San José de Ocoa ha contado a través de los años con sacerdotes católicos que más que guías espirituales se convirtieron en verdaderos líderes comunitarios, impulsando acciones de desarrollo social. Podemos citar el ejemplo de José Antonio Curcio, propulsor de la Asociación para el Desarrollo de Ocoa (La Junta).Eran los tiempos en que Kennedy había lanzado su Alianza para el Progreso y en el país se salía de la funesta era de Trujillo.
Su labor pastoral fue luego continuada por el joven Padre Arturo Mckinon, sacerdote que a su llegada a Ocoa contaba apenas con 30 años y cuya estancia en Ocoa fue breve, de unos 3 años, antes de que lo trasladaran a Monte Plata donde fue vilmente asesinado en el año 1965 en el fragor de la guerra civil. Ambos, influidos por la nueva mística que recorría la Iglesia Católica a raíz del Concilio Vaticano II, sembraron fuertes raíces entre su feligresía, llevando el mensaje de Cristo a la práctica.
Del Padre Luis Quinn, quien sirvió a la Parroquia del municipio San José de Ocoa durante más de 42 años de forma ininterrumpida es poco lo que habría que agregar, ya que su trabajo social con los campesinos y los pobres de la región es bastante conocido por todos, habiendo trascendido a nivel nacional e internacional.
Pero no siempre fue así. Desde la erección de la Parroquia en 1850, hasta que se designó un párroco para la misma transcurrieron unos diez años y algunos de los primeros párrocos llevaban una vida cuestionable, al punto de que uno de ellos en 1878 fue conducido en calidad de prisionero a la ciudad capital y a otro el Ayuntamiento le pidió que observara una “conducta más recomendable en su vida privada”.
De la larga lista de párrocos, la mayoría muy buenos servidores y hombres de Dios, piadosos y espirituales, destaca uno, y no precisamente por las antes mencionadas cualidades. Nos referimos al Padre Manuel de Regla Féliz, conocido como el Padre Regla.
En el año 1883 se daba a conocer la noticia en la prensa de la acusación que se hacía contra este sacerdote por haber presuntamente intentado raptar a una joven de 13 o 14 años, hecho que según se alegó no se pudo consumar al negarse la menor a irse con el seductor sacerdote. De dicha acusación fue absuelto por Fray Rocco Cocchia, quien se desempeñaba como Vicario Apostólico para la arquidiócesis de Santo Domingo a la cual pertenecía la parroquia de Ocoa.
Pero el personaje en cuestión, genio y figura hasta la sepultura, siguió dando de qué hablar y en el año siguiente, 1884, se dice que ante una mujer a punto de morir en labor de parto, no satisfecho con impartir la extremaunción a la paciente, decidió hacer de partero y auxiliándose de una navaja le abrió el vientre a la madre y salvó a la criatura.
El Padre Regla, al parecer muy activo en todo, en el año 1887 celebró 166 bautizos, constituyendo todo un record si se toma en cuenta la población existente en la región en ese tiempo. Sin embargo, su carácter díscolo volvió a traicionarlo y a fines de dicho año, un señor llamado Joaquin Grau denunció que el 7 de diciembre, a eso de las 7 de la noche, había sorprendido al Padre acechando a su hija.
En 1888 ocurrió un incendió que redujo a cenizas el templo católico, asumiendo el susodicho sacerdote la tarea de levantar una capilla con la cooperación de los feligreses. Poco se avanzó en cuanto a la edificación, ya que en una comunicación del 13 de junio de 1890, el Padre Pedro Suazo, de Azua, informa que “la iglesia del P. Regla muy sucia y los ornamentos en mal estado. No apunta bautizos desde 1888. La Iglesia está techada y entablada, faltan las puertas. El P. Regla no se ocupa de la iglesia sino de vender café a la flor. Para decir misa manda a comprar una mota de vino (para mí esas misas son nulas). Le comuniqué al P. Regla que yo tenía orden de traérmelo a Azua. Lloró y lo dijo en el pueblo como para que escribieran cartas de apoyo”.
Los intentos de sus superiores de sacar al pintoresco sacerdote de Ocoa continuaron y en 1892 alegaba que no podía irse de Ocoa por sus “conucos de café” y hasta pidió públicamente en la iglesia que la Virgen castigara a los que pretendían hacerlo salir de esta Parroquia.
El mencionado sacerdote de Azua Pedro Suazo, en una comunicación del 1893, indica que el Padre Regla había abandonado Ocoa después del problema con los Grau (no sabemos si se trata del mismo Grau que denunció que acechaba a su hija) y que solo pensaba en dinero enterrado y en espíritus. Al parecer ya la mente del personaje se empezaba a extraviar en los vericuetos de la demencia.
Los años siguientes, se dedicó el Padre Regla a buscar “entierros”, que era como llamaban a los tesoros que se ocultaban bajo tierra, práctica ésta que se remontaba a los tiempos de la colonia, para salvaguardar bienes y objetos de valor ante los saqueos e incursiones piratas. Así, en 1895 andaba el Padre Regla en busca de unos tesoros que “le había revelado la reina Anacaona”, al año siguiente decía que “se lo había comunicado el Papa Pío IX” (quien había fallecido en 1878, tras un pontificado de 31 años).
En el mes de julio de 1897 la salud del inquieto sacerdote se quebrantó y en los meses siguientes entre mejorías y agravamientos, terminó entregando su alma en el mes de diciembre de ese año.
Y como un ser tan especial no podía irse en total y plena paz, al poco tiempo de su partida terrenal se reportaba que en la casa donde vivió sus últimos años se escuchaban ruidos extraños durante la noche, como si el espíritu inquieto de nuestro presbítero continuara buscando el tesoro que en vida no pudo hallar.
Fuentes: Un siglo de Vida Ocoeña, J. Agustín Concepción
48 años de la historia del Sur en las 600 cartas del Padre Suazo (1855-1903), P. Antonio Camilo G., Revista eme eme Nos. 74 y 75, 1984.
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