Según el Código Penal de la República Dominicana la estafa es un acto ilícito cometido por una persona que se hace entregar o remitir fondos, valores u objetos, usando un falso nombre o una falsa calidad o empleando maniobras fraudulentas.
La historia que transcribimos a continuación ocurrió en la villa de San José de Ocoa en el año 1925, resultando afectado el próspero munícipe Manuel J. Pimentel, conocido como Liquito. La historia, sensacional y sórdida, nos muestra la astucia y la maldad de un estafador y el candor, la ingenuidad y ambición del estafado.
El suceso fue tan impactante que ocupó la primera plana del periódico Listin Diario en su edición del miércoles 11 de febrero de 1925. La crónica periodística redactada con el estilo de entonces y que narra de forma exhaustiva y pormenorizada cómo ocurrieron los hechos, manteniendo la expectativa en el lector, y que estamos reproduciendo en ésta y una próxima entrega.
A continuación la transcripción tal y como fue publicada en 1925:
El “Candor Supersticioso” de un sencillo agricultor laborioso sirve de pasto a dos estafadores de alta mentalidad. Los afeites de Juan Bautista Davis no eran sino el antifaz del malhechor. Serenamente airado pretende negar capacidad al Magistrado que le imputa los hechos. Apela finalmente al favor del Presidente de Cuba a quien le dirige una comunicación telegráfica. $10,902.00 que representan por lo menos $15,000 son sacados a Liquito Pimentel.
La sagacidad del Magistrado Juez de Instrucción Luis F. Bonetti, las pesquisas realizadas por su propio instinto, sin insinuaciones de nadie, como lo afirma él, han arrebatado los afeites que eran la máscara de malhechor que llevaba Juan Bautista Davis, la misma máscara con que sedujo el “candor supersticioso” del agricultor laborioso, Liquito Pimentel, quien en su honesta sencillez de hombre de campo, jamás pudo pensar que debajo de la blancura lanar de una oveja, se escondieran ni la astucia ni las uñas de una pantera.
Es una historia larga la de este hecho y precisa que se haga una presentación de los victimarios ya que son más de uno, aún cuando solo ha caído frente a la sociedad indignada Juan Bautista Davis, cubano, blanco, de ojos azules, de finas maneras; acostumbrado al buen vivir, a vestir de manera impecable, en cuanto a limpieza por fuera, sin que los tejidos de sus ropas revelaran cuanta pecadora inteligencia estaban encubriendo. De antecedentes nada se diga porque a las interrogaciones responden los registros penales de Cuba y de Haití, sobre los de este último país, en donde, los hechos realizados por este Davis, hacen un montón como de $200,000 de los cuales tiene detalles en el pedigrí de esta fiera el Jefe de la Policía Municipal, Coronel Geo Pou.
El Compañero.
Compañero de Davis, es un haitiano (lo que sigue ilegible en el original, LS) nombra Esteban Balbino, Antonio Binel o David Binel. Nadie sino él a punto fijo sabe su verdadero nombre. Ese fue en este caso más audaz o más afortunado que Davis, pues ahora todas las presunciones son de que ha escapado a la acción judicial habiendo tomado el camino del extranjero.
Desarrollo del hecho.
Juan Bautista Davis conoció de la posición económica de Manuel de J. Pimentel (Liquito), agricultor, terrateniente, cosechero de café radicado en la común de San José de Ocoa (Maniel), averiguó su estado, o mejor dicho el estado de sus negocios, conoció las tierras de que era propietario; y urdió la posibilidad de la instalación en sus tierras de un central azucarero, con capital extranjero que compraría las tierras por cien mil pesos, bien fuera de contado, o entrando en la compañía, con las tierras por acciones, el señor Pimentel, o comprándole él, luego las acciones. Y sobre este tópico, Davis citaba y obtenía entrevistas de Pimentel, en los sitios de Cañada Cimarrona y de Arenoso, situados en las tierras de Pimentel y en las entrevistas, pronunciaba como asociados a su gestión o como conocedoras de ellas, a personas que, durante toda su vida, en ejercicio profesional han estado muy lejos de chantajistas y de falsos promotores, mucho más de farsantes de la calaña de los que nos ocupan.
Hasta la petición de la promesa de venta con entrega de $8,000 le fue hecha a Pimentel por Davis.
Hasta que…
Parece que Pimentel no mordió el anzuelo de los vastos proyectos industriales y apareció entonces en Davis y en Bivel, la condición de encantadores, que encaja más bien en ellos que la de estafadores. Por arte de encantamiento Pimentel fue víctima fácil. El habría puesto, a lo que parece, hasta la nuca en el garrote…
Ahora verán cómo
Davis y Bivel, historiaron a Liquito (él mismo lo dice) que sus antepasados fueron ricos, que perseguidos por los regímenes que sombreaban aquellas edades tuvieron que huir de San José de Ocoa a las montañas y que junto con ellos que tenían a los más viejos como a verdaderos patriarcas, a quienes entregaban dinero, joyas y toda clase de valores, para que en la huida fueran guardadas por el más viejo; (tal como se hacía cuando las invasiones de Drake) que las persecuciones se realizaron contra sus abuelos y los acompañantes y que éstos perecieron y luego pereció el abuelo dejando enterrada una fortuna fabulosa en onzas de oro españolas, en un tinajón: tesoro que pertenecía en parte, la menos a los acompañantes y en parte, las más al abuelito, de quien Pimentel era irremediablemente sucesor legítimo. El sitio del entierro del tesoro era conocido por Davis y había que desenterrarlo.
A excavar.
Es en el suelo de San José de Ocoa. Liquito Pimentel ha sido ya seducido. El mismo Davis realiza las excavaciones, hasta que, puesto por otro sujeto cuyo nombre no hemos podido arrebatar a la investigación judicial que lo guarda, aparece una botija un tinajón lleno, repleto de onzas de oro.
Más fuerte que el amor.
Más fuerte que el amor el dinero. Antonio Binel, oficiando de Papa Bocó, preparado de antemano, metió las manos en la preñada tinajota e hizo ver que las sacaba plenas de onzas de oro y en verdad que lo eran. Pimentel las vió y onzas eran de a verdad dijo repitió ayer, se encantaba y como se verá más adelante, mala inversión no era echar dinero bueno sobre tan buenas onzas.
Pero dijo el Haitiano.
Imposible, dijo el haitiano, no puede levantarse ese dinero, sin antes hacer algunos sacrificios que saquen de penas al abuelito. Los espíritus de los que le entregaron onzas reclaman las suyas y había que entregárselas porque las reclamaban con insistencia.
Cómo entregárselas?
Pues haciendo el sacrificio. Consistía el sacrificio en quemar dinero, no en onzas que no podían ser fundidas allí, sino en billetes de banco equivalentes a las cantidades que los espíritus reclamaban.
Busca de valores.
Como quien va a hacer necesarias inversiones Pimentel tenía que buscar el dinero y lo buscó. Primero $1,200 y luego $7,000 en 70 papeletas de a $100 procedentes del Banco Nova Scotia entregados por Francisco Matos en compras de café, sacrificado a $2 menos que el precio actual en plaza, y el resto para completar $10,902 buscada de otras fuentes de recursos.
Antes del sacrificio
Antes del sacrificio, discurrieron tres días, del 19 al 21 de enero, en que Davis venía a la Capital, volvía a San José de Ocoa y maniobraba en la seducción. Pero antes del sacrificio, con las monedas que se hizo creer a Pimentel que procedían del tinajon, hubo de hacerse alguna murumaca: Binel cambió una moneda de plata por una de las peluconas y Davis hizo otro tanto. Sobre cada una de ellas se encendió un pequeño cirio y el Papá Bocó manipulaba y gesticulaba como buen sacerdote del vodou. Onzas eran, repetimos, porque Pimentel las vió y eran, dice, una emitida en 1879 y otra en 1812.
Dinero a la tinaja.
Con las manos repletas de oro hecho moneda, se dirigió el sacerdote a la tinaja dizque a poner el dinero que no podía levantarse antes del sacrificio. Pimentel creyó que lo ponían.
A quemar dinero.
La hora de la consumación en este santo oficio llegó. Pimentel había puesto en manos de estos oficiantes de la estafa el equivalente de unas seiscientos onzas a $16 que así fueron cotizadas por Davis. El dinero fue envuelto en Listines le pareció a Pimentel. La hoguera fue preparada junto a la caldera de tahona de Liquito, quien proveyó la leña y el gas kerosene para hacer el fuego y quemaron los papeles de listines sin que Pimentel viera no más que el humo pues él fue el colocado durante el sacrificio, de espaldas, sentado junto a una mesa en la cual había cirios ardiendo y detrás de una pila de leñas. Mientas tanto Binel sacrificaba el dinero, Davis obedeciendo a la voz de aquél , que le dijo: Ud. Va a hacer de fogonero, quitese los pantalones , hacía su oficio a maravillas, afeitado , con perfumes y todo.
Continuará
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