Por: Edward Castillo
Todas las personas reaccionamos de forma diferente a las diversas situaciones de la vida cotidiana, algunos reaccionamos de forma normal aceptando nuestras emociones y sentimientos acorde a cada situación que nos enfrentamos, otros simplemente evadimos el problema y nos sumergimos en un estado mental de que todo está bien y que no pasa absolutamente nada; esto me lleva a mis primeras interrogantes ¿Está bien evadir nuestras emociones? ¿Está bien huir de nuestros problemas en vez de enfrentarlos?.
Evitar no siempre es bueno. Evadiendo nuestros problemas lo único que podemos conseguir es alargar la situación; al principio nos sentiremos neutros incapaces de sentir emoción alguna, pero… ¿Cuánto piensas que va durar esa cerradura? En cualquier momento algo hará que ese dolor que suprimiste sea liberado y esto puede conllevar a una inminente situación depresiva de la que puedes terminar muy mal. Esta actitud evasiva puede acabar conformando las apariciones de fobias comunes, fobias a ciertas cosas que antes los ojos de los demás puede parecer insignificante, pero todo miedo tiene un origen. El miedo en realidad no existe (todo es producto de nuestras mentes) La cuestión no es negar la existencia de problemas o de situaciones preocupantes; lo cierto es que hay cosas que nos agobian, angustian o asustan. Que esas reacciones son difíciles de controlar, nos llegan y nos producen un cierto pesar que a veces termina despertando nuestra ira o nuestra pena.
¿Pérdidas de seres queridos? ¿Deudas? ¿Relaciones amorosas? Tú puedes con todo esto; no significa que estés bien de un día para otro pero estas cosas nunca terminan de doler, nunca terminan de suceder, solo se sobrellevan con el tiempo. El tiempo pone cada cosa en su lugar; antes de estar bien contigo mismo deberás pasar cinco etapas: negarás el problema, te enojaras contigo mismo, te rendirás a la tristeza, trataras de solucionar lo que no tiene solución alguna, y luego terminarás aceptando tu problema y solo así podrás continuar tu camino. Tienes que armarte de valor, darle la cara a la vida, y enfrentarte a tus mayores temores.
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