En un concurrido acto celebrado el día 1ro de marzo del 2023, en el auditorio de la Suprema Corte de Justicia en Santo Domingo, fue puesta en circulación la obra De esclavos y monteros. Los combates de El Memiso y El Pinar, de la autoría de Manuel Alexis Read Ortiz.
El acto estuvo presidido por el Presidente de la Suprema Corte, Lic. Luis Henry Molina, además del Dr. Jorge Subero Isa, pasado presidente de dicho tribunal, el señor Manuel García Arévalo, presidente de la Fundación García Arévalo, quien fue la responsable de la edición del libro y el historiador Werner D. Feliz, quien tuvo a su cargo la presentación de la obra.
Numeroso público acompañó al autor en ese acto, entre los cuales figuraban jueces de los distintos tribunales y miembros del Poder Judicial, el Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, abogados, la gobernadora civil de San José de Ocoa y una gran cantidad de Ocoeños residentes en Santo Domingo.
“El libro gira alrededor de dos ejes principales, el primero demuestra que quienes participaron en la mayoría de los combates alrededor de la independencia, particularmente en El Memiso y El Pinar, fueron hateros y monteros, muchos de ellos antiguos esclavos, personajes olvidados y hasta tratados con desprecio, a los que se le ha dedicado poca atención a pesar de su papel protagónico en acontecimientos bélicos desde los días de la colonia. Ellos hicieron posible la consolidación de la independencia dominicana. El segundo eje, gira alrededor de la sustentación de que la ofensiva haitiana en abril de 1844 se paralizó, no en El Memiso (donde efectivamente se combatió, desde luego), sino en El Pinar ” (cita de Alexis Read en la obra comentada).
Esta obra a mi juicio es varios libros condensados en un volumen. Y lo digo porque si vemos los capítulos del 2 al 7 constituyen una especie de mini tratado sobre la esclavitud; igual podría decirse del período de la dominación haitiana y la independencia; pero lo propio podríamos expresar de la fundación de Ocoa y su participación en la oficialmente ignorada batalla de El Pinar. Lo cierto es que, en cualquiera de los temas citados, este libro, por la abundante información que aporta debería ser de interés para su estudio en nuestras escuelas y universidades.
Podría el lector preguntarse si el libro es sobre la historia de Ocoa, por qué explayarse en informaciones y datos de situaciones y personajes que no guardan relación directa con el tema ocoeño? Y hay una razón (o más de una): los acontecimientos históricos no ocurren de forma aislada, no pueden ser abstraídos de su realidad circundante. No se podría hablar, por ejemplo, del Maniel Viejo de Ocoa sin profundizar en la esclavitud en su forma más cruda y descarnada, para poder entender la presencia en las “horrorosas” e “inaccesibles” montañas de El Maniel de estos infortunados seres; ni podríamos entender los motivos de los monteros banilejos que se adentraron en estas serranías y la poblaron. Así que siguiendo un método que va de lo general a lo particular, el autor nos lleva por distintos episodios de la historia de la isla Española (incluyendo la visión desde el punto de vista de Haití y sus principales personajes históricos, otro gran acierto del libro), hasta llegar a los episodios de la historia de El Maniel.
Abundante información sobre la esclavitud nos ofrece este volumen. La esclavitud, que no es un fenómeno surgido en América, pues recordemos que desde tiempos remotos hay registros de ella. Hasta en la Biblia abundan los ejemplos, V.G. José fue vendido como esclavo por sus hermanos a una caravana de Ismaelitas que venían de Galaad rumbo a Egipto, donde finalmente lo compró un rico funcionario palaciego llamado Potifar (libro del Génesis). Existió esclavitud en la antigua Grecia, cuna de la democracia, y en la poderosa Roma. Pero la esclavitud en aquellos lares y épocas no revistió los ribetes de empresa comercial que adquiriría a partir del siglo XVI y hasta el XIX. La febril actividad comercial en que devino la institución de la esclavitud dio origen a la acumulación de capital por parte, principalmente, de algunos países europeos. La riqueza que generaba tanto la trata y tráfico como el trabajo esclavo, no enriqueció ni hizo fuertes las economías de los países como Cuba, La Española, Brasil, etc., las cuales sucumbieron luego de la desaparición de la esclavitud o incluso antes. No podría decirse lo mismo de Inglaterra, por ejemplo, que cimentó su dominio sobre los mares y por tanto del comercio internacional, gracias al desarrollo que logró en la construcción de buques o naves, hito que fue logrado en parte por la necesidad de contar con flotas de barcos de gran capacidad de almacenaje y que pudiesen cruzar el atlántico a mayor velocidad.
En la parte Este de la isla La Española (actual República Dominicana), si bien la esclavitud nunca fue tan numerosa ni cruel como en la vecina Saint Domingue, no menos cierto es que los africanos desarraigados de su tierra, obligados a hablar un idioma extraño, a adoptar un nuevo nombre, a practicar una religión desconocida por ellos, a vestir con ropas, e incluso aquellos que habiendo nacido en América, no tenían derecho a decidir nada por sí mismos, porque no eran dueños ni siquiera de sus propias vidas. Algunos huían tratando de obtener el más elemental derecho, aquel que es consustancial con el ser humano: la libertad. De ahí que, acertadamente, señala Read Ortiz que esos refugios constituían espacios de libertad y no “ladronera de bárbaros”. En nuestro país, al quedar abolida la esclavitud, los negros fueron asimilados en calidad de peones en los hatos ganaderos y en otros oficios y servicios domésticos. Un proceso que aunque no se señala en el libro, ocurrió aquí con mayor intensidad que en el resto de las islas del Caribe, fue el mestizaje, originando la composición étnica actual de la República Dominicana, a la que Pedro Pérez Cabral llamó La Comunidad Mulata. Es la base que subyace en el libro, esos negros o sus descendientes y aquellos monteros, fueron los verdaderos héroes de las guerras de independencia.
Estamos pues, en presencia de una obra revisionista, que no se limita a la mera exposición de hechos, datos, cifras y fechas, sino que hurga en profundidad, cuestiona y pone en tela de juicio algunos hechos y conceptos que la tradición y los historiadores han presentado casi como una historia oficial o como un dogma de fé. Quien lea este libro no podrá quedarse sin dudar. La Trinitaria era una sociedad con características masónicas? Su papel en el proceso previo a la noche del 27 de febrero no fue tan importante como el que tuvieron las sociedades La Filantrópica y La Dramática? ¿Que en 1822 no hubo una invasión por parte de Haití, sino una ocupación pacífica y sin resistencia? Que la situación de los hateros dista mucho de la versión tradicional que nos enseñaron y que las pinta como una clase dominante y poderosa? Existió realmente una mujer llamada Lucía Tejeda, a quien la tradición oral ha señalado durante generaciones como la compañera sentimental de Andrés Pimentel Acevedo, como la pareja fundadora del actual San José de Ocoa? ¿Por qué no hay evidencia de su existencia, la cual permanece perdida entre las brumas del pasado? ¿Existió realmente una batalla en territorio ocoeño el 30 de abril? ¿O habrá que ir pensando en rebautizar la calle que lleva ese nombre?
Es además, una obra desmitificadora. Se rompe el mito del todopoderoso e invencible ejército haitiano. Si bien es cierto, y así consta en el libro, que el ejército haitiano era superior en número y armamentos, quedó claramente establecido que la indisciplina reinaba en el mismo. No se trataba del mismo cuerpo armado que décadas antes había derrotado al ejército napoleónico.
La inclusión de la visión de los hechos desde el punto de vista de autores haitianos y de otras nacionalidades, nos acerca más a la verdad histórica y despoja la obra de prejuicios y de cualquier tipo de parcialidad o chauvinismo que tanto ha permeado a quienes han escrito sobre esa época.
Uno de los grandes aportes del libro es su carácter reinvidicativo. Se reivindica el Maniel como espacio de libertad al que acudían aquellas almas atormentadas, sojuzgadas, en busca del derecho más elemental, el de ser libres y dueños de su propia vida; demuestra más allá de cualquier duda, la importancia que tuvieron en las luchas de la independencia los hateros y monteros, campesinos rústicos que fueron al campo de batalla, la mayoría de las veces armados con sus instrumentos de trabajo: lanzas y machetes. También, una parte medular del libro es dejar meridianamente establecido que el día 13 de abril de 1844, se produjeron dos acciones armadas, una en El Memiso y otra en El Pinar, ésta última ni siquiera incluida o reconocida hasta ahora por la mayoría de nuestros historiadores y en otros casos, minimizada o reducida a una simple escaramuza.
Alexis vuelve a tocar la parte de los Manieles de Ocoa, trabajo que ya había abordado anteriormente en Apuntes para una historia de los orígenes de San José de Ocoa (1993) y en Cimarrón Maniel y Ocoa (1986), ahora, como ya señalé, dentro de un contexto general extraordinariamente documentado.
Es decir, que se trata de una obra revisionista, desmitificadora, reivindicativa y edificante por demás y que resulta más que obvio es el resultado de una exhaustiva y completa investigación, ampliamente respaldada por una extensa bibliografía.
Aún quedan aspectos no esclarecidos en la historia de Ocoa y que han sido poco estudiados, sobre todo por la falta de información e investigaciones, tal y como la época pre colombina, a pesar de haber evidencias de la presencia taina en la zona. Tampoco hay información sobre la situación en el pueblo durante el período conocido como España boba, la independencia efímera y la ocupación haitiana o cómo operó la conversión de El Maniel a San José de Ocoa. Es como si hasta entonces, la comarca o región que adquiriría cierta relevancia o importancia desde el punto de vista estratégico a partir de 1844, hubiese optado por mantenerse invisible ante el resto del país, ajenos a los avatares y amenazas, sintiéndose seguros en su apartado refugio, en el cual vivían como en el jardín del Edén.
Al terminar de leer este magnífico libro, queda en mí la firme convicción, la certeza, de la deuda de gratitud hacia unos seres ignorados de forma desconsiderada de nuestra historia, por lo que a partir de ahora no tendré ningún reparo en contestar a la pregunta de nuestros orígenes, con una simple frase: De esclavos y Monteros estamos hechos.
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