Por:Felipe Ciprián
Uno de los patriotas más consagrados que registra la historia de la República Dominicana es Máximo Gómez, nacido en Baní el 18 de noviembre de 1836.
Aunque es la dedicación a la guerra de liberación de Cuba lo que lo catapulta como un soldado extraordinario de la lucha antillana, ningún dominicano puede permitir que se ignore su extraordinaria contribución a la lucha por la independencia nacional frente a Haití.
El unilateralismo más cruel lo presenta cómo un soldado de la causa de España cuando otros dominicanos se batían por restaurar la independencia entregada por las manos de Pedro Santana al poder colonial español.
El simplismo histórico dice: Luchó contra los restauradores y salió para Cuba con la evacuación de las derrotadas tropas españolas. Cierto pero muy explicable.
Si fuésemos en rigor justos, tendríamos que examinar la historia a partir de los hechos concretos, no de banderas «anexionistas» o «restauradoras» porque así no entenderíamos la moral de un hombre coherente en su pensamiento y consecuente hasta la médula a la hora de la acción.
Con apenas 19 años de edad, Gómez se alista como soldado y marcha al frente de guerra en la frontera, donde combate destacadamente en la Batalla de Santomé, que expulsa al ejército haitiano del territorio nacional.
Como miembro del Cuerpo de Caballería, queda en la frontera luego del último combate. Regresa meses después a Baní por la grave condición de salud de su padre, Andrés Gómez, quien muere horas después de su llegada.
Como único varón en la familia, Máximo Gómez queda al cuidado de su madre y sus hermanas, las que mantiene con su trabajo honesto alejado del Ejército y la política, muy dominada por dos figuras desastrosas para la historia nacional: Pedro Santana y Buenaventura Báez.
Cuando se concreta la anexión a España, en marzo de 1861, Gómez estaba como escribano en San José de Ocoa, entonces conocido como El Maniel. Allí permanecía aun en 1863 cuando las tropas restauradoras, al mando de Gregorio Luperón, pasaron a caballo por ese poblado procedentes de La Vega para extender la lucha liberadora hasta la región sur.
La amistad de Gómez y Luperón era conocida
Luperón era la espada indiscutida de la Restauración y como Gómez ya no era militar, permaneció tranquilo en su puesto.
Una vez Luperón es relevado del mando y en su lugar se nombra a Pedro Florentino, se produjo un hecho que haría cambiar la vida y la historia de Gómez para siempre: el «restaurador» Florentino, hombre cruel, quema parte de la ciudad de Baní y las propias hermanas de Gómez junto a su madre tienen que buscar refugio porque eran acosadas por este mal defensor de la causa restauradora.
Espoleado por su alto sentido de justicia y su compromiso con Baní, no duda un instante y deja a Ocoa, regresa a Baní para reclutar una veintena de jinetes que desde ese momento acosan a las tropas restauradoras que injustificadamente golpearon y saquearon a un pueblo que debieron defender por ser la cuna de numerosos patriotas a lo largo de la guerra independentista contra Haití.
El camino real entre Baní y El Maniel se convirtió en la verdadera academia militar que formó al talentoso general Máximo Gómez, un maestro de la guerra de guerrillas que la empleó por más de un año cortando el paso a las columnas que iban o venían hacia el Cibao, donde estaba el mando del gobierno restaurador.
Es por esa razón que se le considera parte de los vencidos y los españoles lo evacuan por Las Calderas hacia Cuba como parte del armisticio que puso fin a la Guerra de la Restauración, en 1865.
Nadie puede regatearle la condición de patriota dominicano a Gómez, como nadie podía pedirle que no saliera con las armas en las manos a defender a los civiles que en Baní eran humillados por un oficial bárbaro que no demostró ser un fiel representante de la lucha anticolonialista.
Su patriotismo dominicano lo reiteró hasta luego de la retirada de los españoles de Cuba, donde fue el estratega indiscutible y el maestro que formó a casi todos los generales que se destacaron en aquellas dos guerras.
Nunca aceptó formar parte de bandos políticos en Cuba ni en República Dominicana, porque no se consideraba un político, sino un soldado al servicio de la lucha anticolonial en las Antillas.
Gómez es, sin exagerar, uno de los más firmes patriotas dominicanos y uno de los vivos ejemplos del internacionalista consecuente con la liberación de los pueblos de América que eran dominados por el colonialismo español.
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