo firme que impida que desastres de esa naturaleza, se repitan.
Los gobiernos dominicanos (no solo el de Luis Abinader) se han caracterizado por actuar a reacción frente a los acontecimientos desastrosos. Ahora estamos ante una tragedia mayor y es hora de ponerse a la altura de los acontecimientos, del luto, del dolor y el lamento.
Hay que diseñar una estrategia de prevención para salvar vidas ante eventos inesperados que son frecuentes, como los sismos, fuegos, inundaciones y otros.
Esperar a que ocurran para ponerse a llorar muertes que fueron evitables, es el colmo de la irresponsabilidad ciudadana y gubernamental.
Sobre el luto de los caídos hace una semana, debe sobreponerse la inventiva y la creatividad de los funcionarios y líderes sociales.
Propuestas puntuales
Tomemos la palabra Abraham Lincoln, cuando afirmó: “Si tuviera seis horas para talar un árbol, dedicaría las primeras cuatro a afilar el hacha”. Quien no se ha preparado lo suficientemente bien para afrontar una tarea compleja, no puede esperar que la va a culminar con éxito, porque este depende en mayor medida de la planificación, adiestramiento y finalmente la acción.
Es lo que traducido al lenguaje militar se conoce como la divisa de que “a más sudor en el adiestramiento, menos sangre en el combate”.
Si el gobierno de Abinader quiere sobreponerse a esta danza mortal, debe tomar iniciativas inmediatas para evitar nuevas tragedias.
No es cuestión de si existen limitaciones legales para la supervisión, es que hay que hacerla porque las catástrofes irrumpen sin atenerse a regulaciones de ningún tipo.
El Comando del Listín
Ya el Listín Diario sugirió –y el Ministerio de Defensa lo respaldó– la creación de un Comando Nacional de Rescate para disponer de personal adiestrado y listo para acudir de inmediato y con pericia, ante cualquier desastre de esta naturaleza.
El presidente Abinader debe hacer suya esta iniciativa y respaldarla con recursos, personal y equipos para que se convierta en la élite del rescate dominicano, con posibilidad de dar auxilio a los países de la región que puedan quedar afectados por este tipo de fenómenos.
Durante el mes de abril de cada año, en recuerdo de la tragedia de Jet Set, el Comando, junto a los cabildos de las principales ciudades del país, debe realizar inspecciones en todos los recintos a los que acuden masivamente las personas.
Hablo de hospitales, clínicas, escuelas, universidades, clubes, museos, anfiteatros, cárceles, recintos militares, tribunales, bares, discotecas, estadios, templos religiosos, minas, industrias, edificios multifamiliares, túneles, elevados, puentes, entre otros.
En los casos de bares y discotecas que no suelen tener accesos múltiples y adonde acude la gente a tomar alcohol, la supervisión oficial debe hacerse en abril y octubre para garantizar la seguridad.
Luego de cada supervisión, la autoridad debe colocar un sello de calidad que certifique que la instalación dispone de una estructura adecuada para resistir sismos, ciclones y fuegos, lo que significaría una garantía de que allí la gente estaría segura¬.
Hay que aprovechar este momento que todo el país se ha unido para afrontar la tragedia, que de todo el mundo se ha sentido la solidaridad, para forjar políticas firmes de construcción, supervisión y prevención de desastres.
Como una medida puntual de rigor, los organizadores de una fiesta, una celebración religiosa, social, deportiva o política, deben enviar técnicos a supervisar las instalaciones y entregar un informe a las autoridades de Socorro certificando que el lugar es seguro y dispone de un protocolo para emergencias.
Este requisito representa una asunción de responsabilidad directa sobre los organizadores y al Estado correspondería no permitir ninguna actividad que no cumpla con esta medida.
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