Debemos atrevernos a unirnos y encaminar serios esfuerzos en todas las direcciones, para construir una sociedad distinta y superior a la presente, en la que la degradación moral y política se ha enquistado en el poder a todos los niveles.
Corrupción incontrolable, impunidad total para los poderosos que violan las leyes, entreguismo sin escrúpulos al poder foráneo, endeudamiento externo irresponsable, manipulaciones burdas de los procesos electorales, depredación indiscriminada de nuestros recursos naturales, promoción desbordante de un arte y una cultura degradantes, inflación desorbitante e inseguridad ciudadana creciendo exponencialmente, son solo parte de un paquete cotidiano que se hace cada día más insoportable para nuestra gente sencilla.
Es preocupante sobremanera, tener que marcharnos físicamente un día cualquiera hacia otras dimensiones de la existencia, dejándole a las generaciones del presente y del porvenir, una sociedad en absoluta descomposición como la que vienen padeciendo las mayorías; mientras que esta sociedad decadente la disfruta en la abundancia y el derroche, un puñado de oligarcas, politiqueros indecentes y traidores a la patria, que saquean impunemente las riquezas creadas por los trabajadores manuales e intelectuales de campos, cuidades y de nuestra sacrificada diáspora.
Y esta sociedad repugnante y fétida, la sustentan el gran empresariado nacional, extranjero y sus distintas instituciones públicas y privadas en estrecha alianza y contubernio con el narcotráfico y demás componentes del crímen organizado.
Ante tan sombrío panorama, tenemos que preguntarnos:
¿Qué sería de nuestra juventud del futuro en una sociedad similar o peor a la presente?
¿Qué sería de nuestras familias, hijos, nietos…?
¿Qué sería de nuestro pueblo y de nuestra patria amada?
¿Qué sería de nuestros recursos naturales?
Constituye una elevada responsabilidad histórica de la gente democrática y decente de nuestro país, luchar para echar abajo el sistema económico, social y político prevaleciente (que es el soporte y el que orienta esta sociedad conducida por lo peor) y construir sobre sus ruinas, una sociedad verdaderamente solidaria, en la que prevalezca la justicia social, la soberanía nacional plena, la democracia auténtica, la honestidad, la equidad de géneros, el respeto consciente a la naturaleza y el bienestar material y espiritual para todos.
Es un desafío inmenso y extraordinario el que tenemos por delante y que requiere de grandes sacrificios; pero tenemos que asumirlo con irrenunciable responsabilidad si en verdad amamos a nuestro pueblo.
Y esos elevados objetivos, solo será posible convertirlos en realidad, si somos capaces de unir en un poderoso torrente político y social, a las fuerzas, sectores y personas democráticas, patrióticas, trabajadoras y honestas de la nación; sin someternos en ningún momento al poder conservador nacional y extranjero, ni a sus instrumentos de dominación.
Luchar unidos por una nueva y superior sociedad nos desafía.
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