Por: Fred Albert Mejía Báez
A mucha gente, no les agrada las contradicciones; por eso no opinan al respecto, de temas contradictorios. Es bueno saber qué, las contradicciones, precisamente, han sido la piedra angular del surgimiento de las grandes ideas y del progreso de los pueblos.
Ahora qué, está sobre el tapete, la discusión sobre la controversial ley de partidos políticos, la República Dominicana, necesita urgente, esta ley qué, vendrá a dignificar, el quehacer político-social de estas instituciones qué, ya la constitución le otorga un carácter constitucionalista; o sea, La plena incorporación jurídica de los partidos a las funciones estatales.
Aunque de hecho, la incorporación constitucional de las entidades politicas, obedece, a causas amargas y oscuras, como lo fue, la institucionalización de los partidos, como entidades únicas qué, respondian a un interés exclusivo, fundamentalmente, de un tiranodictador, en los diferentes paises donde los regimenes totalitarios eran la «tabla de
salvación» de sus pueblos; como fue el caso, de la España franquista o de la Italia de mussolini y para no ir mas lejos, el caso de la República Dominicana, con el «partido dominicano» como único movimiento político, a las ordenes, de Trujillo, tambien, el repudio de las experiencias totalitarias propició un replanteamiento doctrinal sobre la función de los partidos en la democracia, replanteamiento que dio paso a su valoración positiva y acabó con la general aceptación de que la democracia representativa liberal es una democracia de partidos, no de hombres, disfrazados de cordero y acorazados bajo la sombrilla de una institución en apariencias, democrática.
En la República Dominicana, la experiencia dicta qué, la apertura de las entidades politicas, trajo como consecuencia, un empuje, en apariencias, progresista y positivo a los fines de conquistas politicas; pero ha traido consigo, el sabor amargo de la exclusión forzada por no haberse establecido esa apertura, con criterios fundamentados en los derechos comunes y generales de todos los ciudadanos; lo qué, a mi modo de ver, nos arrastra a un nuevo replanteamiento de qué, es lo qué, queremos, si es establecer una normativa hecha a nuestra medida cuando nos conviene y desplazarla, cuando no nos
conviene.
En el Partido de la Liberación Dominicana para ejemplificar todo este andamiaje de ideas y qué, por razones obvias, aludimos, al sentirnos con el derecho y tambien con el deber, por ser parte de sus filas, vuelven a aflorar contradicciones internas sobre la forma en qué, los partidos politicos deben escoger sus postulantes a cargos electivos y esto, por el
peso específico qué, representa el liderazgo del PLD y sus consecuentes victorias para manejar la cosa pública, traerá como consecuencia, una volcadura de las voluntades generales, fundamentalmente, de la clase legislativa, por ser un tema de estado y de derecho constitucionalista, hacia los intereses propios del PLD como entidad partidaria mayoritaria.
En mi posición particular (dentro del PLD) por disciplina orgánica y de origen etico, estoy convencido de qué, hay qué, hacer las cosas de acuerdo al propio encausamiento progresista del Partido, no del estancamiento y del retroceso; salvaguardando siempre, las necesidades y los intereses de la nación dominicana.
La apertura partidaria, puede ser democrática desde el punto de vista de la participación general y espontánea; pero es dañina, porque generaliza, multiplica y legitimiza las malas prácticas, no por la apertura en si mismo; sino por el control qué, el poder politico, ejerce sobre la «libre participación», de las masas, dando al traste, con el absolutismo qué, tanto
combatimos hitoricamente.
El control, es y será la clave para el PLD mantenerse en el poder y ese control, se achica y se escapa de las manos, entregandole el poder a sus adversarios de socavar y minar sus cimientos con una participación masiva qué, lo qué, hace es cualquierizar la institucionalidad ganada a sangre y fuego.
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