La economía dominicana va directo y sin pérdida de rumbo hacia una situación de estancamiento de su crecimiento, precios más elevados y pérdida creciente de empleos.
Es lo que los académicos llaman estanflación y que el pueblo trabajador vive como una caída brusca de sus niveles de ingresos, menor capacidad de compra, bajón en las oportunidades de trabajo o negocios y una creciente pérdida de la calidad de vida en todas sus manifestaciones.
El país está llegando a esa peligrosa situación, que pone en peligro la estabilidad macroeconómica y la paz social, por una combinación de factores externos adversos y una visión errática de cómo sacudir la economía dominicana en medio de la pandemia de Covid-19 y la guerra que hoy tiene como epicentro a Ucrania.
Los factores externos
Cuando Rusia exigía a Estados Unidos y a Europa garantías de que las tropas del pacto militar OTAN no se situaran en sus fronteras terrestres y marítimas como se habían comprometido a la caída de la Unión Soviética, estaba tratando de evitar una confrontación peligrosa y un descalabro mayor del comercio del mundo, que ya había provocado la pandemia del Covid-19.
Pero la arrogancia de los gobernantes de Estados Unidos y la Unión Europea los cegó de tal manera que en lugar de dar garantías vinculantes y por escrito de que la OTAN no avanzaría más hacia el este de Europa, lo que hicieron fue armar a una Ucrania dominada por la ideología nazi y por un creciente sentimiento anti-ruso, y apoyar de toda forma el exterminio de la población de Donbass, burlándose de los acuerdos diplomáticos de Minsk, que sellaban un camino de paz mediante negociaciones, no por la fuerza militar.
Entre diciembre y el 15 de febrero pasado, las peticiones formales de Rusia de que se les otorgasen esas garantías, fueron ignoradas y en cambio, tanto Estados Unidos como la OTAN se comprometieron a combatir al ejército ruso en el caso de que atacara a Ucrania.
El 24 de febrero, el presidente Vladimir Putin ordenó al ejército ejecutar una operación especial con dos propósitos claros y limitados: proteger a la población de la región del Donbass que había optado por unirse a la Federación Rusa, y desarmar al ejército ucraniano, destruir sus batallones de criminales nazis y conseguir que el territorio de Ucrania no se constituyera en una base para agredir a Rusia.
Ante las primeras acciones del ejército ruso, Estados Unidos y Europa respondieron –no con tropas como habían prometido- sino entregando una descomunal asistencia crediticia y de equipo militar a Ucrania que ya se acerca a los 100,000 millones de dólares, y un carrusel de sanciones económicas, financieras y diplomáticas contra Rusia para destruir su producción, su comercio y su relación con el mundo.
Hasta ahora, el resultado ha sido alarmante: Rusia tiene ya el control de toda la ribera del Mar Negro que corresponde a Ucrania, mientras que el puerto de Odessa, más al oeste, fue minado por los militares ucranianos y los silos de cereales y fertilizantes no salen porque los barcos no pueden zarpar.
Naturalmente, al frente está la Armada rusa en guerra que tampoco los va a dejar hacerse mar afuera sin que antes Estados Unidos y la Unión Europea levanten las sanciones contra las exportaciones rusas y desbloqueen los fondos embargados en sus países.
Las sanciones estadounidenses y europeas contra Rusia se extendieron al petróleo y el gas que compraban, y dispusieron la prohibición de vuelos de aeronaves rusas en el cielo de esos países.
El balance es muy claro: después de las sanciones, Europa compra combustibles mucho más caros en Asia –en ocasiones revendidos de exportaciones rusas- y en Estados Unidos, llevando la inflación a las economías más importantes de esa región y exportándola al mundo en forma de mercancías y servicios.
Al responder prohibiendo que aerolíneas europeas y estadounidenses vuelen sobre el inmenso territorio ruso, los viajes de Europa a Asia se han tornado mucho más costosos y largos.
Guerra sin reservas
Ahora resulta que nadie en el mundo disponía de reservas de alimentos, fertilizantes y combustibles para prescindir de las exportaciones de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, y con esta guerra se escasean en los mercados y por tanto se encarecen más de lo que había provocado la pandemia.
Ese cuadro es lo que lleva a Jamie Dimon, director ejecutivo de JPMorgan Chase, a decir el pasado martes que para la economía mundial hay un huracán a la vista y las cosas van mal.
Y para él van mal porque Europa no tiene cómo solucionar su abastecimiento de combustibles y alimentos sin las exportaciones ruso-ucranianas y a eso se agrega el aumento de las tasas por la Reserva Federal que encarecerá los financiamientos y disminuirá los negocios.
Y aquí improvisando
Mientras la perspectiva en el mundo es que se encarezcan los combustibles y los alimentos, en el país, que está obligada a importar carburantes porque no los tiene, se quiebra una agropecuaria capaz de producir todo lo que se necesita para la mesa: arroz, habichuela, plátano, yuca, batata, papa, yautía, ñame, auyama, ajo, cebolla, frutas, criar pollos, pavos, patos, guineas, cerdos, chivos, ovejos, becerros, para hacer florecer las importaciones de todo eso con el dinero del gobierno y sin pagar arancel.
Por eso el crecimiento de la agropecuaria entre enero y agosto de 2020 fue superior al 4.8%, pero este año no alcanzará ni siquiera a 2%, porque sembrando en los medios de comunicación mientras se les entrega el dinero público a los importadores, no se revierte esa caída de la producción.
Con una inflación rondando el 10%, según admiten las autoridades que establecen las políticas monetarias y también sirven las estadísticas, el Banco Central aumenta la tasa de política monetaria para llevarla, por ahora, al 6.5%.
Como escribí el 4 de febrero pasado, esa decisión favorece el ahorro interno para evitar que los pesos salgan a buscar dólares y estos se vayan para mercados más ventajosos en el exterior, pero encarecen el financiamiento productivo y los empresarios serán más cautos para nuevos negocios contratando dinero más caro y un entorno internacional muy inflacionario.
El resultado neto de la combinación de carestía de combustibles y alimentos, tasas de interés más altas y una guerra en expansión que hará que estos factores se prolonguen en el tiempo, no puede ser otro que estancamiento del crecimiento, inflación y pérdida de puestos de trabajo (estanflación).
En el plano político interno, el país tendrá una de sus peores dificultades, porque el gobierno tiene muy poco que enseñar a los electores y la oposición no dispone hoy de una figura capaz de aglutinarla y presentar una opción pulcra y encantadora para superar el momento gris y amargo que atravesaremos en los próximos meses, pero sobre todo, durante el preelectoral año 2023.
Un consejo gratuito a riesgo de ganar ingratitud: estos serios problemas del país no se resuelven haciendo pasarelas, repartiendo el patrimonio entre oligarcas, forzando presencia en los medios para crear la percepción de que estamos en la mejor época de la historia, pero mucho menos tratando de imponer mordazas administrativas y legislativas al derecho de expresión y la libertad de prensa.
La historia ha mostrado que en este país quienes más han pisoteado a la prensa para crear culturas de falsa realidad, luego no han contado con esos medios para defenderse en los tribunales y “probar” su inocencia. ¿Es así Jean Alain?
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