A la memoria de los rieles de los ingenios del Estado, que están todos en China, y no ingresó un peso al erario ni hay un descuartizador preso.
En el otoño de 2022 el gobierno de Luis Abinader decidió colocar la amenaza haitiana a República Dominicana como el problema más serio y puso en marcha discursos y agitaciones dirigidos a promover una agresión armada contra Haití.
A la par, Ariel Henry, el doctor que usurpa la función de primer ministro de Haití desde que el presidente Jovenel Moïse fue asesinado el 7 de julio de 2021, pedía en Naciones Unidas el envío de tropas extranjeras para contener a las bandas armadas que desbordaban al gobierno ilegítimo.
Tanto Abinader como Henry tenían motivos muy personales para pedir una agresión al valeroso pueblo haitiano.
Abinader llevaba 26 meses ejecutando el gobierno del ‘cambio’ y el país estaba sumido en una espiral inflacionaria incontenible, una parálisis productiva excepcional y una ausencia de ejecutorias tangibles que mostrar para atreverse a hablar de reelección.
Ahí salió el tema haitiano como una forma de explotar sentimientos de poses nacionalistas para presentar a Abinader como un gladiador capaz de suprimir la ‘amenaza’ haitiana.
Causas y objetivos para ‘pelear’ con Haití estaban claramente identificados en el litoral del gobierno de Abinader y del Partido del Perredeísmo Moderno (PRM).
Los motivos de Ariel Henry
De aquel lado del muro, Henry llevaba 15 meses usurpando un gobierno que no le había dado el pueblo haitiano, las bandas le estaban reclamando participación en un gobierno que prolongaba su ‘transición’ y al éste negarse porque el pastel es solo para su grupo y la oligarquía, lanzaron múltiples acciones de control territorial, secuestros, asesinatos de policías y paralización de los servicios.
Perdiendo la guerra frente a las bandas, Henry no tuvo más salida que acudir a la deshonrosa decisión de pedir una agresión armada contra su propio país.
Y Henry pide la invasión armada con un doble propósito: poner a pelear las bandas contra tropas enviadas por la ONU y prolongar un mandato usurpador sin necesidad de someter su poder al escrutinio del pueblo.
Coincidencia total
Abinader quiere seguir aquí cuatro años más, a través de elecciones en mayo 2024, y Henry quiere continuar como jefe de Haití mediante una agresión armada que desate una guerra irregular y haga imposible un calendario electoral para escoger autoridades legítimas.
No digo que Abinader y Henry discutieran un plan en Los Ángeles durante la Cumbre de las Américas. ¡No! Sostengo que ambos quieren seguir en el poder y usan la crisis haitiana para ese propósito, aunque no sea una táctica moralmente válida y mucho menos de probable éxito.
En ese entierro tienen velas también los que buscan ganar más: El Core Group compuesto por Estados Unidos, Francia y Canadá, que quieren apropiarse de los recursos mineros y logísticos de Haití, pero sin cargar con los problemas de los haitianos en Haití y mucho menos en los territorios francés, canadiense y norteamericano.
El objetivo de esas potencias queda claro: desangrar Haití, provocar su éxodo hacia República Dominicana, mantener el territorio sin gobierno legítimo que la población respete y respalde, sin policías, sin parlamento, sin prensa libre, sin movimientos sociales.
Un territorio con más de diez millones de habitantes empobrecidos pisando encima de extensas riquezas minerales, pero sin fuerza para oponerse a los nuevos filibusteros. Como sucede siempre: ante un propósito tan macabro como pedir enviar mercenarios a Haití a matar cuando ese pueblo necesita médicos y camas de hospital; leche, frijoles y carnes para superar la falta de alimentos; escuelas, maestros, computadores y técnicos en enseñanza; fertilizantes, tractores, semillas y sistemas de irrigación; financiamiento directo a los productores pequeños y a los emprendimientos, entre otros, la mano de Dios no puede bendecir esos propósitos y los hijos buenos del Señor no serán cómplices de ese tipo de genocidio.
Apurando el paso
Entre octubre y febrero de 2022, los gritos de Abinader, Roberto Álvarez y Ariel Henry en la ONU, la OEA, y otros escenarios pidiendo invadir Haití, caían en la indiferencia y nadie en América está dispuesto a meter sus tropas en ese atolladero.
Tras cuatro meses clamando en el desierto, el 27 de febrero de 2023, Abinader habló a la reunión conjunta de diputados y senadores para pedir una especie de pacto nacional para defender la soberanía.
Los grandes partidos no mordieron el anzuelo y se negaron a subir al oculto carro reeleccionista en nombre de la amenaza haitiana, pero sus asientos fueron ocupados por una retahíla de nombres de entelequias que no sacan una pulga a orinar y van como cobayas detrás de todos los gobiernos a curcutear el presupuesto nacional, posiciones y candidaturas.
Desde entonces, de febrero a diciembre de este año, ¿qué habrá conseguido el pacto por la soberanía y por la agresión militar a Haití? Ha conseguido palabras.
El canal del Masacre
En agosto pasado, los haitianos reiniciaron a todo vapor la construcción del canal de regadío en el río Masacre y de inmediato el Ministerio de Relaciones Exteriores ‘ordenó’ a Haití que paralizara la obra violatoria de los convenios binacionales.
La construcción no se detuvo y el gobierno de Abinader advirtió que había que paralizar la obra pues de lo contrario habría serias consecuencias.
Dos semanas después, vinieron las ‘consecuencias’. Abinader dispuso el cierre total “por aire, mar y tierra” de las fronteras con Haití hasta que se paralizara el canal.
¡Ave María Purísima! El cálculo del gobierno del PRM era que con el cierre de fronteras, Haití tendría que parar el canal, venir en penitencia a la orilla del muro y pedir perdón por su mal comportamiento, lo que significaba que Abinader se podía coronar como el primer líder en poner a Haití de rodillas.
Y fue más. Trazó la raya de Pizarro: prometió no reabrir la frontera hasta que se paralizara el canal, no permitir el paso de personas sin que se sometan a registros biométricos y mantener a miles de militares en zafarrancho de combate para imponer el orden.
Las medidas del gobierno de Abinader provocaron la paralización del comercio y la producción de cientos de pequeños negociantes, productores de frutas, avicultores, exportaciones de impresos, plásticos, pastas, grasas y todo tipo de mercancías, con pérdidas significativas y descontento masivo.
Sin que los haitianos nunca imploraran a este país que reabriera la frontera y los ‘perdonara’, Abinader se vio presionado (por Estados Unidos y por la crisis que provocó) a reabrir la frontera por aire, mar y tierra de forma unilateral, mientras el canal sigue en construcción y ahora es una mega obra incomparable con la iniciada en agosto.
Mientras Abinader dispuso abrir los portones fronterizos, el gobierno haitiano le respondió restringiendo el paso de mercancías dominicanas hacia su territorio.
Fueron días penosos en que los dominicanos querían vender y los haitianos no podían comprar al negarse al registro biométrico.
En víspera de Nochebuena, las autoridades haitianas permitieron que sus comerciantes entraran a Dajabón a comprar y lo hicieron tan masivamente que los cálculos hablan de decenas de miles de personas que entraron y salieron cargados de mercancías.
Naturalmente, sin hacer el registro biométrico que Abinader prometió era “innegociable”, porque en materia de tránsito de personas, “la frontera no será igual”.
El conflicto con Haití no ha dejado ni una sola victoria a Abinader y su reelección.
PS: En mis escritos, nombro con respeto a quienes cuestiono, por tanto no pongo atención a ningún impertinente que me salga al paso en su nombre. ¿Quién te ha pedido opinión?
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