El 8 de enero de 1962, alrededor de las 7 de la noche se produjo en todo San José de Ocoa un fuerte temblor de tierra, cuya intensidad fue de 6.5 grado en la escala Richter; fue de tal magnitud, que también se sintió en Santo Domingo, San Cristóbal, Baní, Azua y Bánica. Fue este movimiento telúrico el que dio origen a la Cruz de Ocoa. Este sismo provocó serios daños a la estructura física de varias edificaciones de Ocoa.
La cruz de la cúpula norte de la iglesia parroquial Nuestra Señora de la Altagracia se quebró, la escuela Luisa Ozema Pellerano, el Banco Agrícola, el Palacio Municipal, el Cine Rhand, El Hotel Marién, el Hospital San José, la emblemática residencia de don Héctor Pimentel y varias casas victorianas del sector El Rastrillo, entre otras, sufrieron serios agrietamientos.
En varios lugares del municipio la tierra se agrietó, provocando fisuras con dimensiones superiores a las doce pulgadas de ancho por varios metros de largo y ocurrieron algunos deslizamientos de tierra en distintos lugares.
En la Hermita, lo que hoy es la entrada al Barrio San Luis, una roca de gran tamaño se deslizó de lo alto de una colina (hoy desaparecida para dar paso a la entrada del referido barrio) atravesó la vivienda de los esposos Felícita Martínez (Fisa) y Confesor Casado, de oficio zapatero, matando a su hija Fiordaliza Pujols de un poco más de seis años de edad, quién dormía en su cama. Un suceso, que en medio de la incertidumbre y la intranquilidad que vivió nuestro apacible pueblo, causó gran pesar y consternación.
La conmoción y el pánico que se apoderó de los ocoeños fueron tan grandes, que muchas personas y familias enteras durmieron en la calle por varios días, temiendo que las casas les cayeran encima como consecuencia de las múltiples réplicas que se produjeron posteriormente.
Igual ocurrió en la mayoría de los campos del municipio, la gente quedó tan temerosa, que se estuvieron celebrando Noches de Velas en todas las casas, todos los sábados, por más de dos meses, pidiendo misericordia y perdón, por la creencia de que el temblor se había producido como una especie de castigo celestial (Manuel Ma. Mejía Mejía, comunicación personal.)
La sismicidad de la Provincia.
La Provincia San José de Ocoa está situada en uno de los lugares de mayor actividad sísmica de la República Dominicana; esto como consecuencia de estar localizada sobre un sistema de fallas geológicas que la atraviesan en dirección sureste – noreste, que al decir de los expertos es considerada como una de las más activas del país.
De acuerdo con las estadísticas del Instituto Sismológico de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, en Ocoa se produce por lo menos un temblor de tierra mensualmente, cuyas intensidades fluctúan entre 1 y 4.1 grados en la escala Richter. Por fortuna, la mayoría de éstos son diminutos y pasan inadvertidos para la población.
Los especialistas estiman que cada 50 años debe producirse un sismo de magnitudes superiores a los cinco o seis grados en la escala Richter. Los Ocoeños recuerdan que el 5 de enero de 2012, a las cinco de la madrugada la población fue sacudida por un fuerte movimiento de tierra de 5.2 grados de intensidad. Faltaban solo tres días y medio para cumplirse los cinco lustros de aquel fuerte temblor ocurrido el 8 de enero de 1962; en el caso de Ocoa, las predicciones de los geólogos se cumplieron casi al pie de la letra. Coincidencias???
El papel de la Iglesia Católica fue trascendente.
Para contribuir a la tranquilidad y al sosiego de la población, tanto de la zona urbana como de la rural, la Iglesia Católica, dirigida por los sacerdotes Padre José Antonio Curcio y el bien recordado Padre Arturo Mackinnon, ambos pertenecientes a la congregación de los Scarboro Foreing Mission, organizaron una serie de servicios religiosos como fueron: misas, rosarios y procesiones. Para la organización exitosa de estas actividades, contaron con la participación entusiasta de un grupo jóvenes, todos de mucha valía, que siempre estaban presentes en los momentos difíciles que vivió nuestro querido pueblo.
Ellos son: Dr. Frank Matos Herrera, Nilson Matos (fallecido) Bienvenido Ruíz (Never), Dr. Negro Ramírez, Dr. Cesar Alcántara, Hector Bienvenido Velázquez (Rojito), Santa Báez, Juan Bautista Chalas (Dorito), Henry Guerrero, Guarocuya Colón (Tingo), Geño Díaz, José Mateo, Henry Ortiz (Yeye), José Encarnación, Geraldo Pujols, Tony Isa, Rafael Sigfredo Cabral (Pirulo), Titina Isa, Próspero Manuel Cabral (Batito), Oceanía Sánchez, Diana Sajiun, Francia Reyes, Mirtha Read, Lila González, Manola Ortiz, Ramona Báez, Manolo Féliz, Wilson Beltré, los Hermanos Alberto y Nelson Soto, Sandino Read, las hermanas Nidia y Sonriente Pujols. (Frank Matos, comunicación personal). Quizás este listado no esté completo, se les pide disculpas a los que se omitieron involuntariamente.
Las procesiones recorrían diariamente todos los sectores del municipio, fueron encabezadas por los sacerdotes y monaguillos, delante varias personas llevaban una gran cruz de madera de caoba centenaria, de 16 pies de largo y ocho pies de ancho, confeccionada en lo que es hoy el Centro Padre Arturo. Los centenares de personas que desfilaban, entonaban cantos religiosos, uno de ellos lo recuerdo como ahora, decía: PIEDAD, SEÑOR PIEDAD, SI GRANDES SON MIS CULPAS, MAYOR ES TU BONDAD……… este cántico dominaba las procesiones; se realizaban paradas en las principales esquinas, en la que uno de los sacerdotes hablaba llamando a la tranquilidad y a conservar la fe; además, se rezaba un padre nuestro y se cantaba el Ave, ave, ave María…. ave, ave, ave, María…….
Las actividades religiosas duraron dos semanas, debido a que coincidieron con la celebración del Día de la Altagracia, ese 21 de enero de 1962. Se recuerda que fueron unas fiestas patronales con un intenso fervor religioso, pero poco festivas, debido al estado de pánico en que quedó la población ocoeña, conmocionada y llena de temor por los efectos del movimiento telúrico, evento del que la población de esa generación no tenía referentes.
Selección del lugar para ubicar la Cruz.
En los días previos a la finalización de las patronales, en uno de esos encuentros informales entre sacerdotes y monaguillos, surgió la inquietud de qué hacer con la cruz una vez terminaran las celebraciones religiosas. En esos días, un grupo de sacerdotes misioneros procedentes de África, cumplían una misión religiosa en nuestro pueblo, ellos se integraron a todas actividades religiosas de ese año y fueron los que sugirieron que la Cruz debía ser colocada en algún lugar del municipio para que perdurara como recuerdo de la misión evangelizadora que ellos vinieron a cumplir en Ocoa. (Rafael S. Cabral, com. personal).
Fue así como los padres José Antonio Curcio y Arturo Mackinnon encargaron a Guarocuya Colón (Tingo) jefe del grupo de los Boys Scouts de Ocoa, para que explorara y seleccionara el lugar que el entendiera más apropiado para colocar la Cruz. Se le recomendó que el área escogida fuera cercana y ubicada en un punto alto, para que la Cruz pudiera ser visible desde cualquier punto de la población y desde ella se observará la ciudad. Tingo, sin pérdida de tiempo hizo el recorrido y encontró que el sitio adecuado era el extremo este del Cerro de la Labranza, hoy mejor conocida como Loma de la Cruz.
Comunicó a los sacerdotes que él había encontrado el lugar con las características señaladas, todos tuvieron de acuerdo; luego, Tingo escogió a Pedro Miltón Martínez, Pirulo Cabral, Henry Ortíz (Yeye) y a Fridy Sención, para que subieran a lo alto del Cerro de la Labranza con las herramientas para excavaban el hoyo, en cual se colocaría la cruz. (Rafael S. Cabral, com. personal).
El viaje de la Cruz hacia el Cerro de la Labranza.
Luego de finalizadas las celebraciones religiosas en honor a la Virgen de la Altagracia, en la mañana del 22 de enero de ese año 1962, una gran multitud llevó la Cruz al Cerro, utilizando el sendero de la Labranza, por ser el trayecto menos escabroso y de mejor acceso que conduce a ese lugar, hoy conocido Loma de la Cruz, dejándola instalada con la bendición del Padre José Antonio Curcio.
El entusiasmo y el fervor que este hecho concitó en todos los sectores sociales de la población ocoeña fue tremendo, una muchedumbre compuesta de ancianos, adultos, jóvenes y niños, todos de ambos sexos, se integraron a esta importante actividad cristiana, que al decir de los entendidos, es uno de los acontecimientos de mayor relevancia en la historia religiosa de San José de Ocoa.
Para escalar al Cerro de la Labranza, lo que existía era un estrecho trillo entre la tupida vegetación arbustiva y el trajinar de los cientos de personas que subían y los que bajaban, siempre entonando cánticos y salves a la Virgen y a la Santísima Cruz, fueron los que trazaron y construyeron los caminos existentes hoy día; las celebraciones duraron todo ese día. (Manuel Emilio Pimentel, comunicación personal).
Es así como desde el 22 de enero de 1962, hace 52 largos años, al Cerro de la Labranza se le conoce mejor como Loma de la Cruz, envés de su nombre original; desde esa fecha, esta loma se ha convertido en un sagrado lugar de peregrinaje.
La cruz original no es la que existe en la actualidad.
Quizás muchos ocoeños de las nuevas generaciones ignoren que a pocos años de instalada la cruz, la destruyeron y la incendiaron. Sobre este vergonzoso hecho se produjeron varias versiones: una relacionada con el incidente que el señor Julio Cesar Sánchez, alias Belé, camino a la cruz, le infirió varias puñaladas a la señora Sayo Gross, por ésta haber visitado el lugar sin su consentimiento. Su hijo, el Señor Francisco del Rosario Sánchez, Panchitín (fallecido), relacionó la ocurrencia del hecho con la existencia de la Cruz; otra sostenida por muchas personas, responsabilizaron a fanáticos religiosos pertenecientes a iglesias protestantes y una tercera, acusaron a integrantes de la Banda Colorada, de haber cometido el hecho, por motivos de índole político. Al padre Luis y al grupo de jóvenes que trabajan con él, lo asociaban a grupos de izquierda y la masiva asistencia a la Cruz no era bien vista por esos sectores.
Este acontecimiento causó mucha ira y un gran malestar en la población, para calmar a la sociedad ocoeña, principalmente a la comunidad católica, fue necesario reinstalar una nueva cruz, con la finalidad de dejar restablecido este emblemático centro de peregrinación.
Para evitar que la volvieran a destruir, surgió la idea de construida en concreto armado, pero en dos oportunidades se fracturó al poco tiempo de instalarla. Fue entonces cuando la Fundación Ecológica Ocoeña (Fundeco), dirigida por el Dr. Ricardo Velázquez y la Sociedad San Vicente de Paúl, hicieron una colecta y encargaron a Manolo Feliz para que la confeccionara en metal y se reinstaló en el mismo lugar, esa es la que existe en la actualidad. (Manolo Feliz, com. personal.)
Las Noches de Velas y las Penitencias.
Los días de mayor afluencia de feligreses a este lugar son el 21 de enero, con motivo del Día de la Altagracia y el tres de mayo, fecha que el pastoral de la Iglesia Católica conmemora el Día de la Santísima Cruz, de la cual muchos ocoeños son fieles devotos y aprovechan estas festividades católicas para celebrar penitencias y Noches de Velas.
En el pasado reciente, en Ocoa era muy arraigada la tradición de realizar en esas fechas las Noches de Velas, en las que grupos entusiastas de creyentes entonaban salves con encendidos coros, unas se extendían hasta la media noche y otras eran de amanecer. Para mantener el ánimo y el entusiasmo de los participantes, luego de la media noche, se brindaba un poco de ron, tisanas de jengibre, chocolate de agua con pan y algunas golosinas, a veces al amanecer, las familias más pudientes brindaban un caldo. (Manuel M. Mejía, comunicación personal)
Estas celebraciones eran más populares y frecuentes en la zona rural que en la urbana y casi siempre eran organizadas para el cumplimiento de promesas. En Ocoa, se recuerdan las famosas noches de velas que anualmente se celebraban en la casa de Ramón Manita, en La Labranza y las de Mamá Teresa Mejía en el pueblo abajo. (Manuel Ma. Mejía Mejía, comunicación personal).
Las penitencias fueron también otras celebraciones religiosas muy frecuentes y populares, estas se realizaban en los referidos días, en los que cientos de feligreses procedentes de las distintas comunidades del municipio, haciendo el recorrido a pie, incluían una breve parada en la Iglesia Nuestra Señora de la Altagracia, cantaban algunas salves y continuaban su peregrinaje hasta su destino final, que era La Cruz. Una vez allí, al pie de ella, encendían velas y velones, depositaban las ofrendas consistentes en figuras de algunas divinidades elaboradas en cera, alimentos, prendas de vestir, entre otras ofrendas.
Muchos de los participantes en las penitencias iban a cumplir las promesas hechas como agradecimiento por algún problema familiar o personal que resolvieron, luego de encomendárselos a la Cruz o a la Virgen de la Altagracia. Las personas, muchas veces iban descalzos, caminando de rodillas algún tramo del camino, otros vestidos de tela de saco de yute, de buena tuta, esta última tela de color gris-azulada, frecuentemente usada para estas ocasiones.
Qué hacer con las piedras llevadas por los peregrinos?
Luego de 52 años de instalada la Santísima Cruz, en su base se han amontonado miles de piedras de distintos tamaños y procedencias traídas por los penitentes en sus cabezas, como muestra de sacrificio. Se recuerda que una de estas fue llevada por el Padre Luis Quinn en su cabeza, cuando su estado de salud comenzaba a desmejorar, los que le acompañaron en ese día, pensaron que él no subiría a la cruz con esa piedra en la cabeza… y subió. (Manolo Feliz, com. personal.)
Ahora con el proyecto que tiene el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, con la colaboración de FONDEPROSJO, Ocoa de Pié y otras instituciones ocoeñas con la finalidad de mejorar el acceso y acondicionar el entorno de la Cruz para hacerlo acogedor a los cientos de visitantes, estas piedras debieran utilizarse en algunos de los diseños de esta obra, de manera que el sacrificio de los miles de creyentes perdure a través del tiempo en este lugar.
Solo queda un detalle de la cruz original.
Posiblemente, el único relicto que perdura de la cruz original es un pequeño crucifijo de 2 pulgadas de largo por una de ancho, enchapado en plata, que Pirulo Cabral confeccionó con una astilla de la madera que el fuego no consumió, una pieza que la usa con mucho orgullo y lleno de fe.
Anécdota:
Cuentan los comisionados para excavar el hoyo para fijar la Cruz, Pedro Miltón Martínez, Pirulo Cabral, Henry Ortíz (Yeye) y Friddy Sención (los dos últimos fallecidos) que al llegar al lugar, encontraron una gata cimarrona parida de varios cachorros, pudieron capturar uno de color barcino, lo trajeron a la casa curial, lo nombraron el Gato de la Cruz, convirtiéndose en la mascota preferida de sacerdotes y monaguillos; un día al cruzar la calle, un carro lo chocó y murió.
Imágenes: Ricardo Núñez
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